Construcción liberal en España: avances y retrocesos

AutorFaustino Martínez Martínez
Páginas57-135
2. CONSTRUCCIÓN LIBERAL EN ESPAÑA: AVANCES Y
RETROCESOS
Vayamos de vuelta a nuestro país para ver el modo concreto en que se armonizó
esa tendencia omnicomprensiva a nuestras particulares circunstancias políticas, esto
es, cómo el Liberalismo doctrinario llegó para quedarse (y mucho tiempo) entre
nosotros61. Hay que comenzar por los inicios. La crisis dinástica de 1833 alumbrará
un singular régimen liberal que es resultado del pacto o transacción entre las nuevas
clases emergentes (la burguesía) y algunas de las ancianas (clero y nobleza), con
parte del ejército (los ofi ciales y altos mandos), profesiones liberales y la aristocracia
económica, todas las cuales veían en la tranquilidad del nuevo orden la garantía de
sus negocios, de sus fortunas y de sus vidas. El papel de la Corona se ha magnifi cado
y se le ha atribuido la condición de árbitro, cuando, acaso, lo mejor es considerarla
como convidada de piedra: importante y recurrente, como referente que era, pero
nunca decisivo y preponderante. En todo caso, no parece que la ruptura estuviera en el
imaginario político del momento62. El nuevo régimen no nace de la nada y sin pecados
originales. Hay marcada continuidad que viene determinada por la Monarquía, antes
61 Como ha destacado J.-Ph. Luis, “Guerre d’Indépendance et Libéralisme: à la croisée de deux
rénovations historiographiques”, en AA. VV., La Guerre d’Indépendance espagnole et le Libéralisme
au XIXe siècle. Études réunies par Jean-Philippe Luis. Madrid, 2011, pp. 1-12, el Liberalismo español
se construye de manera imperfecta a través de fuentes e influencias muy diversas y condicionado por
un realidad social lastrada por formas y modos muy arraigados: no es sin más transposición del modelo
francés o del ideario ilustrado, sino adaptación del mismo a la sociedad, a la vida, a la Política, donde
juegan doctrinas y teorías, de un lado, frente a un orden constitucional resistente y poderoso, aferrado
desde el punto de vista sentimental y también orgánico, al pasado monárquico, de otro.
62 Cfr. A. Jutglar, La España que no pudo ser, Barcelona, 1971, pp. 165-183. Finalmente, la
burguesía más acomodada por medio del famoso “pacto triangular” apoyará sin ambages el régimen
moderado, renunciando a los cambios urgentes que demandaba la pequeña burguesía e integrando de
un modo abierto a los núcleos sociales antiguos. El resultado de este proceso fue, como narra I. Burdiel,
“Morir de éxito: El péndulo liberal y la revolución española del siglo XIX”, en Historia y Política.
Ideas, procesos y movimientos sociales, nº. 1 (abril, 1999) (La política de la historia), pp. 181-203, una
FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
58
que árbitro, como se ha dicho, ancla pesada que permite asir con fuerza y solidez el
sistema en su conjunto, es decir, que otorga estabilidad y fi rmeza al edifi cio político
que se pretende construir. Es lo que hace que el régimen conforme sus cimientos y
que en tales cimientos encontremos una contundente base histórica. El pasado acaba
por condicionar enormemente este tránsito y a él se va a recurrir. Los liberales de todo
signo se sumaron al empeño, no tanto (o no sólo) con el convencimiento, la conciencia
y la sabiduría de lo qué exactamente iba a suceder, de cuál era la dirección específi ca
que iban a tomar los acontecimientos, sino, sobre todo y en mayor medida, con el
convencimiento, la conciencia y la sabiduría (también la responsabilidad, inferida de
lo anterior) de aquello que querían alejar a toda costa de España –la real e inminente
amenaza carlista– que actuó como aglutinante de intereses y prismas dispares. Ahí
está la táctica a seguir que orientó la posterior estrategia. El Liberalismo llega no por
efecto positivo, por afi rmación, aclamación unánime o decantación natural, sino por
rechazo a cualquiera de las formas absolutistas previamente ensayadas, a partir de un
elenco global común y compartido, donde todos los hombres públicos del momento
parecían vivir de consuno, mirando de reojo experiencias revolucionarias vecinas
también con cierto recelo y rechazo contenido. Esto conducía a lecturas y relecturas
partidistas, parciales e interesadas del legado liberal en clave histórica y a reformu-
laciones constantes de los principios básicos de ese credo. Explica esto el tránsito de
guras políticas que habían tenido responsabilidades y protagonismos en tiempos
gaditanos y que ahora se acomodaban en el sector más conservador de los liberales63,
Monarquía constitucional, tímidamente parlamentaria, asentada sobre la exclusión de la mayoría de la
población, profundamente antidemocrática, antipopular y oligárquica.
