Combinación de las formas de lucha: Negociar en la 'Mesa' y guerrear en el país. Percepciones de Marulanda y el Mono Jojoy

AutorJaime Contreras
Páginas275-289

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CAPÍTULO 16.

COMBINACIÓN DE LAS FORMAS DE LUCHA: NEGOCIAR EN LA “MESA” Y GUERREAR EN EL PAÍS. PERCEPCIONES DE MARULANDA Y EL MONO JOJOY

Sin embargo, ahora venían las negociaciones y eso significaba, para los subversivos, una extraordinaria posibilidad de avanzar en el conflicto siguiendo las normas estructurales, de la combinación de las formas de lucha; y ahora dentro del marco estratégico de tal combinación, había llegado el tiempo en el que, en el escenario público, dominaría el espectáculo de la política. Fue Marulanda, el que, en julio de 1998, después de su encuentro con Pastrana, marcó el rumbo estratégico de toda la organización para estos nuevos tiempos. Para el comandante en jefe, las FARC acudirán a la mesa de negociaciones, llevando bajo el brazo los 10 puntos de su conocida Plataforma para un Nuevo Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional, resultado programático de su Octava Conferencia. Ahí están incluidos todos los objetivos que la guerrilla ha elaborado para solucionar los problemas que este país viene arrastrando desde los primeros tiempos de su independencia. Son objetivos innegociables, y por ello es preciso que toda la organización los conozca para que, también, sepa defenderlos. Corresponde al Secretariado, institución en la que reside la máxima capacidad decisoria, analizar en profundidad los contenidos y los alcances de los 10 puntos de esa Plataforma para poder perfilar mejor, ordena Marulanda, nuestra posición política y tener “(…) suficiente claridad sobre lo que vamos a tratar con los tres poderes y la sociedad civil, y si los Estados Mayores de los Bloques participan también en lo posible, cuanto mejor”.

Una vez que tengamos ordenado suficientemente bien, lo anterior, explica Tiro Fijo, queda otro punto conceptual básico que todos, negociadores y personal de apoyo, nunca deben olvidar, ya estén en la mesa o ya en encuentros diversos con autoridades, personalidades, organizaciones o individuos. Se trata de afirmar siempre que “la salida al conflicto social y armado tiene que ser política, cualquiera que sea la situación del país” Y eso… por qué, inquiere Marulanda; y él mismo contesta con precisión: porque así damos tiempo para el fortalecimiento del Plan Estratégico en sus diversas etapas que, como todos saben, diseña las formas y los tiempos para conseguir el poder;

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este es el objetivo principal. Debemos insistir, también, en la naturaleza política del conflicto, porque, así, de tal manera ganamos audiencia nacional en campos y ciudades considerando el clamor nacional que existe por buscar una salida política; las FARC no deben ignorar la existencia de este clamor que el pueblo colombiano manifiesta y que, ya fuera de Colombia, sobre todo en casi todas las cancillerías de Iberoamérica, es entendido como la única salida. Salida política, siempre, que quiere decir salida negociada, aunque, finalmente, seamos nosotros los que determinemos los “puntos y las comas” de esa negociación. Todo esto no son más que tretas del juego, lo que supone que, a veces adoptaremos estrategias de simulación; en consecuencia, aunque nosotros finjamos, como lo haremos, diferentes rupturas de las conversaciones en distintas fases del proceso, no quebraremos definitivamente la negociación.

Un tercer punto aparece, también, como sustancial en esta fase de “diálogo”, señala el comandante en jefe. “Conviene –dice– que iniciemos una ofensiva militar generalizada, de acuerdo con la capacidad de los Bloques, en todo el país para ayudar a los negociadores como parte de la estrategia para alcanzar mejores resultados en los campos político, económico, social y militar”. En este punto, no debe haber duda alguna; son las reglas universales que se precisan, siempre, cuando todo conflicto insurgente desemboca en la mesa de negociación; en nuestro caso, en la guerra, que las FARC han protagonizado contra el estado, no hay tampoco excepción alguna. Sin embargo, en esta lucha que, como pueblo alzado en armas que somos, venimos realizando desde hace ya más de 30 años, existen otros frentes y otras modalidades de combate en las que nuestra guerrilla también ha destacado; son actividades que complementan el tiempo del enfrentamiento militar que hacemos frente a las fuerzas armadas, y que socavan la solidez del régimen opresor al que combatimos con las armas. En este espacio de lucha, ahora, en el tiempo en que nuestros negociadores estarán “guerreando” con las artes de la dialéctica, en la mesa con el gobierno, qué debemos hacer nosotros, los guerrilleros: “trabajar con las armas”, y, en consecuencia, Marulanda ordena que se intensifiquen todas las actividades de la lucha subversiva en todos los frentes, bajo el argumento de que nuestra presencia debe ser reconocida en toda la geografía colombiana, porque, arguye, la “población civil es parte del conflicto armado (…) por lo tanto no es aceptable la propuesta de no vincular la población civil en el conflicto”.

