Ciencia, riesgo y representación social

AutorAndrea Lorenzet y Federico Neresini
CargoUniversidad de Padua, Italia

Introducción

Las denominadas "representaciones sociales" (Moscovici, 1984) son interpretaciones que todos utilizamos en la vida diaria para dar un significado a la realidad. Se originan en nuestra vida en sociedad, en el contexto de los grupos, en los medios de comunicación y en los debates públicos. Toda representación social es convencional y asocia un significado a una imagen. Por ejemplo, cuando pensamos en la clonación, automáticamente nos viene a la mente la imagen de una oveja1. Además, la imagen de la oveja trae consigo un sistema de significados relativamente fijos, que se definieron en los debates públicos antes de nuestro acto de interpretación. Cuando utilizamos representaciones sociales ponemos etiquetas a la realidad, con el fin de reafirmarnos sobre lo desconocido, y para hacer que lo nuevo y lo no convencional parezcan más habituales. Sin embargo, lo hacemos de una manera que a menudo no sigue los preceptos de la racionalidad, y que está moldeada por opiniones y valores socialmente definidos.

Las "representaciones sociales" son significados o imágenes convencionales que la gente asocia con ciertos hechos o situaciones con el fin de darles un significado

Las representaciones sociales son importantes porque nos dicen algo sobre la forma en que damos un significado a la realidad y a la vida diaria. Por tanto, sería útil ver cómo actúan en el proceso de evaluación del riesgo en las crisis relacionadas con la ciencia.

En los últimos años, las crisis científicas han atraído cada vez más la atención de la sociedad, y las controversias científicas, especialmente cuando se habla de biotecnología, han sido objeto de enorme cobertura por parte de los medios de comunicación. Sin embargo, la presencia cada vez mayor de científicos en los medios parece ir en contra de los principios que los propios científicos utilizan para validar los descubrimientos científicos. El método científico prevé la revelación pública de las pruebas y teorías para que puedan ser objeto de comprobación o rechazo por parte de los colegas, como parte necesaria del proceso de determinación de la verdad, sin esperar interferencias por parte de otros actores sociales.

La presencia cada vez mayor de científicos en los medios de comunicación parece ir en contra de los principios que los propios científicos utilizan para validar las hipótesis científicas

Sin embargo, en el caso de una crisis científica, los hechos científicos tienden a sobrepasar los límites de la comunidad científica y entran en juego procesos de interacción entre la ciencia y la sociedad. Estos procesos no son unidireccionales ya que, por una parte, los científicos pueden dirigirse al público en un intento de resolver sus controversias internas y, por otra parte, el público se dirige a los científicos y a los responsables políticos, siempre que percibe que está expuesto a una serie de riesgos planteados por los descubrimientos científicos. Los responsables políticos son actores cruciales en este contexto, ya que la ciencia tiene fuertes lazos con la esfera política, no sólo en lo que se refiere a financiación, sino también en cuanto a los límites legales que se imponen a la investigación.

Con todo esto como punto de partida, una característica importante que salta inmediatamente a la vista en los debates públicos sobre cuestiones científicas es que los temas debatidos suelen ser bastante polémicos y, además, pueden ocasionar multitud de malentendidos entre los actores implicados. Para los responsables políticos esto supone la difícil tarea de encontrar un equilibrio entre la necesidad de un asesoramiento científico fiable y la necesidad de crear confianza en la sociedad. Por eso merece la pena estudiar cómo se producen estos procesos de interacción social para obtener una idea más clara de cómo abordarlos.

La ciencia, los medios de comunicación y las representaciones sociales

La acusación de irracionalidad suele invocarse con frecuencia por los científicos, al criticar los debates científicos en los medios de comunicación. Con mucha frecuencia, los científicos se sienten decepcionados por la manera en que su trabajo se expone al juicio de la sociedad. En particular, les suele molestar la crítica pública porque creen que la gente ajena a la comunidad científica no está capacitada para realizar juicios de valor sobre su trabajo. Un factor subyacente es la idea que supone que los hechos científicos son "objetivos" y no conflictivos, y que trascienden el ámbito de los sentimientos u opiniones morales o culturales. En otras palabras, los científicos normalmente creen que, en cierto modo, la supuesta certeza de los hechos científicos puede ser "tomada en préstamo" por el debate público y utilizada por los actores sociales que interaccionan en el terreno público. Los debates públicos, sin embargo, siguen reglas que no son precisamente las mismas que las de la racionalidad científica.