63 Un caso paradigmático sería el del Conde de Toreno, para el cual vid. J. Varela Suanzes-Carpegna,
El Conde de Toreno. Biografía de un liberal (1786-1843). Prólogo de Miguel Artola, Madrid, 2005. No
sería el único: Argüelles, Martínez de la Rosa o Alcalá-Galiano comparten peripecia vital y misma deriva
ideológica, que no es tal sino adaptación del entorno a su pensamiento y viceversa, hasta convertirse
en los apóstoles del ideario moderado, acaso porque lo fueron siempre y la evolución fue más fingida
o aparente que otra cosa, es decir, no hubo deriva, sino que estuvieron posicionados siempre en el
mismo bando y defendiendo idénticos postulados, aunque los contextos y circunstancias cambiasen y
determinasen la prevalencia de visiones conservadores o lecturas de ese signo respecto a sujetos que,
simplemente, se mantuvieron en el mismo espectro ideológico desde sus primeros momentos. Cambió el
panorama antes que los sujetos mismos. Vid., a mayores, A. Ramos Argüelles, Agustín Argüelles (1776-
1844). Padre del Constitucionalismo español, Madrid, 1990. 2 vols.; M. Artola, “Estudio preliminar”
en A. de Argüelles, Examen Histórico de la Reforma Constitucional de España, Oviedo, 1999. Tomo I,
pp. XI-XCII; P. Pérez de la Blanca Sales, Martínez de la Rosa y sus tiempos. Prólogo de Juan C. Gay
Armenteros, Barcelona, 2005; y R. Sánchez García, Alcalá Galiano y el liberalismo español. Prólogo
de Jesús A. Martínez Martín, Madrid, 2005. A propósito de algunos de estos textos citados supra, vid.
C. García Monerris. “Liberales y liberalismos”, en Ayer, nº. 64 (4) (2006) [X. M. Núñez Seixas, (ed.),
La construcción de la identidad regional en Europa y en España (Siglos XIX y XX)], pp. 311-338. El
ideario de ese Liberalismo moderado, lejos de propugnar quiebras revolucionarias, se movía más bien
en los cauces tranquilos de las reformas, sin rupturas de peso y marcadas, en una senda que había
anticipado la Ilustración, lo que suponía admitir con carácter previo y casi general la validez de las
estructuras político-constitucionales sobre las cuales deberían proyectarse algunos de esos cambios
de cara a una inminente mejora y enmienda del mundo monárquico hispánico. Acaso la Constitución
de Cádiz sea la sublimación de este espíritu ilustrado. Recuérdese su arranque: nada nuevo hay en el
texto constitucional, sino que éste consistía en una compilación de esas ancianas Leyes Fundamentales
acompañadas de las correspondientes y oportunas providencias y precauciones para que aquellas
primeras fueran efectivamente cumplidas y respetadas por todos, autoridades, instituciones, potestades
y súbditos, cuestión ésta que es la que había provocado la contundente crisis constitucional de 1808
59
La vuelta de tuerca moderada: el proyecto de constitución y leyes fundamentales de Don Juan Bravo Murillo (año 1852)
lo cual tiene también una justifi cación partiendo del proceso de mitifi cación al que se
ve sometido el texto gaditano, el texto de referencia para todos ellos, lo que lo aleja de
su realidad histórica y de su contenido exacto y preciso, más próximo a las ancianas
Leyes Fundamentales que al espíritu de las nuevas Constituciones liberales. Esto es:
el modelo gaditano es un claro ejemplo de exacerbación del espíritu histórico de cara
a convertir a las viejas Leyes de la Monarquía en contenidos constitucionales orde-
nados, revisados y asegurados, prestos a servir a los nuevos tiempos, sin olvidarse de
los antiguos. Nuestros monumentos histórico-jurídicos formaban una constante que
desentrañaba la esencia política de España donde primaban razón histórica, cultura
constitucional católica, representación estamental y estamentalización social, ausencia
de constituyente y, por ende, carencia total de soberanía nacional e incluso de Nación
al modo radical liberal. España era otra cosa, constitucionalmente hablando64. Quienes
