Las estadísticas delictivas, la soberanía y el control de la muerte: de las representaciones de quételet a auschwitz

AutorWayne Morrison
Páginas62-97

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...las estadísticas son para el industrialismo lo que el lenguaje escrito fue para la temprana civilización: a la vez su producto y su medio de expresión [Perkin, 1969: 326].

ESTAMOS COMENZANDO A DETECTAR UN DÉFICIT EN... NUESTRA BASE DE DATOS [cable enviado por el representante especial de la ONU para los Balcanes, Yasushi Akashi, el 13 de julio de 1995, dos días después de la masacre genocida en Srebrenica, Bosnia, citado por Danner 1998: 69].

Parte I Las estadísticas: la medición del delito y el poder del Estado-nación

El capítulo previo finalizó con el cargo de que la criminología es un discurso extremadamente parcial, constituido alrededor de un «mundo de hechos» políticamente confinado. Ésta no es la idea que nos presentaron en su profesada dedicación al compromiso científico. Es importante darse cuenta de la esperanza escrita en esa dedicación y de su debilidad.

La ciencia moderna prometió una visión iluminista, es decir, «un conocimiento de lo que es observable» que sea neutral y fiable.

Ciencia y científico son, entonces, dos palabras que se refieren no sólo a una clase de conocimiento; es decir, al conocimiento de lo que se puede observar, y no sólo a cualesquiera otras clases de conocimiento que puedan existir. Estas dos palabras no se relacionan con el pretendido conocimiento de lo normativo —el conocimiento de lo que debiera ser. La ciencia se preocupa por lo que ha sido, es, o será, sin importarle los «debiera» de la situación [Van Dyke 1960: 192].

Contra el contexto de la ruptura del estatus o las relaciones feudales, una forma en que la ciencia apunta a reconstruir su objetivo de análisis —tal como el delito, lo «delictivo» y la criminalidad— se encuentra en la base de un retrato de la realidad social presentada como cuadros, tablas y otras representaciones de datos brutos. No comprometida con una escala de valores, nos iba a presentar lo que simplemente «es». Sin embargo, el análisis de este dominio de la facticidad iba a hacer más. Ofreció un modo de comprender lo que está, de otra manera, escondido; la representación visual ofrece la ruta para apreciar lo que es invisible pero real —las verdades de las relaciones sociales. Una base fue ofrecida en 1827, 1833 y 1835 cuando el primer estadístico francés, Guerry, y

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luego el belga Quételet proporcionaron modelos para la recolección y el análisis de las estadísticas sociales, o, como ellos lo expresaron, «estadísticas morales». Ellos trazaron mapas de sus territorios estudiados (Francia, los Países Bajos y el ducado del Bajo Rhin) en términos de tasas delictivas y concentraciones de otros índices (A.M. Guerry 1833; Quételet, trad. inglesa, 1842, láminas 5, 6 y 7).1Como lo explicó Guerry:

Para que nuestros resultados sean contundentes, hemos recurrido al uso de las ilustraciones gráficas. Sin excluir las enumeraciones que el lector puede tomar si así lo elige, estas ilustraciones presentan genuinas ventajas. El sombreado en color de nuestros mapas proporciona imágenes geográficas instantáneas que tienden a perderse en una larga serie de números, además se pueden expresar cantidades relativas con precisión a través de los contornos que dejan una impresión visible y duradera sobre el ojo [1833: 3].

Los datos expresados en tablas, gráficas o mapas sirven como visualizaciones particulares —que leídas con propiedad, permiten correlaciones y, de este modo, pueden indicar fuerzas casuales y determinar causas. En la sociología urbana clásica de la Escuela de Chicago, por ejemplo, se proporciona la base para hacer distinciones y localizar los factores criminógenos de las «áreas de delincuencia» y los patrones de la «desorganización social» de los entornos urbanos (Shaw y McKay 1969). Otros académicos han observado la tautología de gran parte de las conceptualizaciones implicadas en el proceso de recolección de datos, y la representación de la dispersión de la actividad tal como se revela por medio de esos datos registrados, para darles una explicación criminológica.2Sin embargo, esto resulta común para que los cuadros estadísticos sean aceptados como identificadores de los factores a analizar.3Por ejemplo, habiendo reconocido las críticas de la Escuela de Chicago, Vold y Bernard aceptaban que sus análisis estadísticos hacían emerger lo que «sigue siendo un aspecto central en criminología: cómo ofrecer una explicación teóricamente contundente de las altas tasas delictivas entre las clases más bajas» (Vold 1986: 199). Ésta es una demanda que se remonta a los análisis de Quételet de las primeras estadísticas oficiales, las compte francesas de entre 1826 y 1829, que le revelaron a Quételet que los hombres jóvenes, los pobres, aquellos que estaban desempleados o en los trabajos peor pagados, tenían una mayor posibilidad de cometer delitos y ser procesados por ellos; ¿pero significaba esto realmente que ellos tenían una mayor propensión a cometer delitos, y estaba esta propensión identificando la clave para comprender la delincuencia?