Los debates públicos no suelen seguir las mismas reglas que se aplican a las discusiones científicas

Desde una perspectiva diferente, la certeza y la inmutabilidad de los hechos científicos son realmente condiciones poco frecuentes, incluso en el contexto de la producción del conocimiento, no sólo en el contexto de las discusiones públicas. En su actividad, los científicos están continuamente ocupados en negociar las fronteras entre ellos y entre la ciencia y la sociedad. Cuando algo va mal y se produce una crisis interna, los científicos a veces se vuelven hacia la sociedad directamente (Bucchi, 1998). Este proceso tiene lugar especialmente cuando un científico adopta un papel herético y se mantiene en contra del paradigma dominante de forma que va minando su base teórica, por ejemplo, presentando datos científicos polémicos. En este contexto, dirigirse al público es una forma que tienen los científicos de conseguir un nuevo equilibrio y de reorganizar sus relaciones. Además, hay otras razones más frecuentes para que los hechos científicos aparezcan en el debate público. Durante su proceso de reconstrucción y redefinición social, lo que llegará a ser un "hecho científico" tiene que ganarse el apoyo de los actores interesados en él por distintas razones (económicas, políticas, culturales, etc.) y que son ajenos a la comunidad científica. Así, los hechos científicos supuestamente "puros" tienen que salir del contexto científico si quieren ser atractivos para los diferentes actores sociales. Este movimiento tiene un precio: los hechos científicos tienen que sufrir un cambio parcial en su significado, de acuerdo con las necesidades de los nuevos actores implicados. Estos nuevos significados pueden ser ligeramente diferentes o incluso muy diferentes de las interpretaciones que les dieron sus promotores, pero son necesarios para que el "hecho científico" crezca y gane vigor, respaldado por una red más amplia de "aliados" (Latour, 1987). Los medios de comunicación, junto con otros actores, son una parte vital de estas redes; de hecho, son el lugar donde constantemente se negocian e interpretan los significados.

Los científicos que cuestionan el paradigma dominante son los que suelen solicitar más la atención del público en general para obtener respaldo frente a las figuras consagradasde la ciencia

Por tanto, una vez que estos temas se exponen al público, el hecho científico se abre a gran número de interpretaciones por los diferentes actores sociales (Neresini, 2000). Cuando un hecho científico salta al terreno público, estas nuevas interpretaciones son configuradas por los esquemas mentales proporcionados por las representaciones sociales vigentes. Como se ha explicado al comienzo de este artículo, las representaciones sociales (Moscovici, 1984) son modelos que nos permiten configurar la realidad con un propósito simple y claro: darnos los recursos cognitivos para enfrentarnos a lo desconocido. ¿Y qué puede haber más desconocido que un descubrimiento científico?

Para ser activas, las representaciones sociales tienen que ser compartidas por un grupo de personas. Actúan por consenso, porque aportan "puntos de vista" sobre la realidad que son socialmente compartidos. Obviamente, es muy frecuente que las representaciones sociales puedan parecer irracionales e ilógicas, pero su importancia radica en su fuerte respaldo cultural. Ignorarlas, a lo que frecuentemente parecen inclinados los científicos, puede tener una fuerte influencia negativa en todo el proceso de comunicación de la ciencia, porque inevitablemente da lugar a malentendidos y a una menor confianza del público en la ciencia y, para los responsables políticos, en el asesoramiento científico.

