Las consideraciones climáticas en la nueva política agrícola común

AutorMaría del Mar Muñoz Amor
Páginas593-619

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I Introducción

El capítulo, con el título «Las Políticas Climáticas en el Medio Natural (1): la incidencia de la PAC» se va a centrar en cómo el cambio climático afecta al medio natural, especialmente al sector agropecuario, y en qué medidas se están adoptando desde aquella para aminorar dicha incidencia negativa en este sector, pues cómo señala el último Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2014)

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· La evidencia más sólida y completa de los impactos observados del cambio climático corresponde a los sistemas naturales,

· Los impactos negativos del cambio climático en el rendimiento de los cultivos, han sido más comunes que los impactos positivos, y, en un futuro

· Las zonas rurales se enfrentarán a grandes impactos en cuanto a la disponibilidad y abastecimiento de agua, la seguridad alimentaria, la infraestructura y los ingresos agrícolas, incluidos desplazamientos de las zonas de cultivos alimentarios y no alimentarios.

· Sin embargo, no tendría sentido trabajar en ello sin tener en cuenta y constatar cómo también las actividades agropecuarias han incidido de forma negativa en el cambio climático. Valgan como ejemplo los siguientes datos1:

· La concentración de metano (CH4) en la atmósfera mundial ha aumentado respecto de un valor preindustrial de aproximadamente 715 ppm (partes por millón), hasta 1.732 ppm a comienzos de los años 90, alcanzando en 2012 las 1.819 ppm,

· La concentración mundial de óxido nitroso (N2H) en la atmósfera también se ha incrementado desde la época preindustrial. En 2012 su concentración atmosférica fue de 325,1 ppb (partes por billón), lo que representa un aumento de 0,9 ppb con respecto al año anterior y del 120% con respecto al nivel de la era preindustrial.

· Para el caso del CO2, sus emisiones anuales en este periodo han crecido aproximadamente un 80%, pasando de 21 a 38 gigatoneladas, representando en el año 2004 un 77% de las emisiones totales de GEI antropógenos.

Es más, conforme se señala en la Hoja de Ruta de los Sectores Difusos a 20202, el aumento de las emisiones en este sector se ha debido mayoritariamente al aumento de la cabaña ganadera, pues está directamente relacionada con las emisiones de fermentación entérica, gestión de estiércoles y emisiones de suelos agrícolas, si bien el uso de fertilizantes inorgánicos también ha tenido una influencia relevante sobre el aumento de las emisiones de los suelos agrícolas españoles3.

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Lo cierto es que a estos datos, que por numéricos, parece que se hacen mucho más cercanos y reales, tenemos que añadir los ya conocidos desde hace algún tiempo y relativos a cómo el incremento de la productividad y la intensiicación de las actividades agropecuarias han supuesto el aumento de forma paralela de los problemas ambientales de ámbito general, trayendo consigo una afección negativa en prácticamente todos y cada uno de los recursos naturales.

Circunstancia esta que fue precisamente la que provocó un cambio en el enfoque de la inicial política agraria comunitaria, la conocida como PAC, al de la hoy ya conocida como Green PAC. Si quiera y aunque sea de forma muy breve, se hace obligatorio recordar cómo, por ejemplo, por lo que respecta a la calidad del agua, esta también se va a ver seriamente afectada debido al uso de los fertilizantes -que producirá la lixiviación-, o debido a los purines de los ganados -que generarán la contaminación de los acuíferos-; en relación con el suelo, la agricultura ha contribuido a la degradación de este de diversas maneras: pérdida de la fertilidad, salinización, contaminación por agroquímicos, erosión debida a la eliminación de la cubierta vegetal por el sobrepastoreo o el movimiento constante del suelo, etc., todo lo cual conlleva que la capacidad productiva del suelo disminuya y que, por tanto, los agricultores o los productores requieran emplear cada vez más fertilizantes para obtener los mismos resultados. La degradación del suelo también se produce debido a la compactación por maquinaria agrícola y a la reducción del contenido de materia orgánica, lo que afecta a la estructura y a la composición del suelo; respecto a la biodiversidad, el avance de la agricultura ha traído consigo pérdida de la misma. Por ejemplo, las prácticas monocultivistas -con la finalidad de alcanzar una mayor rentabilidad económica- han implicado el abandono de prácticas agrícolas tradicionales mejor adaptadas al territorio y a las especies.

Pues bien, conocido esto, en los siguientes apartados se va a exponer cómo desde el ámbito internacional primero, y posteriormente desde el europeo y nacional, se ha tratado de frenar el impacto que el cambio climático está produciendo en estos sectores.

