Cuesta Sáenz, José María: La acción publiciana. Editorial Montecorvo, S. A. Madrid, 1984

AutorJosé María Chico y Ortiz
Páginas259-260

    Cuesta Sáenz, José María: La acción publiciana. Editorial Montecorvo, S. A. Madrid, 1984.

Dice un ilustre compañero que en -mi mundo- hay diversas horas: la oficial, la de Canarias y la mía, que va mucho más retrasada que la última. Por eso él me llama -el tempranillo-, y quizá por eso no he sabido madrugar para traer a estas páginas la recensión de esta monografía. Yo lo he atribuido a nuestra ubicación generacional, que por una serie de razones históricas llegó tarde a muchos sitios, incluida la política. Son esas generaciones puente que soportan el paso por arriba y se quedan quietas viendo la corriente del río por abajo. Son generaciones que se levantan cuando las manillas del reloj coinciden con el horizonte, que han estado siempre propicias a la comprensión, que no fueron comprendidas por los viejos ni por los jóvenes, que heredaron dificultades y sufrimientos y que a la hora de la reivindicación no pueden ni alegar el derecho adquirido ni ejercitar la -acción publiciana-, que, según Castan, era -una especie de reivindicatio utilis, que en el Derecho romano protegió a los poseedores con justo título y buena fe, subsistente en el Derecho español anterior al Código, pero difícilmente encuadrable en el Derecho vigente-.

Quizá por todo ello haya leído la monografía de José María Cuesta Sáenz, con la que se doctora con sobresaliente ctim laude por la Universidad de Valladolid, con cierto apasionamiento viendo semejanzas en nuestra situación con esa -propiedad relativa- que trata de proteger la discutida acción publiciana. Claro que si puse apasionamiento en la lectura no debo dejar de reconocer el comprometido reto que la recensión implicaba, cuando el autor apunta por la revitalización de la acción publiciana dentro del principio de la -seguridad del tráfico jurídico-. Recensionar no es lo mismo que criticar, y de ahí que aunque discrepe, deba hacerlo. La calidad de la obra y el minucioso y serio estudio que se desprende de la misma así lo exigen. Y, por si fuera poco, hay una razón sentimental que me une al prologuista de la obra (José Luis de los Mozos), que es suegro del autor, y que cuando en el primer campamento de la milicia universitaria,-en pleno campo de tierras de Zamora, nos ordenaban -barrer la compañía-, me decía: -Mira, José Mari, que tener que barrer el campo...-.

Aunque la obra tiene nueve capítulos, una introducción y unas conclusiones, aparte de notas bibliográficas, prólogo e índices, voy a tomarme la libertad (de...

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