Algunas consideraciones en torno a la tolerancia religiosa en el derecho romano y el paradigma de los rescriptos del emperador constantino a los obispos Osio de Córdoba (C.J. 1.13.2. / C.TH. 4.7.1.) y Protógenes de Sárdica (C.J. 1.13.1.)

AutorSalvador Ruiz Pino
Páginas449-460

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1. Introducción: la tolerancia religiosa Los edictos de Milán (313) y nicomedia (311)

En el año 2013 se cumplía el séptimo centenario de la promulgación del denominado Edicto de Milán, firmado por Constantino I el Grande y Licinio,

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que dio comienzo a la denominada Paz de la Iglesia1. La constitución imperial, según nos consta de la versión que nos ofrece Lactancio en su obra De morti-bus persecutorum, XLVIII, 34, 1, se da a conocer por Licinio una vez llevado su ejército a Bitinia y entrado en Ni comedia, donde dio gracias a Dios con cuya ayuda había logrado la victoria, el día 15 de junio del año en que él y Constantino eran cónsules por tercera vez2. En esta carta los emperadores occidental y oriental establecen lo siguiente:

Lactantius, De mortibus persecutorum, XLVIII: 2. «Cum feliciter tam ego [quamj Constantinus Augustus quam etiam ego Licinius Augustus apud Medio-lanum cinvenissemus atque universa quae ad commoda et securitatem publicam pertinerent, in tractatu haberemus, haec inter cetera quae videbamus pluribus hominibus profutura, vel inprimis ordinanda esse credidimus, quibus divinitatis reverentia continebatur, ut daremus et Christianis et ómnibus liberampotestatem sequendi religionem quam quisque voluisset, quod quicquid divinitatis in sede caelesti. Nobis atque ómnibus qui sub potestate nostra sunt constituti, placatum ac propitium possit existere. 3. Itaque hoc consilium salubri ac reticissi ma ratione ineundum esse credidimus, utnulli omnino facultatem abnegendam putaremus, qui vel observationi Christianorum vel ei religioni mentem suam de-deret quam ipse sibi aptissimam esse sentiret, ut possit nobis summa divinitas, cuius religioni liberis mentibus obsequimur, in ómnibus solitum favorem suum benivolentiamque praestare.

Comprobamos, por tanto, como es voluntad de Constantino y Licinio, reunidos en Milán "para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público", que tanto los cristianos como otros grupos religiosos hasta entonces perseguidos tengan "facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad". Continúan los emperadores señalando que su determinación de que "a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente", está dirigida "a fin de que la Suprema Divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia". Esta idea de gratitud por los favores recibidos viene a repetirse en la constitución a la que nos venimos refiriendo, al señalar los emperadores que, por esta nueva normativa "el favor divino que en tantas y tan importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro

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lado constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público"3. De la misma forma, en otro lugar, se señala que no sólo a los cristianos se les faculta para ejercer libremente su religión, sino que cualquier ciudadano está capacitado para "observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido, como es propio de la paz de nuestra época". Señalan los autores que "nos ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión"4.

Como podemos comprobar por el propio texto del Edicto de Milán, la intención de los emperadores va mucho más allá de la tolerancia religiosa de cualquier credo en el territorio imperial. De esta forma, el edicto devolvió a los cristianos sus antiguos lugares de culto y reunión, así como el resto de propiedades que habían sido confiscadas por las autoridades romanas y, en ocasiones, vendidas a particulares. En estos casos se establecía que los cristianos no tuvieran que pagar nada en concepto de indemnización ni sufrieran fraude o engaño alguno:

Lactantius, De mortibuspersecutorum, XLVIII: 7. Atque hoc insuper inpersona Christianorum statuendum esse censuimus, quod, si eadem loca, ad quae antea convenire consuerant, de quibus etiam datis adofficium tuum litteris certa antehac forma fuerat comprehensa. Priore tempore aliqui vel a fisco nos tro vel ab alio quocumque videntur esse mercati, eadem Christianis sine pecunia et sine ullapretiipetitione, postposita omnifrustratione atque ambiguitate restituant;

De la misma forma habría que actuar en los supuestos de donación de las citadas propiedades antaño cristianas:

Lactantius, De mortibus persecutorum, XLVIII: 8. qui etiam dono fuerunt consecuti, eadem similiter isdem Christianis quantocius reddant, etiam vel hi qui emerunt vel qui dono fuerunt consecuti, sipetiverint de nostra benivolentia aliquid, vicarium postulent, quo et ipsisper nostram clementiam consulatur. Quae omnia cor-pori Christianorum protinus per intercessionem tuam ac sine mora tradi oportebit.

