Ciudadanía, mujeres y democracia

AutorAna Aguado
CargoProfesora Titular de la Universidad de Valencia
Páginas11-27

Ana Aguado

    Profesora Titular de la Universidad de Valencia y miembro del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la misma Universidad. Coordinadora del Programa de Doctorado "Género, conocimiento y cultura" del mismo Instituto Universitario. Ha pulbicado numerosos trabajos sobre historia del género, entre ellos: - Aguado, A. (Coord.): Las mujeres entre la historia y la sociedad contemporánea. Valencia, Generalitat Valenciana, 1999. - Aguado, A. (Coord.): Les dones i la història. Afers. nº 33/34, Valencia, 1999. - Aguado, A. y Ramos, M. L.: La modernización de España. Cultura y vida cotidiana, 1917-1939. Historia de España III Milenio, Madrid, Síntesis, 2000.

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  1. El estudio de la conceptualización y evolución histórica de la ciudadanía femenina -o de la relación entre ciudadanía, mujeres y democracia- se ha convertido en los últimos años en un tema cada vez más significativo dentro de la historiografía especializada, relativa tanto a la historia del género y a la teoría feminista, como a la historia política, a la historia social, a la filosofía del derecho o a la sociología. De una forma particular, a partir de los análisis históricos que se han centrado en el proceso de formación de la ciudadanía, vinculándolo directamente con las transformaciones liberal burguesas; y también, a partir del análisis de la posterior universalización y radicalización del concepto de ciudadanía relacionado con el desarrollo y profundización, en clave democrática e incluso en clave socialdemócrata, de los Estados liberales. Estos procesos han ido unidos históricamente a las contestaciones y críticas a su formulación -una formulación que de entrada implicaba la exclusión de todas las mujeres por el hecho de serlo--, realizadas por los feminismos desde su aparición en la Ilustración hasta hoy; y a las demandas de derechos civiles, políticos y sociales que éstos han reivindicado para las mujeres como sujetos de derechos individuales. Las reflexiones que siguen parten, por tanto, de la tesis de que la construcción de un nuevo concepto de ciudadanía sólo encuentra los necesarios instrumentos explicativos en una perspectiva histórica que incluya el género como variable; concretamente, en el estudio de las experiencias, estrategias y alternativas desarrolladas por las mujeres como ciudadanas -o como excluidas de la ciudadanía- a lo largo de la historia contemporánea, tanto en la esfera pública y en el ámbito de "lo político", como en la esfera privada, en la vida cotidiana, y en las diversas formas de sociabilidad y de prácticas cívicas de vida. Porque el concepto de ciudadanía, pese a ser uno de los conceptos clave de la teoría política moderna, presenta una fuerte densidad semántica y puede ser entendido desde múltiples significados que se superponen y acumulan, desde la ya famosa, clásica y enormemente cuestionada clasificación de Marshall de ciudadanía civil, política y social1. Pero en cualquier caso, el desarrollo supuestamente neutral del concepto ha eludido tradicionalmente la perspectiva de género, es decir, el análisis de los derechos de las mujeres en tanto que derechos individuales, en tanto que derechos humanos, y, en definitiva. en tanto que derechos ciudadanos.

  2. Partiendo por ello de esta perspectiva, es particularmente necesaria una reflexión específica en torno a la conceptualización y evolución histórica de la ciudadanía desde una perspectiva de género; más aún, es especialmentePage 12 necesaria la integración de la historia de las mujeres en la historia definida como "historia política"; integración que implica una reconceptualización general y global, en clave de género, de términos fundamentales en la historia contemporánea como son los de ciudadanía, igualdad, liberalismo o democracia. Por ello, este trabajo plantea en primer lugar una reflexión en torno a la configuración histórica de la cliudadanía en los primeros liberalismos, a partir de la consideración de la exclusión de las mujeres de la misma como un elemento clave en la estructuración de la esfera pública; y en segundo lugar, analiza algunas de las críticas y propuestas realizadas por los feminismos como teorías críticas, dentro de la evolución histórica de la ciudadanía desde los inicios del siglo XIX hasta el presente siglo XXI, en el sentido de que la definición de la misma es un proceso abierto, y por ello, se debe de caracterizar no tanto por respuestas -o definiciones- cerradas sino más bien por preguntas -o demandas sociales- prioritarias o significativas con relación a los derechos ciudadanos en cada momento histórico.

