Notas para una definición (económica) de la cultura: un esquema de partida

AutorJuan Pablo del Río Disdier
CargoUniversidad de La Laguna
Páginas01485-510

A los que conservan y atesoran libros, discos, películas, diapositivas, obras y objetos de arte, papeles, fotos, figuras, maquetas, cajitas de cualquier cosa..., a los que leen y escuchan, miran y piensan, aprenden y dialogan, palpan y sienten, porque saben que la Cultura es la vida, la patria del ser humano, la riqueza más valiosa del mundo, la razón más romántica y apasionada del corazón.

.. .ni se puede ser un economista de la cultura sin tener ciertos conocimientos de las artes y la cultura

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R.T.

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I Introducción

El título dado a este conjunto de reflexiones e ideas acerca del estudio de la cultura, en cierto modo, la discusión sobre su carácter y naturaleza, así como la visión de la práctica y producción de su propia labor de creación, relativa al ámbito de la economía (de la cultura) como rama específica y diferenciada de las ciencias sociales (economía teórica o aplicada, de la coyuntura o de las estructuras, cuantitativa o institucional, o simplemente, economía a secas), recoge en cierta clave de intertextualización, -a manera de cierto juego intelectual y acto más bien de reconocimiento-, el propio título del ensayo de mediados de los años '40 «Notas para la definición de la cultura», del escritor y pensador angloamericano (habría que considerar este término de otra forma tal vez, dado su itinerario personal más bien hacia Europa, desde su América de formación) T. S. Eliot, publicado originalmente junto a otras notas y artículos sobre la misma temática de «lo cultural» en 1948, y que desde entonces, y a través de sus diferentes ediciones de gran difusión e influencia, se considera como texto fundamental y de referencia, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en cierto modo, verdadero canon acerca de la consideración y perspectiva de la cultura como recurso y razón (valor y necesidad), sentido y espíritu (producción singular y talento creador), materia y contenido (obra de arte y mensaje), en el desarrollo y configuración de las sociedades contemporáneas, hondamente condicionadas por el papel que juega lo cultural en sus vivencias y formas de actividad cotidianas.

En ese pequeño libro (aunque enorme en su influencia) de lecciones y conferencias, recopilación de diferentes labores de análisis y ensayos sobre el significado de la cultura en el seno de las sociedades humanas, su imbricación e interdependencia de lo cultural con grupos, clases sociales y pueblos en la historia de las civilizaciones, así como su interrelación con la dimensión de las creencias religiosas, su contraposición a prácticas significativas como la política, la educación o las artes, y especialmente la discusión y debate que se plantea sobre la realidad y dimensión de la cultura europea, Eliot establece premisas y consideraciones que sesenta años después resultan de especial significación y utilidad retomar, a la hora de preguntarse sobre el papel de la cultura en nuestras sociedades, su sentido y naturaleza, su valor y su utilidad en Page 486 términos económicos y de expresión de una escala singular de necesidades humanas.

Más allá de lo meramente literario o artístico, trascendiendo el debate en sus términos de análisis del texto o significado de lo expresado, y evitando un recurso ocioso e inútil en la expresión de lo cultural como mero acto de entretenimiento, pasatiempo de lo humano, al fin y al cabo, discrecional construcción social de un relativo conocimiento como fórmula de simple interpretación de la realidad, pasajera y multidimensional, variada y multicultural, en su propia lectura sobre las culturas del instante o de las épocas, de los pueblos y de las civilizaciones, el ensayo de T. S. Eliot supone un verdadero recurso de capital, esquema preciso de partida para el enfoque sobre el valor y función de la producción y prácticas de la cultura en un mundo aceleradamente globalizado, basado en economías dominantes sobre el conocimiento y la información, y en que se supedita la expresión de valor de lo material a su especificidad operativa como recurso y factor de capital, más allá de su ubicación en cualquier red de transmisión o catálogo de contenidos disponibles, apenas reunión de unidades de información e imágenes listas para su uso banal y caduco, sucedáneo del verdadero valor de la obra artística o de creación y práctica cultural.