Por consiguiente, todas nuestras células, expertas en estas operaciones, deben estar activadas: “retenciones”, “imposiciones económicas”, acciones armadas de impacto publicitario u otras actividades que son usuales en la guerra subversiva. Todos saben que este tipo de guerra produce desmoralización del enemigo y refuerza nuestras posiciones en la mesa de diálogo; además, no hemos firmado ningún cese al fuego, asunto, éste, que ni siquiera se llegó a insinuar en nuestras conversaciones con el Presidente; porque, lo que, a este respecto, Raúl Reyes insinuó, pocos días antes de que los militares se retiraran de las instalaciones del Batallón de Cazadores, “que tal retirada nada tenía que ver con un cese al fuego, sino que no sería más que una mera declaración que buscaba provocar ciertos efectos psicológicos, sin compromiso alguno por nuestra parte”. Y en este aspecto tan importante, el de los efectos psicológicos, deberemos, igualmente, estar prevenidos, continuaba explicando el coman-dante, porque el enemigo burgués no tendrá escrúpulo alguno en declarar una fuerte guerra psicológica y de propaganda contra nosotros. En esta guerra, dice Marulanda,

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FARC-EP: INSURGENCIA, TERRORISMO Y NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA

comenzarán hablando de Derechos Humanos e, inmediatamente, sacarán a relucir un asunto falaz y cobarde: el tema de los niños que tenemos en nuestra organización. Dirán que son menores reclutados forzosamente como guerrilleros en nuestras filas. Aquí, insiste, el líder, todos los hombres, mujeres y simpatizantes de FARC han de tener una respuesta común: “los niños existentes en filas –ordena el jefe– son hijos de guerrilleros que les ha tocado refugiarse con sus padres en los frentes; por tanto no es aceptable impedir que los niños visiten a sus padres en los campamentos y hasta portar armas para defender la vida como deber justificado ante cualquier autoridad” Son respuestas que todos deben aprender para contestar cuando sean interpelados por investigadores de comisiones públicas nacionales o internacionales. También el tema de las “retenciones”, (es decir secuestros). ¿Qué debemos responder, a este respecto? Que sólo lo hacemos contra los que auspician y protegen a los paramilitares o contra las empresas transnacionales que saquean los recursos del país y contra el Estado, que actúa como su principal gestor. No puede haber aquí duda ni discusión alguna. Y respecto de los atentados contra las infraestructuras del país todos los guerrilleros deben saber que esto, lo de la voladura de oleoductos, por ejemplo, solo debe terminar cuando se firme el acto de paz duradero. Es algo que todos los gobiernos del mundo acusan de hacer a los movimientos de liberación que, ellos, califican de subversivos, ¿por qué no darles razón y debilitar así al enemigo?

Por último, explica Marulanda a sus guerrilleros, oiréis al enemigo, en estos tiempos de las conversaciones de San Vicente del Caguán, que debemos humanizar la guerra. Es falso lenguaje, dice el jefe sin rubor alguno, porque nosotros, que somos la sociedad civil, estamos enfrentados con el estado y tenemos derecho a defendernos y utilizar los medios que están a nuestro alcance. Lo de humanizar, por ello, es humo de pajas que usa el enemigo “(…) para acallar el descontento popular y someterlo”. Tales son las argumentaciones principales que toda la organización debe entender y ejecutar en este tiempo de diálogo. Naturalmente la guerra no ha acabado, sino que estamos en una fase complementaria de ella; por eso nuestro objetivo es crecer militar y políticamente. En este aspecto, el político, tenemos un planteamiento general para solucionar la problemática nacional, definido y estudiado en nuestros 10 puntos conocidos de nuestra Plataforma; luego, también tenemos, como hemos dicho, el mantenimiento de la guerra subversiva; nos queda un flanco político por cubrir: el de nuestras relaciones con el Partido Comunista. Todos saben que el Partido Comunista ha sido nuestra tradicional manera de expresarnos políticamente, porque nosotros, a diferencia de otras manifestaciones armadas, como el ELN, por ejemplo, hemos guiado nuestras experiencias revolucionarias siguiendo las máximas clásicas del marxismoleninismo; pero ocurre que al actual Partido Comunista colombiano le cuesta mucho entender nuestra dinámica; les parece grave, a sus dirigentes, que no les hayamos consultado nuestro Plan Estratégico y que nuestros éxitos militares no los hayamos, previamente, compartido con ellos, porque entienden que no hemos considerado suficientemente la entidad política de los mismos. Comprendo, opina Marulanda dirigiéndose a sus camaradas del Secretariado que, respecto del Partido Comunista, y dado que es evidente que no pensamos igual, debemos invitar a su dirección a que inicie un proceso de depuración de su militancia porque parece no comprender nuestra opción por la lucha armada en relación con la combinación que ahora iniciamos, la de la lucha política que tiene...

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