Delincuencia de cuello blanco: «la jaula de un león que no tiene vía de salida»

AutorCarmelo Hernández Ramos
Cargo del AutorPsicólogo. Audiencia Provincial de Alicante. Universidad de Alicante
Páginas109-131

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I - Delincuencia de alto standing. El origen de la expresión white collar criminal

De manera provisional y para introducir el tema podríamos caracterizar al delincuente "de cuello blanco" como aquel que se presenta ante los demás de manera convencional y artiiciosa, mostrando una buena apariencia externa con la inalidad de que, de este modo, sus delitos sean más difíciles de investigar y/o descubrir. A priori es complicado garantizar con este tipo de delincuentes la plena efectividad de la justicia, pues no es inusual que "pasen de rositas", por encima de la ley y sus circunstancias, recurriendo a la inluencia personal, social, institucional o de cualquier otro tipo que tratarán de instrumentalizar por mil y un medios, precisamente como un cauce de acción para eludir el peso de la justicia.

¿Es la ley dura con el débil y blanda con el fuerte? ¿Por qué cuando correla-cionamos los delitos económicos con personas físicas o jurídicas "inluyentes" es más difícil garantizar la plena efectividad de la ley? ¿Por qué todavía existe una débil conciencia social de la gravedad real de este tipo de delitos y delincuentes? ¿Por qué la caliicación de "delincuente" no ha calado en el inconsciente colecti-vo cuando se trata de empresarios, políticos, profesionales o incluso determinadas personas expuestas permanentemente a los medios de comunicación?

Es cierto que los delitos de cuello blanco, en términos generales, van más allá de la simple "infracción", pues aunque no haya violencia directa y, precisamente por ello, es posible que sean más difíciles de percibir propiamente

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como delitos1, en su entidad criminal. También que entran en juego otros factores que acreditan la alta peligrosidad de estos delincuentes: la elevada alarma social y desconianza que colateralmente causan en la comunidad so-cial donde tienen lugar, la pérdida de credibilidad de los valores tradicionales que sustentan el derecho o la eventual amenaza a la estabilidad del propio sistema. Todos son elementos suicientemente importantes como para no al-bergar ninguna duda al respecto. Prevalimiento de poder o cargo, corrupción, malversación de dinero público, ganancia ilícita, impago fraudulento... son conceptos deinidos claramente por la doctrina y la ciencia jurídica que no necesitan ninguna aclaración.

¿Por qué la gestión informativa que los medios de comunicación hacen de los delitos y delincuentes de cuello blanco tiene un tratamiento generalmente "amarillo", y en ocasiones casi "rosa", tan alejado del concepto de "criminalidad peligrosa" que realmente es el que, por lo general, debería corresponderles? ¿Por qué son mejor tratados por los mass media y la calle (la opinión pública) los delincuentes de cuello blanco adinerados o famosos?

Algunos juicios a conocidos representantes de esta modalidad delictiva se han convertido en auténticos circos mediáticos y culebrones de entretenimiento2,

como si fueran un serial televisivo, y es que la frontera entre lo lícito y lo ilícito se nubla y su visibilidad disminuye cuando la investigación de los hechos "se complica" debido al apoyo corporativo, maniiesto o encubierto, de algunos profesionales o medios que no son neutrales frente al hecho denunciado o investigado y sus consecuencias, y también gracias al privilegio y a la posibilidad que muchos delincuentes, de etiqueta y pajarita, tienen de poder costearse defensores judiciales de prestigio3.

Si añadimos la diicultad para recoger pruebas a la lentitud burocrática de la justicia, podemos terminar fácilmente en un callejón sin salida, cuya consecuencia inmediata podría ser que el delincuente de cuello blanco pase por la cárcel "el tiempo justito" para obtener así la "capacitación" o investidura

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legítima para poder contar "lo suyo" en aquellos platós que, con tal de ganar dinero y audiencia, dan cobijo a estos personajes, convirtiéndolos, por añadidura, en personajes notorios y célebres gracias a la entidad de sus fechorías.

¿Qué ocurre, entonces, con las emociones (ambición, falta de escrúpulos, crueldad mental...) que dan soporte psicológico a los protagonistas de los escándalos inancieros, las insolvencias fraudulentas o las quiebras punibles? ¿Forman parte del catálogo de emociones que, en mayor o menor medida, experimentamos todos los seres humanos o son casi exclusivas de estos delincuentes? Podemos y debemos ser conscientes de esta realidad y ser capaces de alcanzar a ver y saber cómo entre nosotros viven y actúan muchos delincuentes de cuello blanco que, por su apariencia externa y su forma de comportarse, engañan a cualquiera, porque los delincuentes de cuello blanco, no lo olvidemos, pueden ser banqueros, políticos, funcionarios4, profesionales y cualquier otra persona que por analogía se haga merecedora de la etiqueta. Lamentablemente son cada día más los ciudadanos que piensan y airman que, para esta "clase de espabilados" la justicia no actúa del mismo modo que para el resto de los mortales.

