La convergencia, diez años después

AutorJuan Miguel de la Cuétara
CargoCatedrático de Derecho Administrativo (excedente) - Ariño y Asociados. Abogados
Páginas38-52

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I Introducción

Mi buen amigo Juanjo Montero me pide un pequeño ensayo sobre «convergencia» con motivo de los diez años de la liberalización de las telecomunicaciones. Piensa -con acierto- dedicar el núm. 33 de la REDETI a evaluar los cambios producidos en este decenio y me indica que le gustaría contar con mi valoración personal en esta materia.

Al pensar como podía dar satisfacción a su demanda, lo primero que se me hizo patente fue lo que no debía hacer: a nadie le iba a interesar una descripción más de los beneficios y virtudes de la convergencia de los sectores de telecomunicaciones, informático y audiovisual. Ni una erudita disertación sobre las múltiples variantes de la convergencia, tecnológica, comercial, empresarial o regulatoria. O una descripción de como se nos ha venido encima. Todo eso está ya más que documentado.

Para bien o para mal, he acabado fijándome en que lo solicitado era una valoración personal, lo que he querido entender como un breve texto en que un veterano de estas lides comparta abiertamente sus recuerdos y reflexiones sobre un tema. Y eso es lo que voy a hacer, en unas páginas que prometo de lectura ligera, y que dividiré en tres partes: la primera, dedicada a algunos recuerdos y vivencias que merecen compartirse; la segunda, a someter mis propios testimonios a la prueba del tiempo; y la tercera, a una rápida observación del punto en que nos encontramos y el juicio que me merece. ¿Quieren acompañarme en este recorrido?

II Los recuerdos

Vayamos a los años 1996 a 1998. El boom de las TIC está comenzando. Crece la atención a las tecnologías de la información y la comunicación (la propia REDETI que acoge estas líneas nació por entonces). Y hay dos cosas de las que se habla mucho: de la nueva legislación de las telecomunicaciones y de la convergencia.

En España desde luego, en aquellas fechas estábamos legislan-Page 39do a marchas forzadas. Acabábamos de aprobar la Ley del Cable y preparábamos la Ley General de Telecomunicaciones. Lo mismo pasaba en todo el mundo: tanto las directivas comunitarias del período 1993-1996 como la ley norteamericana de este último año eran referentes obligados para los estudiosos del sector en todo el mundo. Entre tantos y tan importantes acontecimientos, hay uno, de alcance menor, que recuerdo con especial cariño: la renuncia hecha por España al período de cinco años que la Comunidad Europea concedió a nuestro país para retrasar la liberalización. Nos lo concedió, conjuntamente con Portugal, Irlanda y Grecia, reconociendo el «atraso» de nuestras redes y aceptando que un monopolio transitorio podía contribuir a mejorarlas. Ciertamente, no renunciamos a la totalidad del período, y liberalizamos en el mes de noviembre de 1998 en vez de hacerlo en el de enero con los países punteros; de todas maneras, nos incorporamos voluntariamente a la «liberalización del 98» y ahora lo podemos decir con un punto de orgullo.

No ignoro que existían motivos de todo tipo para aquella decisión. Uno de ellos fue que Telefónica quería aprovechar la liberalización para invertir en otros países europeos, para lo cual era necesario ofrecer igual trato a los operadores europeos en España. Esta compañía, que nunca fue un PTT, comenzaba a mostrar su capacidad de adaptación al entorno liberalizado, y no se opuso a la apertura de su feudo a cambio de estar en los ajenos. Es más, no sólo aceptaba la liberalización, sino parecía que le gustaba.

Compilemos algunos recuerdos. El último paquete de acciones del Estado en Telefónica fue vendido a comienzos de 1997; la primera reunión del Consejo de Administración sin ningún representante de la Administración se realizó en aquella primavera/verano (tuvo gran repercusión en los medios); y el mes de septiembre, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, su presidente declaró enfáticamente que esta empresa era ya «multimedia».

Multimedia

era por entonces una expresión ampliamente utilizada para referirse a los servicios convergentes en las telecomunicaciones. De la convergencia se hablaba muchísimo, y en mi conciencia de la época late la idea de que en los años noventa esta palabra era el «mantra» que en el conjunto del sector había venidoPage 40 a sustituir al término «superautopistas de la información», dominante en la década anterior. Reflexionemos sobre ello.

La cultura de las grandes empresas y de los grandes sectores empresariales cambia lentamente. Las superautopistas de la información, de las que tanto habló el ex-vicepresidente norteamericano Al Gore antes de volcarse en la crisis ambiental, eran la sublimación de las ideas y conceptos procedentes del desarrollismo de los años sesenta. Eran centralizadas, fáciles de imaginar y enormes. Con la nueva fibra óptica, todo parecía posible. Pero nunca se construyeron tal como fueron imaginadas. En su lugar apareció el mosaico de redes interconectadas y en competencia promovido por la liberalización. Su modelo es la Red de Redes por excelencia, Internet, y sus servicios, los servicios convergentes y descentralizados: transmisión de imagen y sonidos animados, Juegos «on line», redes sociales, teletrabajo, teleasistencia... Convergencia, liberalización e innovación de las redes van de la mano. Hemos tardado un poco en darnos cuenta de ello, pese a que en los inicios de la liberalización de las redes, en 1998, como se ve ya había elementos de juicio suficientes para aceptarlo.

Ahora bien, la convergencia no llegó como la gran fuente de negocios y de servicios maravillosos que se esperaba. Lo que llegó, en cambio, fue el hundimiento de las empresas «punto.com» determinante de la crisis 2000-2002. Pese a todo, la convergencia vino calando como la lluvia fina, apareciendo aquí y allá, con algunos acontecimientos destacados, pero como un proceso disperso, general e imparable. Veamos algunos ejemplos.

- La convergencia de la telefonía móvil con la fotografía digital llegó a preocupar a la opinión pública (¡quizás habría que prohibir los móviles en los vestuarios!).

- La convergencia de la televisión con Internet sacudió a los propios creadores de opinión pública (¡la televisión perdía audiencias en favor de Internet!)

- La convergencia de la música digitalizada con el software de intercambio de ficheros convulsionó a la industria discográfica. Mas tarde ocurriría lo mismo con la apabullante indus-Page 41tria cinematográfica (¡había que registrar a los asistentes a los estrenos cinematográficos en busca de minicámaras!).

¿Para qué seguir? Estos fueron acontecimientos que uno recuerda porque provocaron un buen revuelo; pero junto a ellos se dieron mucho otros, unos de mayor alcance y otros más modestos, pero todos formando parte del mismo fenómeno. La convergencia de la fotografía por satélite con los buscadores geográficos dio lugar a Google Earth, todo un hito en la disponibilidad de información sobre nuestro planeta. Y la más humilde convergencia entre las «webcam» y los servicios de teleasistencia está proporcionando soporte y seguridad a niños, ancianos y enfermos en medio mundo. La década pasada ha sido muy rica en convergencias, impulsada por una innovación de enorme valor: la banda ancha.

Al pensar en la banda ancha, junto a la clásica discusión sobre «dónde empezaba» (primero fueron 250 Kbps; luego 500, finalmente hubo cierto consenso de que se requerían 1 o 2 Mbps), destaca un notorio cambio de opinión producido sobre todo en Norteamérica. A comienzos de la década muchos creían que no había demanda para los servicios de banda...

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