Civilizando el congo, ¿qué relato?, ¿la verdad de quién?: ¿con qué criminología?
Autor | Wayne Morrison |
Páginas | 136-173 |
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Nuestra refinada sociedad agrega a la vida humana (y con razón) un valor desconocido para las comunidades bárbaras. Cuando nuestro deseo dirigido se implanta entre ellas, su objetivo consiste en triunfar sobre todos los obstáculos, y los resultados que no se pudieron conseguir por medio de largas conversaciones, pueden seguir la influencia filantrópica. Pero si, en vista de esta deseable difusión de la civilización, contamos con los medios de acción que nos confieren dominio y la sanción de leyes, no es menos cierto que nuestro fin último es una tarea de paz. Las guerras no necesariamente implican la ruina de las regiones en las cuales la gente lucha contra nuestros agentes que no ignoran tal hecho, de modo que desde el día en que se afirma su efectiva superioridad, ellos se sienten profundamente reacios a emplear la fuerza. Sin embargo, los desdichados negros, que aún están bajo la influencia de sus tradiciones, tienen la horrible creencia de que la victoria es sólo decisiva cuando el enemigo, caído bajo sus golpes, es aniquilado. Los soldados del Estado que necesariamente se reclutan de entre los nativos, no reniegan inmediatamente de los hábitos que les han sido transmitidos de generación en generación. El ejemplo del oficial blanco y de toda la disciplina de la fuerza militar gradualmente inspira en ellos un horror de trofeos humanos, de los cuales ellos se habían jactado previamente. Es en sus líderes donde ellos deben ver la experiencia vívida de estos elevados principios que enseñaron que el ejercicio de la autoridad no se debe confundir de manera alguna con la crueldad, sino que esta última es, por cierto, destruida por la auto-ridad. Estoy contento de pensar que nuestros agentes, casi todos voluntarios de las filas del Ejército belga, tienen siempre presente en sus mentes un fuerte sentido de la carrera de honor en la cual están comprometidos, y están animados con un puro sentimiento de patriotismo; sin escatimar su propia sangre, más lo harán con la de los nativos, quienes verán en ellos a los todopoderosos protectores de sus vidas y de su prosperidad, benevolentes maestros de quienes tienen tan grande necesidad [rey Leopoldo II, soberano de Bélgica y del Estado Libre del Congo, 1885-1908, citado por Guy Burrows 1898: 286].
Tras haber hablado con los hombres y mujeres que han atestiguado las atrocidades, uno ha visto en los informes oficiales que aquellos que han sido acusados de atrocidades no niegan haberlas cometido, pero señalan que simplemente estaban obedeciendo órdenes, y después de ver que inclusive en la capital de Boma [luego capital del Congo] existen todas las condiciones de esclavitud, a uno le aseguran que, en la selva, lejos de la mirada de los hombres, todas las cosas son posibles. Mercaderes, misioneros, e incluso oficiales
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al servicio de Leopoldo me contaron que si uno pudiera disponer de un año y medio, o un año, para trabajar en el interior, sería testigo ocular de un tratamiento a los nativos como ninguno lo ha hecho antes, y si yo puedo confiar en mí mismo para considerar mi testimonio, y puedo dar crédito a mis ojos y oídos, tengo razones para saber que lo que ellos dicen es verdad. Estoy convencido de que hoy un hombre, que siente que un año y medio es bastante poco como para dedicarse a ayudar a veinte millones de seres humanos, puede lograr en el Congo un trabajo tan bueno como el de los abolicionistas...
Hace tres años, las atrocidades aquí eran abiertas y sin prejuicios. Por ejemplo, en opinión del Estado, los soldados, al matar para conseguir alimento, malgastaban las municiones estatales, y en consecuencia, los soldados, para mostrar a sus oficiales que no gastaban sus cartuchos de manera extravagante en antílopes y en la fauna salvaje, por cada cartucho vacío entregaban una mano, la mano de un hombre, una mujer o un niño. Estas manos, secándose al sol, se podían ver en los puestos a lo largo del río. Ya no están en evidencia; como tampoco lo está el lecho de flores del teniente Rom, que estaba bordeado por cráneos humanos.
El hombre al que se debe culpar por las atrocidades, por cada atrocidad particular, es Leopoldo [Richard Harding Davis 1907: 44-47].
Los investigadores de la ONU han confirmado informes de violaciones a los derechos humanos cometidas por tropas rebeldes durante las recientes luchas en la República Democrática del Congo (RD del Congo), que incluyen violaciones, tortura, ejecuciones arbitrarias y canibalismo.
