Coda: ¿Escuelas de imperio o Imperio de Escuelas?

AutorDámaso de Lario
Páginas355-358
355
CODA
¿ESCUELAS DE IMPERIO O IMPERIO DE ESCUELAS?
El obispo Antonio de Pazos y Figueroa (1524-1586), antiguo colegial de
San Clemente y ex presidente del Consejo de Castilla, en unas instrucciones
que dejó a su sucesor en este cargo, Francisco Zapata de Cisneros, conde de
Barajas, le señala, entre otras cosas:
Tiene S. M. muy aborrecido el término que entre los colegiales hay, porque así piden
las plazas de asiento como si se les debiesen y fuesen suyas en juro de heredad, y cuantas
se proveen a otros… les parece que las quitan de la boca… Tendrá V. S. una grande impor-
tunidad de los consejeros colegiados [colegiales], porque ninguno hablará por otro que
por sus colegas, y a ninguno que no lo haya sido tienen por benemérito ni hacen por él115.
Los colegios mayores fueron instituciones creadas por y para castellanos
fundamentalmente. Castilla era la Corona principal de la “monarquía com-
puesta” hispánica y era allí dónde estaba la Corte y donde residían los grupos
de poder; desde Castilla se distribuían también las prebendas y los cargos
principales, y por Castilla debía pasar todo el que aspirara a hacer carrera
fuera de su “provincia”. Era natural pues, que la “geografía sentimental” y los
intereses de los fundadores les llevaran a crear instituciones para sus gentes,
aunque puntualmente pudieran admitir a estudiantes de “naciones” distintas
a la castellana.
Por otra parte, el desarrollo del movimiento colegial europeo propició la
paulatina creación de una red de colegios seculares en Castilla y en los otros
reinos peninsulares, donde se formaron centenares de hombres que luego
nutrieron la pequeña y media burocracias de la Monarquía. Pero la alta bu-
rocracia y la clase política procedían mayoritariamente de la alta nobleza y
de los colegios autodenominados “mayores”. Resulta fascinante constatar su
evolución, en sincronía con el desarrollo de la Monarquía de los Austrias:
de fundaciones creadas para permitir la formación en las universidades de
“hombres del saber” de origen humilde, pasaron a ser, sobre todo, institucio-
nes para la forja de “letrados” –de sangre limpia y procedentes de familias
razonablemente acomodadas, cuando no ricas–, hábiles en el manejo de las
herramientas de imperium, de mando, que el Poder necesitaba. De ahí que
115 Apud Domínguez Ortiz (d), p. 135.

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