Lo que debe ser y es una banca ética

AutorCristina De La Cruz; Pedro M. Sasia; Juan Garibi
CargoFundación FIARE Fundazioa
Páginas09

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1. Contornos y perfiles de una banca responsable
1.1. Precisiones iniciales

Lan Harremanak nos propone en este número reflexionar sobre la responsabilidad social con el objetivo de aportar algo de luz, a partir de diferentes aproximaciones y perspectivas, sobre su naturaleza y carácter específico, es decir, sobre aquello que realmente sea la responsabilidad social. Los trabajos que acompañan al que aquí presenta el proyecto FIARE exploran su potencialidad teórica y su viabilidad práctica en la gestión empresarial; algunos aportan además ejemplos reales y datos concretos sobre su proceso de integración práctica en los proyectos empresariales para así, a modo de "buenas prácticas", concretar acciones y procedimientos, evidenciar dificultades y limitaciones, y, de haberlos, presentar resultados y beneficios.

El propósito de este artículo es ahondar igualmente en cada uno de los tres perfiles anteriormente descritos. Realiza primero una aproximación teórica a algunos rasgos del concepto de responsabilidad con la finalidad de matizar su significado y explorar su aplicabilidad concreta en el ámbito de las entidades financieras; en un segundo momento, presenta el proyecto FIARE como el rostro de lo que debe ser y es una banca responsable. Pretende hacerlo enfatizando el carácter ético de la responsabilidad social, en detrimento de la lectura economicista que se viene haciendo sobre la misma. Somos conscientes de la colonización que la lógica económica ha hecho del término. No solo por cuestiones tan obvias como aquella que argumenta que esta lectura es la única que realmente le corresponde al marco concreto al que va dirigido: las organizaciones empresariales. Tal colonización obedece y es consecuencia de la mercantilización de todas las estructuras de la vida. No es difícil aportar evidencias que avalen esta apreciación. Lo difícil es tratar de encontrar alguna esfera de la vida social y política que escape a ella. Su hegemonía es tal y está tan enraizada, que se hace difícil abordar una aproximación crítica a esos lugares ya comunes sobre la responsabilidad social a partir de otro prisma diferente. Cuando el enfoque alternativo propuesto es el que corresponde al marco de la ética nos encontramos con un problema.

El razonamiento económico dominante identifica de manera unívoca la maximización del resultado de la acción con el interés y el bien propio, particular. La propuesta ética de Adam Smith suele ser utilizada para avalar estas tesis del Page 178 pragmatismo economicista que, de manera desigual, tienden a subrayar la importancia de las motivaciones y las expectativas en el autointerés que guía las conductas individuales y el intercambio de bienes. Su tenacidad y unanimidad a este respecto parece incuestionable. Cualquier replica que subraye los prejuicios teóricos y prácticos de este razonamiento pragmático obtiene como inmediata reacción, en el mejor de los casos, la indiferencia o el olvido. Incluso se arrincona la aportación del propio Adam Smith en su siempre olvidada Teoría de los sentimientos, a favor de esas virtudes como la humanidad, la justicia, la simpatía (la capacidad de tener en cuenta el bien de los demás), o la generosidad (la capacidad de sacrificar algunos de nuestros propios intereses a favor de los intereses de otros), que deben acompañar y orientar la búsqueda del interés propio.

La dimensión ética de la responsabilidad social es una opción a la que siempre se le reclama aportar razones convincentes sobre su necesidad y pertinencia. Una manera habitual de hacer frente a la incomodidad que causa su presencia es incidiendo en esos argumentos que apuntan a la debilidad y la fragilidad de las razones planteadas, amen de su incapacidad de actualizarlas en un contexto mucho más diverso y complejo que el estrictamente ético. Común, en definitiva, es apropiarse de la estrategia crítica para hacerla propia y contraatacar cargando de sospecha (y, por tanto, invalidando) cualquier intento de cuestionamiento crítico por parte de la ética de esa matriz estrictamente economicista: "la economía difícilmente avanzará -se dice- si no logra desembarazarse de las demasiado fáciles teorías críticas de la alineación que siempre aparecen cuando el mundo exterior no se corresponde con las expectativas del propio".