La misión de la ONU en la RD del Congo dice que los soldados —apoyados por los ugandeses— del Movimiento para la Liberación del Congo (MLC) y dos fracciones menores, fueron responsables de que ocurrieran atrocidades entre mediados de octubre y finales de diciembre en el nordeste del Congo.
Más de 350 testigos y víctimas entrevistados por los investigadores de la ONU sobre derechos humanos confirmaron las alegaciones anteriores de que los rebeldes del MLC habían cometido extensas violaciones a los derechos humanos durante su reciente avance sobre la ciudad de Beni.
En uno de los casos, los investigadores oyeron cómo una muchacha joven fue cortada en pedazos por los soldados, que luego se la comieron. En otros casos, se narra cómo se les extrajo a las víctimas su corazón y otros órganos, forzando luego a sus familiares a comerlos.
Los investigadores también escucharon que los soldados violaban mujeres sistemáticamente y allanaban casas en la ciudad de Mambasa y en los pueblos a lo largo del camino a Beni.
Los miembros de la minoría de la comunidad pigmea, forzados a abandonar sus casas en el bosque, por primera vez que se recuerde, estaban entre los objetivos a atacar. Los pigmeos dicen que son el blanco de la violencia.
El portavoz de la ONU en Kinshasa describió a los rebeldes como «monstruos» fuera de control, y dijo que los que abusaban de los derechos humanos en cualquier lugar del Congo en el que estuvieran, debían ser llevados ante la justicia. Dijo que se había entregado una copia de los hallazgos de los investigadores al Consejo de Seguridad de la ONU [BBC News Online, miércoles 15 de enero de 2003, «La ONU confirma canibalismo en la RD del Congo», por Mark Dummett, BBC, Kinshasa].
En 2003, mientras visitaba el Museo Real de África Central (MRAC), en Turven, Bélgica (una institución de exhibición y espectáculos que es sujeto del siguiente Capítulo 6), dedicado a la exploración de una gran área de África, que los europeos llegaron a llamar Kongo (más tarde cambiado a Congo), observé en uno de los exhibidores de cristal un libro abierto que revelaba el desplegado de un grabado (Figura 5.1). La escena
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es una representación de los primeros exploradores y oficiales portugueses al ser recibidos en la corte del rey del Congo. Un grupo de soldados portugueses con armaduras, nobles engalanados y sacerdotes se aproximan a un estrado donde el rey está sentado en un trono, acompañado por varios sirvientes con mujeres bien vestidas a su lado. Ante el rey, algunos de sus súbditos yacen postrados en el suelo mientras varios alzan sus brazos en alabanza; en el entorno, una fila de nativos recibe el mensaje cristiano. El estrado y el largo edificio detrás de él parecen una construcción europea y los congoleños son representados con rasgos europeos. Éste puede ser el punto de representación más alto de la interacción entre congoleños y europeos, que le confirió a los primeros una condición que subsiguientemente la ideología europea nunca aceptó y trágicamente reinterpretó, a partir del privilegiado punto de vista de los poseedores del poder.
Los portugueses bien pueden haber considerado el descubrimiento de la desembocadura del vasto río Congo, en 1482, seguido por la primera visita a la corte del rey del Congo, en 1491, como una oportunidad para el desarrollo cooperativo. La corte congoleña ofreció expresiones de mutuo respeto y aceptó el cristianismo. Nzinga Mbemba Affonso, quien reinó durante 40 años a partir de 1506, encarnaba lo que se
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FIGURA 5.1. Grabado antiguo, tal como se presenta en el MRAC, imagen de Wayne Morrison.
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pudo conseguir por medio de la interacción ilustrada. Como jefe provincial, había sido aficionado a los portugueses, aceptando consejeros, convirtiéndose al cristianismo y sumergiéndose en el estudio religioso. Un sacerdote escribió al rey de Portugal que se asombraría de conocer a Affonso, pues «él habla tan bien y con tal seguridad que siempre me parece que el Espíritu Santo hablara por su boca» (citado en Hochshild 1998: prólogo). Cuando el rey Affonso buscó las ventajas del aprendizaje europeo, los bienes y las armas, pidió que expertos técnicos bajo la forma de artesanos y constructores vinieran de Portugal, mientras él enviaba a muchos de sus parientes y a otras personas para que estudiaran allí.
Él también llegó a ver interrumpidas sus esperanzas por un proceso al que sólo recientemente le hemos dado el nombre de globalización. En 1500, una expedición de portugueses había llegado a Brasil, y en unas pocas décadas había crecido una inmensa demanda de mano de obra esclava. La esclavitud se practicaba ampliamente en África, con la mayoría de los esclavos capturados en batallas, en tanto que algunos fueron sometidos a la esclavitud como...
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