Las representaciones sociales actúan bajo el consenso compartido por un grupo de personas

Evaluación del riesgo y asesoramiento científicoEl uso de representaciones sociales en los debates públicos sobre temas científicos es muy importante porque, en ese contexto científico, el conocimiento pierde sus "privilegios" y su poder para explicar la realidad, convirtiéndose, por el contrario, simplemente en un punto de vista entre otros, especialmente cuando hablamos de percepción del riesgo. En otras palabras, la actitud del público frente al riesgo tiende a verse influida, por ejemplo, por argumentos culturales, morales, políticos o económicos, así como por argumentos científicos, porque las representaciones sociales no provienen sólo de la ciencia, sino de la sociedad en general. Obviamente, los responsables políticos tienen que ser conscientes de estos aspectos específicos de los debates sobre temas científicos, porque la percepción que tiene el público sobre el riesgo depende directamente del grado de confianza del público en las instituciones.

Entender la forma en que la sociedad evalúa el riesgo se convierte en una forma de entender la naturaleza íntima de la sociedad

Estas cuestiones son parte de un debate más amplio sobre la naturaleza de los riesgos en las sociedades (post)modernas. La creciente concienciación que ha traído la modernidad, no sólo el desarrollo y el bienestar sino también nuevos problemas, ha permitido a los sociólogos como Giddens (1990) reconocer la ansiedad como una característica clave de las sociedades contemporáneas. En este contexto, entender la forma en que la sociedad evalúa el riesgo se convierte en un modo de entender la naturaleza íntima de la propia sociedad. Y, en nuestras sociedades, los riesgos se evalúan en debates públicos canalizados principalmente a través de los medios de comunicación. En este contexto, la comunicación desempeña un papel vital, porque es a través de la comunicación como se negocian constantemente los límites entre qué riesgos está una comunidad dispuesta a aceptar y qué constituye, por el contrario, un riesgo inaceptable para la sociedad en general. En el caso de la comunicación científica, se supone que los ciudadanos expresan sus opiniones a través de sus supuestos portavoces, a saber, asociaciones, organizaciones, partidos, movimientos sociales y otros. Así, la evaluación del riesgo gestionada a través de debates públicos, y no sólo a través de asesoramiento científico, se convierte en la base sobre la que conseguir una verdadera participación democrática. Esto es incluso más importante si tenemos en cuenta que la ciencia es una de las instituciones más poderosas de la sociedad y que, a pesar de que las aplicaciones de la tecnología están tan extendidas, la ciencia tiende a dejar al público y a otras instituciones fuera de sus procesos y decisiones (Feyerabend, 1978). No obstante, dado que la ciencia es tan importante y esencial en las sociedades modernas, se hace necesario que los responsables políticos dejen que los ciudadanos elijan entre diferentes tecnologías y, por tanto, entre diferentes riesgos potenciales, si quieren poder seguir manteniendo la confianza del público en los momentos de crisis.

A pesar de su importancia para la sociedad, la ciencia tiende a dejar al público y otras instituciones fuera de sus procesos y decisiones

Además, es muy importante remarcar las diferentes maneras que tienen los científicos y el público de medir los riesgos. En general, el público tiende a no utilizar argumentos científicos o racionales a la hora de decidir sobre los riesgos, mientras que los científicos recalcan la necesidad de utilizar la racionalidad científica y la evidencia para evaluar los riesgos.

Pero, en algunas circunstancias, el propio conocimiento científico es escaso o controvertido, lo que lo hace inadecuado para su uso -al menos sin controversia- como asesoramiento para la toma de decisiones políticas. Por ejemplo, en el debate sobre OMG (organismos modificados genéticamente), los científicos sostienen que de momento no hay datos que confirmen que los OMG sean inseguros, pero esto no se percibe como seguridad suficiente por la mayoría de la gente, porque nadie es capaz de afirmar categóricamente que en el futuro no puedan aparecer pruebas sobre los peligros de los OMG. Esto coloca a los científicos en una posición en la que ya no se les considera capaces de evaluar el riesgo relativo a los avances científicos o tecnológicos, o derivado de ellos.