Hay, en fin, más disvalor y sospecha en un planteamiento ético sobre la responsabilidad social que en todo lo que sobre la misma se pueda decir desde cualquier otra perspectiva. Sorprende tal recelo en un contexto que empieza a ser sensible a los impactos económicos, sociales y medioambientales de la actividad empresarial en el entorno en el que opera, y que, igualmente, reclama incorporar a los propios, y con el mismo grado de legitimidad, los intereses y necesidades de los grupos de interés que afectan o se sienten afectados por dicha actividad. Sin ahondar demasiado en la sensibilidad ética que acompaña a las razones de esta apuesta por la responsabilidad social, cuesta entender la sospecha en un contexto colmado de medios para incorporarla en el marco de las organizaciones pero, por el contrario, desertizado de fines y sentido. Una mirada rápida sobre cómo se ha ido transformando y configurando nuestra sociedad nos devuelve una visión que, si no admite crítica y no es tamizada por las condiciones que la sustentan, no conduce sino al desaliento. Sirva como ejemplo de lo que queremos decir la constatación del elemento que más se ha priorizado hasta el momento en las políticas de promoción de la responsabilidad social: el de las herramientas y los beneficios. Frente al por qué, el cómo y el para qué, las herramientas y los beneficios han acaparado todo el protagonismo. El criterio de validez de una política y una gestión de estas características es un criterio instrumental y utilitarista: solo Page 179 será bueno y justo, si además (y principalmente) es viable y rentable. La evaluación de las consecuencias que implica atender a las consecuencias de los actos se mide únicamente en términos de costes y beneficios, sin reparar en la necesidad de corrección de las injusticias que provocan tales costes y tales beneficios. El bien común y la justicia social, en todo caso, son valores añadidos, que solo se alcanzarán colateralmente si la empresa consigue obtener precisamente una cota de rentabilidad óptima. No parecen existir criterios más convincentes y legítimos [también más "operativos", como gusta decir] para promover la responsabilidad social que los que se desprenden de esta matriz estrictamente economicista.

La actitud de reserva hacia ese enfoque predominante es el que nos lleva a remarcar en este artículo la dimensión ética de la responsabilidad social. A pesar de la robustez que algunos creen ver en el adjetivo "ético", de los recelos que despierta este posicionamiento o de la utilización de término para fines "cuestionables", no por ello hemos de descartar la posibilidad de restaurarla remarcando el elemento más plenificador de la responsabilidad social, aquel que apunta a su potencialidad para "una transformación y construcción de una sociedad más justa a partir de la participación de personas y entidades". Es precisamente esta reserva crítica al escenario económico actual y la necesidad de plantear alternativas éticas concretas las que subyacen y sustentan al proyecto FIARE.

Avanzamos en este trabajo hacia la presentación de lo que este proyecto FIARE es, una apuesta para poner rostro (y recursos) a la banca ética, a partir de un itinerario que nos lleva, en primer lugar, a explorar la dinámica de la responsabilidad, para, en segundo lugar, ver el alcance de su implicación en el marco de las entidades financieras.

1.2. La dinámica de la responsabilidad

La responsabilidad hace referencia a la necesidad de encargarse de lo que ocurre, como individuos y como grupos. Ser responsable es entender y afrontar la radical consecuencia de nuestra humanidad: nada de lo que compartimos con nuestros iguales nos puede ser ajeno. Es hacerse cargo no en el sentido de mostrarse comprensivo ("me hago cargo de lo mal que lo estás pasando"), sino en el de asumir mi capacidad de modificar lo que ocurre, preocuparse como un momento previo a ocuparse efectivamente de la cuestión, cargar con ella.

Hacerse cargo exige un primer momento de descentramiento, de colocarnos fuera y mirar la realidad para darnos cuenta de lo que pasa (de lo que nosotros hacemos pasar u ocurrir). Aunque sólo comprender las causas no exime de la responsabilidad, este primer encuentro con la realidad es condición imprescindible para vivir responsablemente. Tenemos que esforzarnos por descubrir la influencia de nuestras acciones. Nuestra capacidad y poder de modificar e influir en el orden de los acontecimientos. Pero no solo de nuestras...

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