Sufriríamos, entonces una suerte de discriminación, por razón de fama, dinero y/o alcurnia. Curioso argumento, pero nada alejado de la realidad, pues algunos delincuentes de cuello blanco son personas que desde sus despachos, cómodamente sentados, pueden hacer todo tipo de fechorías a golpe de llamada, fax o e-mail. Estos delincuentes son los más peligrosos, pues se prevalen de su posición, inluencia y conocimientos para perpetrar sus crímenes. Sin ánimo de hacerme pesado, lo repetiré una vez más: viven, actúan y están entre nosotros, no forman parte de un serial televisivo.

De una manera más precisa y técnica nos referiremos ahora al delincuente de cuello blanco como aquella persona perteneciente a un elevado estatus socioeconómico que vulnera las leyes destinadas a regular sus propias actividades profesionales, diferenciándolo de la persona con un elevado estatus socioeconómico que viola el código penal en ámbitos que no tienen relación alguna con sus ocupaciones profesionales. El individuo de elevado estatus socioeconómico que comete delitos que no tienen nada que ver son sus ocupaciones profesionales, queda excluido del grupo de los delincuentes de cuello blanco, ya que no diiere fundamentalmente, en ningún aspecto

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signiicativo, de la persona perteneciente a un nivel socioeconómico bajo que comete los mismos delitos5.

La hipótesis que fundamenta este concepto de delito de cuello blanco sostiene que este delito diiere de otros únicamente en el modo mediante el cual se hace efectiva la ley, pero es afín con ellos en el proceso genético que origina y determina la conducta delictiva. Estos factores comunes han de buscarse en las leyes del aprendizaje social de la conducta desviada y en la propia especiicidad de los patrones culturales en que se sustenta la propia organización social contemporánea.

En una dimensión jurídico-administrativa macroscópica resulta evidente que la diferente aplicación de las leyes que se reieren a los criminales de cuello blanco se explica fundamentalmente por el elevado estatus socioeconómico de estos delincuentes. Cuando se trata de "hombres de negocios" investidos de esa percepción diferencial estereotípica que les caracteriza, basada en la admiración y conianza que despiertan "espontáneamente" en la mayoría de las personas, es muy fácil minimizar y suavizar los picos de la representación gráica del delito, una especie de propensión a enfocar la cuestión "desde otra perspectiva", dado que "estas personas respetables" no responden al ‘criminal tipo’6y no deben ser tratadas como delincuentes sin más. Sin embargo, esta conianza "natural" en los hombres de negocios no está justiicada en absoluto, ya que los delincuentes de cuello blanco muestran una tasa mucho más alta de reincidencia y de peligrosidad que otros delincuentes.

El elevado estatus de los hombres de negocios no es el único factor diferencial en la aplicación de la ley. Un segundo factor es la creciente falta de apoyo colectivo a las leyes que regulan este tipo de delitos, muy probablemente alimentado por toda una gama de creencias y valores populares, muy arraigadas en el inconsciente colectivo, que despiertan actitudes, emociones y sentimientos contradictorios frente a los personajes "de etiqueta y pajarita" que violan las leyes. Paradójicamente se siente admiración o se valora su capacidad para escapar a los controles policiales o para burlar la ley.

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Un tercer factor que hay que tener en cuenta es la actual tendencia a implementar métodos no punitivos de control social de la conducta desviada en la aplicación de medidas alternativas a la prisión, que en ningún caso deben ser consideradas como una suerte de Shangri-La o panacea reeducativa pues, en determinados contextos delincuenciales, su aplicación puede producir un efecto boomerang adverso, facilitando precisamente la producción posterior de aquella misma conducta que su implantación quería evitar o prevenir. Actualmente, la dependencia de las medidas alternativas a la prisión, en términos generales, es mayor en todas las áreas del delito si se las compara con generaciones anteriores, y la tendencia es exponencialmente creciente en el caso de algunos tipos penales relacionados con la delincuencia de cuello blanco que en otros ámbitos delictivos.

Es evidente que esta compleja área de la conducta criminal ha sido bastante descuidada por la criminología clásica. En términos generales, podemos airmar que se ha puesto un gran énfasis en las desigualdades sociales7y en determinadas patologías personales8que habitualmente se han asociado con la conducta delincuencial, resaltando especialmente estos factores porque la mayoría de los estudios realizados se han fundamentado en muestras de criminales pertenecientes a las clases...

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