El Tribunal Constitucional y el respeto a la formación de su voluntad

AutorManuel Cobo del Rosal
Páginas37-39

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El Tribunal Constitucional se ha tomado un tiempo muy amplio y yo diría sobrado para tomar posición con respecto a concretos temas del nuevo Estatuto para Cataluña. No cabe duda de que en el interior del Tribunal habrá habido infinidad de opiniones manteniendo posiciones muy variadas dependiendo, claro es, de la distinta formación de cada uno de sus componentes, sobre todo con respecto a la autonomía de las diferentes comunidades en las que España se vertebró por medio de la Constitución en 1978. No hay que olvidar que dicha Constitución fue votada por el pueblo español y en su día refrendada por las Cortes Generales Españolas. Su génesis y entrada en vigor fue muy aplaudida tanto en España como en el extranjero.

Así se me hizo presente en un curso que dicté como profesor invitado en la Universidad de Roma que me honró con esa tribuna desde la que hablé de la nueva Constitución española y su proyección político-criminal.

Los colegas extranjeros que me escucharon me felicitaron, no tanto a mí sino a España por haber aprobado una Constitución tan respetuosa con los derechos fundamentales y las libertades publicas. Antonio Her-

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nández Gil que presidía, como máximo representante de las Cortes españolas, complacido, personalmente me felicitó por mi apasionada defensa de nuestro texto constitucional.

No hay que olvidar que es la primera vez en la historia de España que una constitución haya estado vigente mas de 30 años de forma total e inmutable pues no ha recibido legalmente la menor mácula. No obstante, es lógico pensar que, después de esa experiencia tan amplia y sustituyendo a una dictadura, hayan surgido relevantes problemas que hacen que los Estatutos, como textos legales de desarrollo directo de la Constitución deban ser revisados y reajustados de acuerdo con las necesidades socio- políticas a las que dá cobertura la Constitución.

En el anterior sentido, conviene recordar que el alboroto del 23 F fue expresión de una manifestación, radical y grosera, de negación de la Constitución y de sus valores esenciales. Por fortuna para España y los españoles, la cosa quedó en eso, en un mero y simple alboroto o algarada que me mantuvo encerrado toda una noche en vela, en Amador de los Ríos sede del Ministerio Interior y por mi parte me aferro cada día en no considerar ni recordar, ni menos, valorarlo críticamente, por simple salud mental y hasta emocional. Pero, el alboroto, por decir así, lo hubo y no fue a más por la prudencia...

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