La Constitución de los Estados Unidos como Norma Suprema

AutorFaustino Gudín Rodríguez-Magariños
Cargo del AutorMagistrado. Letrado de la Administración de Justicia (excedente). Doctor en Derecho. Licenciado en Criminología
Páginas15-53

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1. Antecedentes

En una época de claroscuros, bañada de una atmósfera embriagada de anhelos y esperanzas donde nada es lo que es y todo puede llegar a ser lo contrario1, en una colonia oprimida y un tanto ninguneada del otro lado del Atlántico, alejados de la luz de las miradas que se focalizan en la omnipotente Europa, un grupo de decididos ciudadanos (que no súbditos) emprenden una tarea que convertirá al mundo en un espacio diferente de cara a la convivencia.

Todo sistema jurídico es tributario de una determinada evolución histórica. Para comprender al nuevo Ordenamiento norteamericano debemos partir de una idea troncal: en 1787, Estados Unidos no sólo se propugna ante los ojos del resto del planeta meramente como un nuevo Estado, sino que irrumpe como una nación que ondea la primera Constitución que ve nacer la humanidad (quitando la irrelevante anécdota histórica que representa la de San Marino de 1600, de nula incidencia internacional). Los valores que impregnaban dicho texto tenían muy poco que ver con los valores tradicionales con los que se organizaban el resto de los Estados que habían aparecido anterior-mente.

Bajo la sombra de su texto, laten nuevos conceptos como la separación de poderes y que el poder sólo encuentra su auténtico sentido cuando se entiende como un servicio hacia los ciudadanos, que ningún hombre se halla por encima de la ley y que el privilegio de cuna o linaje debe ser reputado como un absurdo sinsentido, que todos puedan optar a construir su propio futuro sin gremiales ataduras, etc. El cúmulo de pasos hacia adelante fueron de tal modo trascendentales en la historia de la humanidad, que en el futuro casi todos los países se moldearán con una Constitución escrita que englobe todos sus proyectos y que el mundo del antiguo régimen viera declinar su aura hacia un crepúsculo más o menos inmediato. Por lo tanto, el

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Derecho de estos peregrinos pioneros metamorfoseados en revolucionarios inició una costumbre que luego seguirán indefectiblemente casi todos los países de la tierra a su imagen y semejanza.

Esta Constitución surge como una manifestación de la explosión ideológica del iluminismo pero encapsulado bajo el aura de la tradición jurídica británica de la cual, al menos inicialmente, se muestra como un ordenamiento tributario.

El eje sobre el que se desarrolla el Ordenamiento de los Estados Unidos proviene de su alma de antigua posesión británica. Fueron las denominadas trece colonias las que marcan la batuta a seguir, por ende no fue el área hispánica que posteriormente devendrá en mejicana2, ni la presencia francesa derivada de los territorios de la Luisiana, de prácticamente nula o muy escasa infiuencia en este campo. De otro lado, germina un modo de resolver los confiictos entre ciudadanos que se asemeja mucho al de la metrópoli. A diferencia de los otros dos poderes, el incipiente sistema judicial norteamericano en un principio se ve muy eclipsado por el aura de la gran potencia mundial de la época, la cual previamente les había colonizado (Reino Unido). Existe un sentimiento ambivalente teñido de respeto hacia el gigante británico, bajo cuya bandera habían luchado muchos de los ahora rebeldes, tales como Washington quien militarmente en el pasado luchó contra Francia incluso perdiendo un hermano en la contienda3, pero también una clara intención de separarse del camino marcado. De la metrópoli "heredaron" el sistema aplicado en esa región que se caracteriza por basarse más en la jurisprudencia que en las leyes, es decir, en el análisis de las sentencias judiciales dictadas por otros tribunales.

En el caldo de cultivo revolucionario se sitúan conocidas causas económicas como el monopolio comercial impuesto por Gran Bretaña y el reconcomio compartido por los colonos de que sus intereses no iban a ser tenidos en cuenta por Londres, el hecho de sentirse un mero objeto de una Corona lejana que no les aportaba prácticamente nada. Este despecho se mostrará presente en todo el confiicto, los padres fundadores han palpado en sus carnes el soberbio despotismo del yugo inglés, el recuerdo de haber sido ninguneados y relegados como una colonia, de un mero trofeo del Imperio británico, de desagradecimiento por sus inmensos sacrificios derivados de la cruenta guerra de los siete años, de haber sido expoliados para sacarles impuestos, etc. En definitiva, esta conciencia de vasallaje y sometimiento, les afectará profundamente llegando a comprender, no sin cierta paradoja, a través de los británicos Locke o Bacon que la metrópoli era un modelo equivocado de organización cívica.