así se conducen no engañaron a nadie, ni tampoco lo pretendieron: su historicismo
militante de primera mano y en primera instancia, herencia de la Ilustración española
y postulado con pleno convencimiento, explica un tránsito nada traumático hacia la
versión más conservadora del ideario liberal porque los aires que respiraban en ambos
territorios o dominios históricos, el del pasado y el del presente, a través de lecturas
intercambiadas, eran esencialmente los mismos. El pacífi co camino se recorre de la
por abandono del modelo político-constitucional previo y decantado por la Historia. No se mutan las
Leyes citadas, sino los aditamentos que aseguran su cumplimiento. No se cambia lo sustancial, sino lo
accidental. No se modifica la Constitución, sino que se asegura su cumplimiento, lo que supone que
Leyes y Constitución permanecen en un sentido primigenio u originario; no son gestadas en las Cortes
gaditanas, sino recuperadas y revivificadas por obra de las mismas. Más datos sobre liberales de uno y
otro pelaje a los efectos de contrastar virajes y derivas ideológicas, no tan usuales como se suele pensar,
y de efectuar ejercicios de contrapunto, pueden consultarse en I. Burdiel - M. Pérez Ledesma (coords.),
Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, 2000; en J. Moreno
Luzón (ed.), Progresistas. Biografías de reformistas españoles (1808-1939), Madrid, 2005; y en M. Pérez
Ledesma - I. Burdiel (eds.), Liberales eminentes, Madrid, 2008, puesto que, como dicen estos últimos,
en p. 10, cierto es que el Conservadurismo liberal domina todo el siglo XIX, es el hegemónico y el
decisivo, pero ese Conservadurismo no puede ser entendido al margen de los otros Liberalismos, de las
otras tradiciones que encarnaban progresistas, demócratas y republicanos, de la diversidad consustancial
a la lectura que del guion liberal se hace en la España decimonónica, versiones o corrientes todas éstas
que se integran, se funden y casi se confunden, que logran objetivos, que dejan huellas, que se combinan
con la dominante y la matizan, y que, por ende, no fracasan de modo rotundo. Recientemente, lo expone
de modo similar A. Calvo Maturana, “De traidores, leales y veletas: intelectuales y políticos españoles
ante los vaivenes de la crisis del Antiguo Régimen (1808-1842)”, en E. G. Monerris - I. Frasquet - C. G.
Monerris (eds.), Cuando todo era posible. Liberalismo y antiliberalismo en España e Hispanoamérica
(1780-1842), Madrid, 2016, pp. 161-220.
64 Para estas cuestiones, remito a mi trabajo “Repensar la Constitución de 1812: Cádiz o el imposible
constituyente”, Historia et Ius. Rivista di Storia Giuridica dell’Età Medievale e Moderna, nº. 3 (giugno,
2013), Paper nº. 6, pp. 1-118 [www.historiaetius.eu-3/2013-paper 6]. Una explicación de mayor alcance
cronológico se debe a J. Varela Suanzes-Carpegna, “La doctrina de la Constitución histórica: de Jovellanos
a las Cortes de 1845”, en Revista de Derecho Político, nº. 39 (1995), pp. 45-79 [= asimismo recogido
en el volumen Política y Constitución en España (1808-1978). Prólogo de Francisco Rubio Llorente,
Madrid, 2007, pp. 417-447 (2ª edición, Madrid, 2014)]; y, con mayor amplitud, “La doctrina de la
Constitución histórica de España”, en Fundamentos. Cuadernos Monográficos de Teoría del Estado,
Derecho Público e Historia Constitucional, nº. 6 (2010) (Conceptos de Constitución en la Historia),
pp. 307-359. El vecino caso portugués tiene un tratamiento similar en los trabajos de A. M. Hespanha,
Guiando a mão invisível. Direitos, Estado e Lei no Liberalismo Monárquico Português, Coimbra, 2004;
y Hércules Confundido. Sentidos Improváveis e Incertos do Constitucionalismo Oitocentista. O Caso
Português. 1ª reimpressão, Curitiba, 2010.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR