El conflicto y los 'ADR' en la empresa familiar

AutorCristina Fernández Cámara
Páginas853-877

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I La subsistencia de las empresas familiares

Lladró, Gullón, Eulen, Llongueras, Rumasa, Cuétara, Rubiralta, Jesmar... no son pocos los casos de empresas familiares que, desgraciadamente, han ocupado titulares de prensa cuando se han ido a pique o han sido compradas por algún grupo ajeno a la familia fundadora. ¿Nos importa que subsista la empresa familiar? ¿Es suficiente que subsista la empresa, aunque fracase en su condición de empresa «familiar»? ¿Fracasan las empresas familiares más que otras? ¿Por qué se han hun-dido las empresas familiares cuando lo han hecho? ¿Cómo prevenirlo y evitarlo?

1. ¿Nos importa que subsista la empresa familiar?

En primer lugar, a quien seguro le interesa —por constituir el sustento de sus miembros— la subsistencia de la empresa familiar es a la propia familia empresaria que de ella se ocupa, y ello sería suficiente para merecer nuestra atención y atender a las causas que hacen permanecer en el tiempo a una empresa familiar o que, por el contrario, hacen que ésta se extinga.

No obstante, ya desde una perspectiva social, ¿interesa que persistan las empresas familiares? Por razones innegables es socialmente deseable que existan unidades de producción o de prestación de servicios que sean viables económicamente —sean o no familiares— debido a su evidente importancia en la generación de riqueza, innovación, creación de puestos de trabajo y satisfacción de necesidades sociales. Pero ¿es deseable que subsistan estas empresas como «familiares»? En principio, como señala GOMÁ LANZÓN, a esta pregunta podría dársele una respuesta negativa, «o al menos un ambiguo “no necesariamente”»1.

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Así, estas empresas podrían, en teoría, subsistir como «no familiares» y ser igual o más convenientes socialmente, si su impacto en la sociedad fuese igual o más positivo. En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 82,8 % de las empresas son familiares2. Para nosotros el carácter «familiar» de una empresa sí tiene un valor social añadido, por los siguientes motivos:

  1. Según el Instituto de Empresa Familiar (IEF) este tipo de empresas proporciona el 70 % de los puestos de trabajo correspondientes al sector privado y genera el 60 % del valor añadido bruto en nuestro país.3

  2. Las empresas familiares tienen un altísimo grado de reinversión de beneficios. Así, según el antedicho IEF, las empresas familiares reparten únicamente el 3,6 % de beneficios y el 86,2 % no ha distribuido beneficios en los dos últimos años, lo que tiene un impacto muy positivo en el crecimiento de estas empresas y en la inversión en I + D + i.

  3. Esta clase de empresas se caracteriza por su elevada tasa de inversión en innovación: el 72,8 % de las empresas familiares ha puesto en práctica alguna innovación (de producto o proceso) en los últimos tres años, lo cual, según el citado IEF, representa un porcentaje muy superior al promedio de la empresa española.

  4. Uno de los rasgos más característicos de la empresa familiar es el mayor compromiso que, tanto trabajadores como directivos, presentan con la misma, que se ve como algo más que un simple «negocio», para ser más una verdadera «empresa», en el sentido que esta palabra tiene de «proyecto» común.

  5. Derivado de lo anterior, la empresa familiar no es «cortoplacista», sabe que en el «buen hacer» constante y en el prestigio sostenido le va su éxito y su estabilidad a lo largo de los años. El fundador pretende que éste sea su medio de vida y seguramente también el de su familia, por lo que no pretende únicamente aprovechar la coyuntura o, como vulgarmente se dice, «pegar el pelotazo». Los clientes y proveedores de la empresa familiar tienen conocimiento del mayor compromiso de las empresas familiares, por lo que son más fieles a la empresa familiar que a otros tipos de empresas, consolidándose relaciones comerciales y generándose redes y sinergias positivas.

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  6. Quizá en relación con lo último —y en algunos casos sin siquiera tener un plan específico al respecto o aún sin saber su nombre—, las empresas familiares tienen un alto grado de lo que se conoce como «responsabilidad social corporativa». En ellas está más presente una dimensión ética de la empresa y suelen tener en cuenta, no sólo los intereses de los shareholders —propietarios, accionistas o titulares de participaciones sociales— que básicamente consisten en obtener rendimiento económico de su participación, sino también los de los stakeholders —clientes, proveedores, trabajadores, ciudad, pueblo o comunidad en la que la empresa desempeña su labor, sociedad—, que son de variada índole y comprenden desde condiciones estables de empleo y conciliación laboral-familiar a la protección del medio ambiente.

  7. Derivado de lo anterior, y desde una óptica más amplia, las empresas familiares, principalmente las de tamaño pequeño y mediano, al estar fijadas en el lugar donde la familia se asienta y ser menos proclives a traslados y deslocalizaciones, contribuyen al desarrollo rural y a fijar población en los pueblos de España, ayudando de ese modo a paliar la triste situación que SERGIO DEL MOLINO describe en su extraordinario libro La España vacía.

    Finalmente, no podemos dejar de mencionar que, incluso aunque no fuese socialmente deseable la subsistencia de la empresa familiar, sí es socialmente deseable la subsistencia de la familia —sea o no empresaria—, por lo que, como veremos a lo largo de este trabajo, ante los problemas de la empresa familiar, siempre será preferible encontrar una salida que preserve, si no la empresa, al menos sí la relación familiar.

1.2. ¿Fracasan las empresas familiares más que otras?

Aunque, en promedio, las empresas familiares son más longevas que las que no lo son (33 frente a 12 años), según el IEF, la tasa de mortalidad durante el período 2007-2013 fue muy superior entre las empresas familiares que entre las no familiares. Así, la tasa de mortalidad de las empresas familiares en estos años de crisis ascendió a 18,3 %, mientras que la de las no familiares fue del 6,6 %4.

Podría alegarse que la mayor mortandad de las empresas familiares en estos últimos años es debida a su menor tamaño, por imaginar que puedan sortear de peor manera los embates de las crisis económicas, pero esto no parece ser muy exacto, ya que, si bien esta afirmación es cierta para las empresas no familiares (las empresas no familiares de menor tamaño tienen mayor mortandad que las de

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gran tamaño), no lo es para el conjunto de las familiares, puesto que las empresas familiares de menor tamaño tienen menos mortandad que las de gran tamaño5.

Ello nos hace sospechar que la mortalidad de las empresas familiares proviene de otras causas, como pueden ser la prevalencia de consideraciones de tipo familiar en la toma de decisiones, con relegación de criterios empresariales centrados en la eficiencia, o los problemas sucesorios, que no se plantean como tales en las empresas no familiares. Es un tópico decir de la empresa familiar que «el abuelo la funda, los hijos la debilitan y los nietos la liquidan»6, pero, por desgracia, los tópicos a veces no van desencaminados, ya que el paso de la primera a la segunda generación sólo lo supera el 70 % de las empresas familiares y únicamente el 15 % llega a la tercera. ¿Cuáles son las concretas razones que dificultan la subsistencia de las empresas familiares a lo largo del tiempo?

II Los específicos problemas de las empresas familiares

Como se expone en otros capítulos de esta obra, no existe un concepto unívoco de empresa familiar7 pero, como señala GOMÁ LANZÓN8, puede decirse que una empresa es familiar cuando cumple tres requisitos: «1.º Un parte esencial de su propiedad está en manos de una o varias familias, 2.º Sus miembros intervienen de forma decisiva en la administración y dirección del negocio, y 3.º Hay una vocación de continuidad, en cuanto que los miembros de la familia desean que la empresa continúe en manos de la misma mediante la incorporación de las sucesivas generaciones familiares».

1. Modelos de análisis de la empresa familiar

Ya desde su misma denominación como «empresa familiar» o «familia empresaria», se observa en estas instituciones, según RODRÍGUEZ PRIETO9 y VIO-

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LA DEMESTRE10, la intersección de dos sistemas relacionales distintos —el de la empresa y el de la familia—, con lógica, valores y discursos diferentes e incluso de algún modo opuestos:

— La esfera empresarial, que se centra en la racionalidad: sus parámetros son la eficiencia, el análisis coste-beneficio con reglas predominantemente objetivas. Su finalidad primordial sería la obtención de beneficios, para lo cual puede ser preciso que sobreviva el más fuerte, «caiga quien caiga».

— La esfera familiar, que se centra en la afectividad: sus parámetros son la...

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