El ser conyugal y el matrimonio

AutorMaría Lacalle Noriega
Páginas165-180

Page 165

En este capítulo y en el siguiente vamos a extraer las consecuencias éticas y jurídicas que se derivan del ser persona sobre el amor, la sexualidad, la complementariedad y tendencia a la unión entre el hombre y la mujer. Veremos que la naturaleza humana contiene un ser y una estructura familiar. En el presente capítulo hablaremos del matrimonio y trataremos de mostrar que el matrimonio sigue a la naturaleza de la persona humana, y en el siguiente hablaremos de la familia. Partimos, evidentemente, de un postulado básico: el hombre no está hecho para la soledad, sino para la comunión.

1. El matrimonio, institución natural

El matrimonio no es un invento de la Iglesia, ni del poder civil, ni de la cultura, ni es tampoco una imposición de la sociedad. El matrimonio es una institución natural: está inscrita en la propia naturaleza del hombre y de ella se derivan sus propiedades y sus exigencias esenciales. De manera que sólo se puede comprender el matrimonio si se conoce la naturaleza del ser humano.

Page 166

1.1. El ser humano es hombre o mujer

Ya hemos formulado la pregunta ¿qué es el hombre? Nos interesa ahora insistir en el carácter sexuado de todo ser humano y en la natural complementariedad entre hombre y mujer.

El ser humano es espíritu y cuerpo, y en la corporalidad se encuentra ineludiblemente la sexualidad, que es una dimensión constitutiva de la persona humana. Todos los seres humanos somos sexuados. Y, en cuanto sexuados, somos hombre o mujer. No hay otra posibilidad. No hay seres humanos asexuados. Ni hay otros sexos. Sólo hay dos posibilidades de existir: como hombre o como mujer1.

Ahora bien, aunque la sexualidad es una consecuencia de la corporalidad, no hay que caer en el error de reducir la sexualidad humana a una mera cuestión fisiológica. La sexualidad humana penetra, impregna y abarca la vida entera, la humanidad completa del hombre y de la mujer. La sexualidad es una riqueza de toda la persona: cuerpo, sentimiento y espíritu.

Esto es así porque el ser humano no es pura biología. Es una unidad dual. El espíritu humano se encuentra unido a un cuerpo que es necesariamente masculino o femenino, y por la unidad sustancial que existe entre el cuerpo y el espíritu se puede decir que el ser humano es en su totalidad masculino o femenino. De manera que la sexualidad trasciende lo puramente biológico impregnando todo nuestro ser.

La diferencia sexual muestra, por un lado, nuestro límite, pues ni lo masculino ni lo femenino agotan, por separado, lo que es la naturaleza humana. Pero, por otro lado, nos indica que la plenitud está en la comunión, pues la humanidad del hombre y de la mujer se complementa con la presencia del otro. La sexualidad se presenta así como una vocación al amor en donde el hombre y la mujer pueden alcanzar su felicidad2.

Page 167

1.2. Igualdad y diferencia: complementariedad

El hombre y la mujer son esencialmente iguales. Ambos son personas. Ambos participan de una misma naturaleza. Ambos tienen la misma dignidad. Pero decir que son iguales no equivale a decir que sean idénticos, exactos, uniformes. Porque cada uno tiene una forma diferente de ser: masculina o femenina. Son iguales pero diferentes. La sexualidad humana habla a la vez de identidad y de diferencia. Y esta igualdad y diferencia simultánea los hace complementarios.

La condición sexuada del ser humano no se debe concebir como una segmentación o separación que divide a la humanidad en dos mitades. Al contrario, la condición sexuada lejos de separar a hombres y mujeres lo que hace es referir, relacionar, orientar los unos a los otros. La condición sexuada introduce algo parecido a un campo magnético en las relaciones entre hombres y mujeres, de manera que los hombres se sienten interpelados por y atraídos hacia las mujeres y viceversa. El hombre y la mujer están ordenados el uno al otro como a su plenitud3. Entre el hombre y la mujer se da una natural complementariedad que permite el enriquecimiento mutuo y la unión sexual, y abre el camino al amor y a la fecundidad.

La complementariedad abre el camino al amor. Hombre y mujer se buscan porque se necesitan, porque se dan cuenta de que pueden enriquecerse mutuamente. La sexualidad humana no es mera genitalidad. Tampoco es puro instinto. Es algo mucho más grande, mucho más profundo. Es comunicación, es ayuda y asistencia mutua, es complementariedad, es, en definitiva, realización de la persona en cuanto persona.

La complementariedad permite la unión sexual. El amor verdadero es mucho más que una inclinación puramente erótica, pero la incluye. De todos los tipos de amor, el amor conyugal es el que llega más lejos, pues no sólo quiere el bien del otro, sino que implica la entrega de uno mismo como un bien para el otro. Y esa entrega recíproca es total, es decir, comprende a la persona amada en toda su integridad espiritual y corporal, sin excluir nada. Por eso en el amor entra el sexo, transformando el cuerpo en don y en expresión de entrega total.

Page 168

Por otra parte, es innegable que la complementariedad está encaminada a la fecundidad. La diferencia anatómica y fisiológica del hombre y la mujer es lo que posibilita la procreación porque son complementarios no sólo genitalmente sino también germinalmente. El organismo del hombre y el de la mujer aportan cada uno un juego de cromosomas para la constitución del nuevo ser. Ninguno de los dos se activa si no es en conexión con el otro, y siendo homólogos y complementarios, el nuevo individuo se constituye siendo alternativamente la expresión de genes de un programa y otro y recogiendo características de ambos organismos4. De la carga genética de cada ser humano -46 cromosomas- en la reproducción cada organismo diferente aporta un programa completo, que es justamente la mitad de lo que necesita el hijo. Para comenzar a existir el nuevo ser requiere la doble colección de genes emparejados. Aquí resulta evidente la complementariedad: la aportación genética de cada progenitor es igual y diferente a la vez, y la igualdad y la diferencia lejos de contraponerse se complementan.

Pero ser padre o madre no sólo tiene una dimensión biológica como la existente en el mundo animal. Ser padre o madre incluye otras dimensiones espirituales mucho más significativas. No consiste únicamente en lanzar hijos a la existencia, sino que incluye su educación, su acompañamiento, el cuidado amoroso y personal que les permitirá integrase en la sociedad y realizarse plenamente como personas.

Ser padre no es lo mismo que ser madre. Sólo puede ser padre el hombre y sólo puede ser madre la mujer. Ser padre o madre afecta al ser y al actuar personal. Son dos modos diferentes de conocer, de procesar información, de reaccionar. Son dos modos diferentes de amar. Y, precisamente, esta diferencia es la generadora de la complementariedad idónea para la educación de la prole. Se trata de una diferencia innata, que brota de la condición sexuada del ser humano. No es una diferencia adquirida por lo que no se puede justificar desde presuntos roles culturales.

El matrimonio, pues, brota de la natural complementariedad entre los sexos, y se puede definir como la unión de un hombre y una mujer, abierta a los hijos y dirigida al establecimiento de una plena comunidad de vida y de todas las relaciones que son su consecuencia.

Page 169

1.3. Amor conyugal y matrimonio

¿Qué es el amor? Muchas veces se identifica el amor con otras realidades, como los sentimientos o la atracción física. Y esta confusión suele producir consecuencias dramáticas en la vida de muchas personas. Lo cierto es que resulta muy difícil comprender bien qué es el amor, a pesar de ser una realidad de la que todos tenemos experiencia. Quizás precisamente por eso, por ser una realidad elemental, cotidiana, y al mismo tiempo, misteriosa, se hace tan complicado comprenderlo.

El amor es la tendencia a un bien. Amar a algo o a alguna persona significa dar por "bueno", llamar "bueno" a ese algo o a ese alguien. Ponerse de cara a él y decirle: "es bueno que existas, que estés en el mundo". En este sentido extensivo o lato, el amor sería algo así como la complacencia en la existencia de lo amado. Pero no se trata sólo de palabras ni de afirmaciones teóricas porque el amor siempre es operativo, tiende a las obras. Por tanto, podemos decir que el amor es el dinamismo del ser hacia el bien; expresa el impulso o el movimiento de la persona humana que tiende a la unión con lo amado. En sentido estricto el amor es siempre una relación mutua de personas, por lo que tiene siempre un carácter personal...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR