Las crisis conyugales como desafío pastoral: análisis de su etiología hecho por un juez canónico

AutorCarlos M. Morán Bustos
Páginas197-231
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LAS CRISIS CONYUGALES COMO DESAFÍO PASTORAL:
ANÁLISIS DE SU ETIOLOGÍA HECHO POR UN JUEZ CANÓNICO
CARLOS M. MORÁN BUSTOS
1. Introducción
Sobre el matrimonio, en positivo y en negativo, en broma y en serio,
se ha dicho y escrito mucho, desde que Dios patentara la marca en el pa-
raíso y desde que, en el s. IV el genial S. Agustín –después de haber anali-
zado en la teoría y en la práctica, profusamente la unión de los esposos–
afirmara aquello de que «bien veo ahora que todo eso del matrimonio es
una cosa complicada y difícil»1.
Un simple análisis sociológico nos confirma hasta qué punto es apli-
cable al matrimonio el siguiente axioma: «la luz está hecha para los ojos,
no todos los ojos están hechos para la luz»; así es, el matrimonio está
naturalmente diseñado a medida de todos los hombres, aunque no todos
los hombres puedan estar diseñados para un matrimonio en normalidad.
Los tiempos cambian, traen consigo nuevas esperanzas y nuevos te-
mores, nuevas oportunidades, y también nuevas crisis, algunas de ellas
con un sello particular e infrecuente hasta esos momentos2. Es lo que
ocurre en nuestros días con un fenómeno muy extendido, el de las crisis
conyugales. Asistimos a la constatación de grandes masas de población
que se ven afectadas por esta oleada aterradora y contagiosa. Nunca en
la historia hemos asistido a tantos fracasos afectivos o de parejas como
en la actualidad: las estadísticas nos hablan de que, en los países más de-
1 San Agustín, De coniugis adulterinis, cap. 25, n. 32.
2 Vid. Aquilino Polaino-Lorente – Pablo A. Carreño Gomáriz, La familia: locura y
sensatez, Madrid: Editorial AC, 1993, 33-42.
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sarrollados, de cada tres uniones conyugales, dos acaban rompiéndose.
Da la impresión de que la vida en común se ha convertido en una expe-
riencia muy dificultosa, cuando no casi imposible.
Ante ello, es necesario preguntarse: ¿Qué está pasando? ¿Se han per-
dido los resortes psicológicos para afrontar las dificultades que siempre
han existido en la pareja? ¿Inexorablemente tiene que ser así, o existen
posibilidades de alterar el curso de los acontecimientos?
No estamos ante un problema más de los muchos que asaltan al ser
humano, sino ante una auténtica patología social, ante una «nueva en-
fermedad» epidémica, contagiosa, y de difícil tratamiento a corto plazo.
Así es, antes del coronavirus, por todo el mundo occidental se extendió
una pandemia, la de las crisis conyugales, que ha ido destruyendo un
porcentaje muy alto de matrimonios y familias, también en el seno de la
Iglesia3. Este dato sociológico y eclesial suscita muchos interrogantes y
preocupaciones, pues de una manera u otra la propia vida y misión de la
Iglesia se ve afectada por ello. Con propiedad podemos afirmar que las
crisis conyugales son un verdadero desafío pastoral, y de primer orden,
tal como se constató en el Sínodo de la Familia convocado por el Papa
Francisco, y que trae causa precisamente en la referida crisis del matri-
monio y la familia4.