Al mismo tiempo, el enfoque y visión que Eliot hacía en su ensayo sobre la perspectiva de la cultura en los procesos de desarrollo de la unidad europea (recuérdese que se trata de conferencias, algunas de ellas dictadas en la misma Alemania de inmediata postguerra, cuna y holocausto de la cultura europea), también se proponen como una mirada especialmente rica y valiosa en el marco de los procesos de globalización que definen actualmente el mundo contemporáneo, aun cuestionando con ello cualquier sesgo eurocéntrico, fenómeno paradójico donde los haya, en un mundo ahora ya plenamente globalizado. Cuestiones como cultura común, tradición espiritual, papel de la política, carácter de la lengua y la historia -nacionales y de los pueblos-, o el sentido y carácter de la pretendida unidad europea, son temas cruciales que se sitúan como las premisas de mayor valor, los principios de conocimiento, condiciones previas de configuración de cualquier economía de los recursos y los factores, sectores y mercados de la cultura, como verdaderas economías de servicios avanzados en las que la cultura aparece como flujo y contenido, forma y materia, trabajo y capital. El valor de la cultura trasciende por ello al de la mera mercancía de intercambio en un mercado, reteniendo el sobrevalor de su singularidad y significado, desde lo material a lo intangible, desde lo temporal a lo trascendental, definiendo la historia de pueblos y ciudades, de identidades y territorios con su propia expresión de valor cultural, de acuerdo con su creación y contribución en el ámbito de valores y procesos universales y globales.

Si en algún lugar o tronco de pensamiento humano necesita resituar su perspectiva de partida y punto de análisis en origen la economía de la cultura, Page 487 como rama específica de la Economía, sin otras barreras de especialización metodológica ni de comprensión según su objeto y procesos de actividad, es precisamente en el mismo principio de la cultura, como génesis del pensamiento y la creación humanas, unión del arte y la vida, la experiencia y el desarrollo social e histórico de los pueblos, sin otro sesgo de identidades ni condicionamientos, por tanto, Cultura como bagaje y acervo, tradición y herencia, legado y tesoro, patrimonio y colección, y por ello, de igual modo, capital y moneda de valor, recurso de creación y fundamento de innovación, empresa y corriente de ideas y pensamiento, que indican el ámbito de configuración del hecho y la importancia de lo cultural.

Es en tal sentido que presenta especial interés retomar la discusión sobre no tanto las definiciones posibles de la cultura, como sobre los enfoques del valor y visión de la cultura en un mundo global y de identidades en conflicto, en que las culturas de lo local parecen contraponerse, en un verdadero episodio de guerra mundial cultural, a la Cultura de lo universal, como estadio superior de civilización y desarrollo humanos. Si existen infinitas culturas como experiencias y formas cotidianas de vida y empleo del tiempo en cualquier lugar y por cualquier ser humano, no parece igual de necesario y oportuno entonces definir una sola Cultura, que sume, recopile y combine los números infinitos de esas culturas: una Cultura universal no es acopio de buscadores en una red infinita en sus referencias posibles, lo que supondría más bien una disgregación y disolución del propio valor de lo cultural (aquello que se reproduce hasta el infinito, en su simple economía de coste y producción, apreciación y venta, pierde finalmente todo su valor, como es bien conocido en cualquier práctica de piratería, copia digital o falsificación: la cultura reproducida a su escala más infinita de variedad identitaria y de práctica grupal, simple expresión de tiempo y vivencia, lugar y consumo de vida, copia de conducta e imitación de lo ya vivido, inevitablemente se desnaturaliza y desvirtúa a sí misma, alterando y borrando su verdadero carácter y valor, olvidando con ello su esencia y aportación, y desdibujando finalmente todo su sentido e imagen singular).

Resulta de todo ello esencial acometer la tarea de recuperar un sentido operativo y factorial de lo cultural (creación y capital, arte y talento), en clave de valor y recurso de actividad tanto creativa como innovadora, vehículo de sublimación de lo cotidiano e instrumento de creación de riqueza en los mercados (culturales) y sociedades humanas (globales), a partir del mismo rescate del significado y razón de lo que se entiende por cultura, de forma que se evite así esa disgregación y peligrosa multivalencia: lo multicultural esconde más bien, en sus maneras y hábitos de mixtificación, la necesaria comprensión de lo cultural como forma y contenido de singular valor, lo artístico como sublimación de lo humano, frente al mero hecho identitario, que, por el contrario, sugiere la producción del atributo cultural como cúmulo de señas, expresión de un simple documento de identidad. Cualquier forma o modo cultural, Page 488 manifestación o registro como simple experiencia vivida, sin referencia de valor artístico o singularidad existencial, carente de atributo moral y razón (est)ética -de ahí la necesidad de hacer regresar el sentido y valor de la cultura sobre la racionalidad del espíritu y el redescubrimiento de lo sagrado-, confunde entonces ese atributo pretendidamente multicultural con una (cualquiera) simple anécdota o...

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