Y como constara que "los cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares" ordenaban los emperadores que éstos, "sin ninguna clase de equívoco ni de oposición", les fuesen devueltos a su comunidad y a sus iglesias:

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Lactantius, De mortibus persecutorum, XLVIII: 9. Et quoniam ídem Chris-tiani non fin] ea loca tantum adquae convenire consuerunt, sed alia etiam habuis-se noscuntur ad ius corporis eorum id est ecclesiarum, non hominum singulorum, pertinentia, ea omnia lege quam superius comprehendimus, citra ullam prorsus ambiguitatem vel controversiam isdem Christianis id est corpori et conventiculis eorum reddi iubebis, supra dicta scilicet ratione serrata, ut ii qui eadem sinepretio sicut diximus restituant, indemnitatem de nostra benivolentia sperent.

Este Edicto de Milán, sin embargo, no fue el primer texto legal de tolerancia religiosa para los cristianos que se promulgó. Dos años antes, en el 311 d.C, el Emperador Galerio firmó una constitución imperial que ha venido a denominarse como el Edicto de tolerancia de Nicomedia, también llamado de Sérdika (Sár-dica) por ser el lugar de edición del edicto5. El texto del edicto, según la versión de Lactancio, es el siguiente:

Lactantius, De mortibus persecutorum, XXXIV: 1. "ínter cetera quae pro rei publicae semper commodis atque utilitate disponimus, nos quidem volueramus antehac iuxta leges veteres etpublicam /disciplinam Romanorum cuneta eorrigere atque idprovidere, ut etiam Christiani, qui parentum suorum reliquerant sectam, ad bonas mentes redirent, 2. siquidem quadam ratione tanta eosdem Christianos voluntas invasisset et tanta stultitia oceupasset, ut non illa veterum instituía seque-rentur, quae forsitan primum parentas eorundem constituerant, sed pro arbitrio suo atque ut isdem erat libitum, ita sibimet leges faeerent quas observarent, etper diversa loca varios populos congregarent. 3. Denique cum eiusmodi nostra ius-sio extitisset, ut ad veterum se instituía conferrent, multi periculo subiugati, multi etiam deturbati sunt. 4. Atque cumplurimi in proposito perseverarent ac videremus nec diis eosdem cultum ac religionem debitam exhibere nec Christianorum deum

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observare, contemplatione mitissimae nostrae clementiae intuentes et consuetudi-nem sempiternam, qua solemus cunctis hominibus veniam indulgere, promptissi-mam in his quoque indulgentiam nostram credidimus porrigendam. Ut denuo sint Chrsitiani et conventícula sua componant, ita ut ne quid contra disciplinam agant. 5.

aliam autem epistolam iudicibus significaturi sumus quiddebeant observare. Unde iuxta hanc indulgentiam nostram debebuntdeum suum orare pro salute nostra et reipublicae ac sua, ut undique versum res publica praestetur incolumis et securi vivere in sedibus suispossint."

Como podemos leer del texto del edicto, la razón fundamental para determinar el fin de las persecuciones contra los cristianos fue la perseverancia de los mismos en su culto pese a la violencia que se ejercitaba contra ellos por haber abandonado "la religión de sus ancestros". Como señala el emperador, "muchos perseveraron en su propósito", por lo que "habida cuenta de nuestra gran clemencia e inveterada costumbre de indulgencia que ejercitamos frente a todos los hombres, (...) pueden nuevamente los cristianos reconstituirse, así como sus lugares de culto, siempre que no hagan nada en contra del orden público". Comenzaba así, por tanto, un cambio en las circunstancias de las relaciones entre el cristianismo y Roma.

2. El paradigma de la manumissio in ecclesia de los rescriptos del emperador constantino a los obispos osio de córdoba (C J. 1.13.2. /C.TH. 4.7.1.) y protógenes de sárdica (CJ. 1.13.1.)

El cambio progresivo de las relaciones entre el cristianismo y Roma y su Derecho se dejó pronto ver en la influencia que sobre éste tuvo la nueva filosofía y cosmovisión cristiana. Como señala Fernández de Buján, A.6, la influencia de la filosofía cristiana en el Derecho Romano es clara en determinadas instituciones. Así, recuerda nuestro común maestro que "se atribuyó a los obispos, que originariamente eran elegidos como tales por la propia comunidad de fieles, poderes administrativos y jurisdiccionales en asuntos que afectan no sólo a clérigos sino también a seglares (episcopalis audientia)". De la misma forma, en este ámbito de influencia cristiana "se dificulta el divorcio, estableciéndose sanciones patrimoniales para el cónyuge culpable y causas tipificadas para el divorcio por mutuo acuerdo; se protege a los hijos(as) frente a la potestad paterna; se reconocen derechos hereditarios a los hijos(as) no...

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