Como tal desafío pastoral, puede ser objeto de muchos análisis y
aproximaciones; la mía se va a mover principalmente en el terreno del
análisis de la etiología de las crisis conyugales, algo que hago desde mi
experiencia de más de 20 años de ver la problemática conyugal en un
lugar tan privilegiado como es el Tribunal de la Rota de la Nunciatura de
3 Vid. Gaetano Dammacco, “I divorziati tra diritto e conversion, Delibazione di
sentenze ecclesiastiche e ordine pubblico «fessibile»”. En Famiglia e matrimonio di fronte
al Sinodo. Il punto di vista dei giuristi, editado por Ombretta Fumagalli Carulli - Anna
Sammassimo, 169-179. Milano: Vita e Pensiero, 2015; Giovanni Di Rosa, “L’attuale valen-
za (interna) del (tradizionale) rapporto tra familia e matrimonio nel quadro della cosid-
detta pluralità delle forme familiari”, en ibídem 227-244; Antonio Mª Rouco Varela, “La
secularización del matrimonio y la familia: el gran reto teológico y pastoral de la Iglesia de
hoy”. Ius Communionis 4 (2016): 9-13.
4 No hay duda de que todo ello está detrás de la convocatoria que el Papa Francis-
co hizo del Sínodo de la Familia, cuyo desarrollo se previó en dos fases o etapas: una pri-
mera, la «III Asamblea General Extraordinaria: los desafíos pastorales en el contexto de la
evangelización», a celebrar del 4 al 19 de octubre de 2014, con la finalidad de delinear el
status quaestionis y de recoger testimonios y propuestas de los obispos; una segunda fase,
la XIV Asamblea General Ordinaria sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia
y en el mundo, a celebrar del 4 al 21 de octubre de 2015, centrada en las líneas operativas
para la pastoral de la persona y de la familia.
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España, por el que «desfilan» multitud de parejas con problemas, multi-
tud de historias y personas; para comprender lo que supone este prisma
suelo echar mano de la figura del cirujano: aunque normalmente su in-
tervención se «activa» cuando existe un problema que no puede solucio-
narse sino con el quirófano, pocos médicos como ellos conocen el funcio-
namiento de muchos de los órganos sobre los que actúan; algo parecido
le ocurre al juez canónico: aunque suele actuar cuando la problemática
conyugal ya es irreversible, su experiencia y conocimientos bien pueden
ser «usados» a la hora de hacer una propuesta sobre la verdad y belleza
del matrimonio, y también a la hora de afrontar las crisis conyugales.
Éste va a ser el objeto de mis reflexiones, que seguirán el siguiente
esquema: en primer lugar, nos referiremos al hecho de la normalidad de
las crisis conyugales; en segundo lugar, analizaremos las causas de las
mismas; por último, haremos algunas consideraciones relacionadas con
la prevención de los matrimonios nulos.
Voy a intentar no ser sólo descriptivo, sino asumir una actitud espe-
ranzada: las crisis no han de verse inexorablemente avocadas al drama
de la ruptura, sino que hay posibilidades de superarlas; el ser humano
está capacitado para superarse, y para superar las vicisitudes más trági-
cas, también las que afectan al ámbito de lo afectivo y de lo interpersonal,
y también lo que tiene que ver con su conyugabilidad.
2. Las crisis conyugales, un episodio normal en dos que se aman
El matrimonio, por ser «empresa de hombres», presenta la comple-
jidad y la riqueza del ser humano. Si cada uno de nosotros somos un
misterio, dos juntos, en estrecho maridaje, más que misterio duplicado.
Dado que el matrimonio trata de dos personas, de dos vidas, de dos liber-
tades, de dos amores, es normal que no sea ajeno a las dificultades; en
este sentido, podemos afirmar que las crisis, en todos los matrimonios
de seres humanos vivos y libres, como en casi toda convivencia de hom-
bres, han de darse por normales5. El problema, de todos modos, no está
ni sólo ni principalmente, en que haya crisis; el problema radicará en
5 Gilbert K. Chesterton, El amor o la fuerza del sino, Madrid: Rialp, 1993, 58-59:
«La defensa mas común de la familia es que, en medio de las tensiones y cambios de la
vida, resulta un lugar pacífico, cómodo y unido. Pero es posible otra defensa de la familia
–y a mi me parece evidente– y consiste en decir que la familia no es ni pacífica, ni cómoda,
ni unida. Y es así porque la sociabilidad, como todas las cosas buenas, está llena de inco-
modidades, peligros y renuncias».

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