II La lucha contra los efectos del cambio climático en el sector agropecuario desde el ámbito internacional

En la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) -adoptada en 1992 y que entró en vigor en 1994-, ya se recono-

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ció la existencia del problema del cambio climático, estableciéndose como objetivo último lograr la estabilización de las concentraciones GEI en la atmósfera con el fin de impedir interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático. Pero, sin duda, el punto de inflexión en la lucha contra los efectos de estos gases lo encontramos en Kioto. Y ello porque en la CMNUCC solo se señalaba que este objetivo debía de cumplirse en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adaptasen naturalmente al cambio climático, asegurando además, que la producción de alimentos no se viera amenazada y permitiendo que el desarrollo económico prosiguiera de manera sostenible; pero sin que en ningún momento se especificara cuáles deberían ser los niveles de concentración ni en qué plazo de tiempo deberían estos alcanzarse.

Cuestión que si se hizo posteriormente por medio del Protocolo de Kioto, a resultas de las conclusiones del Segundo Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 1997) en el que se concluía que el clima ya había comenzado a cambiar a causa de las emisiones de GEI. De este modo, a través del Protocolo de Kioto se desarrollaron y dotaron de contenido concreto las prescripciones genéricas de la CMNUCC, pero fundamentalmente, lo que hizo Kioto fue incluir compromisos jurídicamente vinculantes de reducción o limitación de emisiones GEI.

Así, de Kioto son varias las cuestiones que nos interesa saber en relación con el tema que nos ocupa. En primer lugar, que entró en vigor en febrero de 2005 y que estableció por primera vez, a través de un calendario de cumplimiento, los objetivos de reducción de emisiones netas GEI para los principales países desarrollados y economías en transición4.

En efecto, se asumió el compromiso de reducir, individual o conjuntamente, durante el quinquenio 2008-2012, al menos un 5% de sus emisiones antropógenas de los seis gases objeto de control, respecto de las emisiones del año base, 1990-19955. Estos seis gases de efecto invernadero son los siguientes: dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O), metano (CH4), hidrofluorocarbonos

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(HFC), perfluorocarbonos (PFC), y el hexafluoruro de azufre (SF6). El año de referencia es 1990, si bien, para los gases fluorados (HFCs, PFCs y SF6), se permitía utilizar 1995 como año base.

En segundo lugar, el Protocolo de Kioto contempló la posibilidad de utilizar tres instrumentos, conocidos como Mecanismos de Flexibilidad, para afrontar la lucha contra el cambio climático. Se trata de: el Comercio de Emisiones (CE), el Mecanismo de Aplicación Conjunta (AC), y el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), definidos en los artículos, 17, 6 , y 12 del Protocolo, respectivamente.

En todo caso, nos interesa saber, por lo que a nuestro trabajo corresponde, que como MDL se contemplan los sumideros6. Y ello porque, el Protocolo de Kioto iba a permitir que los países que lo hubieran ratificado y que hubieran adquirido compromisos de limitación o reducción de emisiones GEI a la atmósfera, pudieran utilizar la absorción de carbono de la atmósfera debida a los sumideros para compensar parte de sus emisiones. Es decir que las Partes podrían retirar gases de efecto invernadero de la atmósfera almacenándolo en forma de materia vegetal, esto es, secuestrando el carbono en la biosfera terrestre y usando este secuestro de carbono para compensar algunas de sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Se conoce como sumidero cualquier proceso, actividad o mecanismo que absorbe un gas de efecto invernadero, un aerosol o un precursor de un gas de efecto invernadero de la atmósfera7. Las formaciones vegetales actúan como sumideros por su función vital principal, la fotosíntesis (proceso por el que los vegetales captan CO2 de la atmósfera o disuelto en agua y con la ayuda de la luz solar lo utilizan en la elaboración de moléculas sencillas de azúcares). Mediante esta función, los vegetales absorben CO2, compensando así las pérdidas

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de este gas que sufren por la respiración y por lo que se emite en otros procesos naturales como la descomposición de materia orgánica.

Es por eso que se puede decir que el sector agroforestal presenta como particularidad que es el único que, a través de la fotosíntesis, puede secuestrar dióxido de carbono de la atmósfera y retenerlo en forma de biomasa y materia orgánica del suelo. «Por este motivo, la agricultura puede contribuir a la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pues bajo un manejo apropiado puede reducir a cero las emisiones de CO? a la atmósfera y capturarlo...

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