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La Guerra de los Siete Años vació las arcas de las dos superpotencias en confiicto, Francia y Reino Unido, siendo la causa del generalizado descontento popular que germinaría en las revoluciones populares que sufrirán en un futuro no muy lejano ambas naciones de modo desigual en 1776 y 1789. Para paliar este desastre financiero, la metrópoli impuso sobre las colonias una serie de impuestos y leyes tributarias destinadas a tapar los reseñados huecos financieros que fueron muy impopulares máxime teniendo en cuenta que los colonos eran los que habían sufrido en sus carnes las consecuencias más directas de la cruenta guerra.

El 18 de marzo de 1766, el Parlamento derogó la ley del timbre (Stamp Act’s), pero como velada contrapartida al monarca, al mismo tiempo afirmó su derecho a gravar las colonias para reequilibrar el déficit. Desde ese momento las relaciones entre las colonias y el Parlamento irrevocablemente se deterioraron. Paradójicamente, estas causas económicas serían también la causa de la derrota del imperio británico incapaz de sostener durante mucho tiempo una guerra que se mostraba como inviable4.

Dos de los acontecimientos que han sido considerados como las causas de la revolución, y por ende, de la Guerra de la Independencia de los EEUU fueron, por un lado, el Motín del Té de Boston y, por el otro, las sanciones de las Actas Intolerables. Aunque sus consecuencias no fueron inmediatas, extendieron la atmósfera de malestar entre las Trece Colonias y los colonos comenzaron a reunirse en comités para discutir su futuro lejos de la metrópoli.

Otro de los pilares donde se fundamenta el nuevo modelo norteamericano es el protestantismo de sus integrantes. Existe un marcado repudio al Ancien Régime y a la Iglesia Católica del otro lado del Atlántico, pero también al anglicanismo oficial Hannoveriano, un rechazo que se trata de encapsular en el espíritu de los "pilgrim" o peregrinos que buscan una nueva tierra prometida donde poder profesar su fe, y que posteriormente se intentó ilustrar bajo una concreta historia de los puritanos evadidos del Mayfiower haciendo alusión a un día de acción de gracias en 1620 en la Bahía de Plymouth (en la costa de Massachusetts). No hemos de olvidar que estos presbiterianos calvinistas heterodoxos, huidos de la odiosa autocracia del rey Jacobo Estuardo, buscaban hallar en el nuevo mundo una nueva Jerusalén y purificar allí a la religión anglicana de los males oficialistas que la aquejaban.

Este sentimiento colectivo de nación ungida por la Providencia5se correlaciona con la creencia troncal presbiteriana, de corte casi místico6, acerca de la predestinación de los individuos y los pueblos7. La idea

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de que se forma parte de un territorio elegido y bendecido por el Todopoderoso, empapa el ambiente y, con el paso del tiempo, se consolidará como una constante en toda la historia estadounidense. Para percatarse de esta convicción generalizada basta fijarse en sus monedas que acuñan el lema nacional "In God We Trust"8para comprobar que más que el sentimiento subjetivo de un grupo, es una creencia firmemente compartida por todo un país. Esta certeza, casi unánime, de haber sido un pueblo marcado por la mano del Altísimo se vio reforzada por el hecho de convertirse en la primera potencia mundial a la par que una potencia casi invicta hasta la guerra de Vietnam. Casi como consecuencia, se enraizó en el sentir de todo ciudadano estadounidense que su éxito se debía a que era una nación elegida por el designio divino.

No se puede ningunear cierta clave de propaganda en relación a los Pilgrims, ni tampoco se puede ignorar que la iconografía de los peregrinos ha sido quizás una de las más utilizadas en la historiografía norte-americana para justificar la colonización británica del continente y la desaparición física o éxodo masivo a otras tierras de los nativos indios. Sin embargo, su actuación -analizada bajo los cánones actuales- deber ser reputada en términos globales como positiva: los motivos para su emigración fueron el escapar a la opresión del monarca inglés y reafirmar su derecho a la libertad religiosa; pese a que acabaría con una especie de deportación masiva de los originarios nativos a otros lares (cuando no genocidio), la actitud inicial en relación con los nativos fue marcadamente respetuosa y justa; y su comportamiento fue ético desde el mismo momento de su desembarco, fundamentándolo en el llamado "Pacto del Mayfiower".

Aunque todos los actuales relatos sobre los primeros años de la colonización incluyen referencias a los Pilgrims, la utilización de este término, para referirse a los colonos que en...

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