La objetividad es la meta; una clara visión alrededor de cuya discusión por las partes interesadas puede tomar coherencia algo. Las imágenes de la distribución estadística se sostienen como cuadros que reflejan la realidad, revelando, entre otras cosas, cuestiones de investigación por parte de observadores independientes o neutrales. Tal como lo explicó Quételet:

Mi objetivo no consiste en defender sistemas, o reforzar teorías; yo me remito a citar los hechos, tal como la sociedad nos los presenta a nuestra visión. Si estos hechos están legítimamente estabilizados, lo que sigue es que debemos aceptarlos y acomodarlos a nuestra razón [Quételet 1842: vii].

Para Quételet, esto prometía (en cierto momento del futuro, si no también en el presente) revelar el tipo y la difusión de la delincuencia normal o promedio y, enlazando esto con las características de un concepto que él llegó a expresar como motivo organizacional central —el del «hombre medio»—, nosotros podríamos ver las características de

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la criminalidad. Esto ha sido subsiguientemente un objetivo constante para la tradición positivista; específicamente, que por medio de las tecnologías de la reproducción podamos ver la estructura subyacente de nuestro problema, y, quizás, la solución.

El sueño consiste en lograr que una exitosa ciencia aplicada trabaje hacia... [la utopía, la gran sociedad, la paz o la homogeneidad son conceptos vertidos en cierto momento como el fin]; la historia del siglo XX también nos lo ha mostrado como una pesadilla.

Quételet, moviéndose de la consideración individual al conjunto de las leyes sociales: ¿el primer criminólogo del bio-poder?

Quételet —«el primer criminólogo social» (De Quirós 1911: 10)— sentó las bases para el análisis cuantitativo de la criminología positivista. «Debido a él, las estadísticas delictivas han llegado a ser de gran ayuda para la sociología criminal. También debido a su trabajo, se demostró por vez primera que la delincuencia es un hecho social» (Bonger 1936: 50).

¿Qué consecuencias afloran de este poder de mostrar la «delincuencia como un hecho social»? ¿En qué distribución de poderes encaja esto?

Considérese la Figura 3.1. El texto de la gráfica se lee (desde la parte superior y en sentido de las agujas del reloj): Los judíos representaban el 42 % de los médicos, el 52 % de todos los médicos del seguro; el 45 % de todos los directores de hospitales, el 35 % de todos los dentistas, el 28 % de todos los farmacéuticos, el 48 % de todos los doctores, el 56 % de todos los notarios, y el 80 % de todos los directores de teatro. La frase de la parte inferior dice: «Los judíos son nuestra desgracia».

Este cartel denota una compleja interacción y cierto modernismo estético. Parece una simple representación, e inclusive está estructurado por medio de una extraña apariencia redentora; los porcentajes revelan la causa de la «desgracia», y que una reducción de los mismos ofrece beneficios: la gente afortunada se librará de los judíos.

Este producto de la ideología funciona a través de una representación modernista: su seductora apariencia combina el atractivo redentor del antisemitismo con la legitimidad del lenguaje modernista. Bauman declara que uno de los factores que contribuyeron a permitir que ocurriera el Holocausto nazi de la comunidad judía europea fue la aplicación de la modernización del espíritu científico, moderno en el sentido de que la solución de los problemas se iba a conseguir por medio del «diseño, la manipulación, el manejo y la ingeniería: los métodos de trabajo» (Bauman 1991b: 7). En tanto que esta reclamación está hecha con un gran nivel de generalización (polémica en sí misma), que además contiene cuestiones inherentes y posiblemente de final abierto con respecto a la interacción del método científico y administrativo, su control y objetivos se enfocan en «el lado negativo» de la modernidad. Las características que Bauman remarca pretendían, de acuerdo con las narrativas del modernismo racional iluminado, mejorar la vida humana; pero bajo la Alemania nazi, la destruyeron. ¿Cómo fue posible esto?

Una línea explicativa, quizás la más...

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