Consideraciones previas sobre el funcionamiento de la administración

AutorLuis Fernando Crespo Montes
Páginas183-187

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Cuando a mediados de 1956 López Rodó pronuncia su conferencia en la Universidad de Santiago de Compostela sobre la reforma administrativa, está claro que de la que en aquel momento denominó reforma funcional no tenía un pensamiento muy elaborado. Es más, de entrada se limitó a decir que de la reforma de la organización (incluida la división ministerial) «se obtendrá indirectamente un mejoramiento funcional, es decir, una mayor eficacia y celeridad en la acción administrativa». Ambos sustantivos, celeridad y eficacia, fueron incorporados después a la Ley de Procedimiento Administrativo de julio de 1958, como principios rectores de la actividad de la Administración. Y pronto se convirtieron, junto con el de economía, en las pautas de comportamiento que debían seguir, en principio, los órganos administrativos.

Para López Rodó, en aquel momento, la reforma funcional giraba sobre la modernización de los métodos de trabajo, incluyendo expresamente en los mismos cosas tan distintas como la mecanización, la cibernética, la psicología industrial o las relaciones humanas. Todo este revoltijo era consecuencia de su resumida aunque atractiva propuesta de introducir las técnicas empresariales en el ámbito de la Administración.

Lo que no era la primera vez que sucedía después de la guerra civil. En el discurso pronunciado por el profesor Jordana de Pozas con motivo de su ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en 1941, también se hacía una referencia, algo traída por los pelos, a las técnicas propias del sector privado y a la viabilidad de su recepción por el sector público, según el talante autoritario o democrático de los regímenes políticos:

Toda la dirección que pudiéramos llamar científica para la reforma administrativa habría resultado estéril por los vicios del sistema democrático y liberal. Triunfante en el terreno de las empresas privadas, donde no encontraba el obstá-

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culo del sufragio y de los partidos, no había obtenido más que resultados modes-tísimos en el campo de los negocios públicos.

El Estado nuevo ha creado condiciones no sólo iguales a las de una gran empresa para la posible aplicación de los conocidos principios de la organización científica del trabajo, sino que las ha establecido evidentemente superiores. La continuidad garantizada por el partido único al servicio de un Caudillo, el orden mantenido por la exaltación autoritaria, la coordinación de los esfuerzos resultantes de la unidad a la que todos sirven, el idealismo, ese espíritu de sacrificio y la tensión característica de estos nuevos regímenes, unidos a otros factores de los que luego hablaremos, son anuncio cierto de que, si alguna vez puede establecerse un sistema técnicamente perfecto de administración, es ahora.

La necesidad de importar técnicas de la empresa privada a la Administración Pública no era a finales de los cincuenta, por lo tanto, una novedad. De hecho, en el contenido de los primeros cursos...

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