  3. I.- Por lo que respecta a la primera cuestión -la elaboración del concepto de ciudadanía en los orígenes de las sociedades contemporáneas-, las revoluciones liberales burguesas y el desarrollo del capitalismo precisan ser analizados teórica y conceptualmente desde una perspectiva de género, del mismo modo que la historiografía especializada los ha analizado desde otras muchas perspectivas metodológicas. Y esta perspectiva es necesaria, entre otras razones, porque las relaciones de género -en la misma medida que cualquier otro tipo de relaciones sociales, ni más ni menos- van a estar en la base de las contradicciones sociales e ideológicas que caracterizan el proceso revolucionario burgués y el posterior desarrollo histórico de los liberalismos, tanto desde una perspectiva ideológico-cultural como desde una perspectiva político-jurídica.

  4. En efecto, si aceptamos la caracterización de las relaciones de género como relaciones sociales entre mujeres y hombres, construidas cultural y socialmente, es necesario explicar históricamente cómo y porqué hombres y mujeres han ocupado "lugares" asimétricos dentro del conjunto social, en las diversas sociedades y momentos históricos. Lugares asimétricos que han estado operando en función de las necesidades y de la "lógica interna" de cada sociedad, y también, en este caso, en función de la "lógica interna" de la sociedad capitalista. Y dentro de ella, el patriarcado ha jugado una función fundamental, entendiendo por éste no sólo una forma social familiar caracterizada por la subordinación femenina, sino una forma de construcción de lo público y de la sociedad civil caracterizada también por mecanismos diversos de subordinación femenina,

  5. Y en el conjunto de estas explicaciones, es particularmente significativo el análisis de cómo y porqué esos "lugares", funciones y roles de género se reformularon en el momento clave de las revoluciones liberales, no como un aspecto puntual o marginal, sino formando parte sustancial de la nueva lógica interna de la naciente sociedad y de las necesidades de la nueva clase burguesa, y sus consiguientes propuestas ideológicas. Estas propuestas iban a desarrollarse discursivamente desde diversas instancias:Page 13 desde la política, desde la legislación, desde la educación, desde la moral y la religión, y también, desde una nueva y específica división sexual del trabajo adecuada y coherente con el desarrollo de la economía capitalista.

  6. La quiebra del Antiguo Régimen y de sus instrumentos de legitimación de la autoridad -el privilegio, la voluntad divina, etc.- iba a conducir, en un momento de posibilidades abiertas, de cambios sociales "radicales", revolucionarios, a una reconceptualización de las mujeres y de su función en la nueva sociedad, a partir de un fenómeno fundamental en las sociedades contemporáneas, y central en la conformación ideológica del primer liberalismo: la articulación de la esfera pública y su "necesario" correlato, la esfera privada, como dos realidades dicotómicas y diferentes; pero sobre todo, connotadas genéricamente, de tal manera que lo "público" -la política, la ciudadanía, el poder, las formas más "prestigiadas" de sociabilidad y de cultura- se vinculará "naturalmente" -es decir, por "naturaleza"- a la identidad social masculina; en tanto que lo "privado"entendido como "doméstico" y no "civilizado" ni civil en el caso de las mujeres- iba a identificarse con la identidad social femenina. En este sentido, el propio Rousseau sostendrá en El Emilio que las mujeres, a diferencia de los hombres, no pueden controlar sus "deseos ilimitados" por si mismas, y por ello, no pueden desarrollar la "moralidad" que se requiere para la sociedad civil. Este planteamiento se consolidará hasta tal punto que, en el mismo lenguaje -y el lenguaje nunca es neutro, sino instrumento fundamental de creación de "realidad"- , la vinculación entre el sustantivo "hombre" y el adjetivo "público" se convertirá en un concepto connotado positivamente en términos morales, en tanto que la vinculación entre el sustantivo "mujer" y el adjetivo "pública" se connotará, casi por definición -y como sabemos, hasta nuestros días- negativamente en términos morales. Y por ello, no resulta nada secundario ni "insignificante" preguntarnos cómo se puede hacer que las mismas palabras signifiquen cosas tan diferentes, y probablemente, las respuestas que en lenguaje científico e histórico podríamos dar serían bastante próximas a las respuestas que en lenguaje literario encontramos a preguntas semejantes en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas:: la cuestión es "saber quien es el que manda". O dicho en otras palabras: quien es el que define, quien es el que legisla, quien es el que educa, quien es el que crea ideología y discursos, quien es el que construye la moral o la religión.2

  7. Desde estas perspectivas, se trata de plantear en esta reflexión, teórica e históricamente, cual fue el papel de las relaciones de género en el proceso de consolidación de las sociedades burguesas y de desarrollo de los liberalismos. O dicho con otras palabras, cómo iba a afectar la transición a la nueva sociedad que se configuró en los inicios de la contemporaneidadcon las ideologías y las culturas generadas en ese proceso de cambio- a las relaciones de género, y en particular, a los "modelos ideales" de feminidad yPage 14 de masculinidad que se fueron...

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