Más aún, se ha demostrado que facilitar más información científica no es adecuado como medio para disipar los temores del público ya que, como muestran estudios recientes, la proporción de público que siente aversión por la biotecnología, sobre todo en agricultura, crece a medida que la gente está más informada (Bucchi y Neresini, 2002). Esto confirma que más información no significa necesariamente comunicación más efectiva, y que la buena información es un prerrequisito necesario, pero no suficiente, para una buena comunicación.

Conclusiones

La ciencia tiene un papel crucial en nuestras sociedades y, por tanto, en las agendas de los gobiernos. Incluso aunque los científicos reclaman habitualmente independencia del resto de la sociedad y apoyan el ideal del conocimiento "puro", la comunidad científica está íntimamente relacionada con la política, las instituciones económicas y la sociedad, tanto en los procesos de arriba a abajo como en los procesos de abajo a arriba. Por tanto, la sociedad puede tener voz en lo que la ciencia hace, cómo lo hace y por qué lo hace, y los debates relativos a los hechos científicos están claramente presentes cada vez más en los medios de comunicación.

Cuando un "hecho científico" se convierte en tema de preocupación para la sociedad, la ciencia ya no es solamente ciencia, sino que empieza a incorporar elementos de opinión. Estos elementos se hacen tan importantes como el punto de vista científico sobre la realidad, sin importar cuál sea su naturaleza (elementos morales, culturales, políticos o económicos). Por eso, cuando los responsables políticos toman sus decisiones, se supone que, además de hacer buen uso de un asesoramiento científico imparcial y transparente, también consideran otros tipos de "racionalidades" además de la racionalidad científica, ya que estas diferentes racionalidades se expresan en los debates públicos y representan el punto de vista de los actores sociales a los que afecta el problema. En la práctica, esto incluye reconocer como válidas las distintas formas que tiene la gente de evaluar los riesgos que resultan de las nuevas aplicaciones científicas y tecnológicas, incluso aunque no sigan la racionalidad científica y sean meras representaciones sociales. En la era de las crisis de índole científica, ya no es posible esperar que haya una confianza automática en los métodos y objetivos científicos, sino que esta confianza tiene que buscarse y reafirmarse mediante un proceso de negociación con la sociedad.

Palabras clave

debate público, asesoramiento científico, negociación, representaciones sociales, conocimiento científico

Nota1. Se refiere, desde luego, a la oveja "Dolly", que es el caso más conocido de mamífero clónico.

Referencias

Bucchi M., Science and the Media, Routledge, Londres-Nueva York, 1998, p. 1-34.

Bucchi, M. y Neresini, F., Biotech Remains Unloved by the More Informed, Nature vol. 416, 21 marzo 2002, p. 261.

Feyerabend, P.K., Science in a Free Society, NBL, Londres, 1978.

Giddens, A., The Consequences of Modernity, Polity Press, Cambridge, 1990.

Latour, B., Science in Action. How to Follow Scientists and Engineers through Society, Harvard University Press, Cambridge, 1987.

Moscovici S., The Phenomenon of Social Representations, En: Farr R.M. y Moscovici S. (eds.), Social Representations, Cambridge University Press, Cambridge, 1984.

Neresini F., And Man Descended from the Sheep. The Public Debate on Cloning in the Italian Press, en "Public Understanding of Science", 9, 2000.

Contactos

Federico Neresini, Universidad de Padua, Italia, Departamento de Sociología

Tel.: +39 049 827 43 17, correo electrónico: federico.neresini@unipd.it

Andrea Lorenzet, Universidad de Padua, Italia, Departamento de Sociología

Tel.: +39 320 083 86 88, correo electrónico: andrea.lorenzet@email.it

Dimitris Kyriakou, IPTS

Tel.: +34 95 448 82 98, fax: +34 95 448 83 39,

correo electrónico: dimitris.kyriakou@jrc.es

Sobre los autores

Andrea Lorenzet se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Padua, Italia. Su tesis de licenciatura versó sobre el debate público en biotecnología agrícola en la prensa italiana. Sus líneas principales de investigación son la comunicación de la ciencia y las características culturales, simbólicas y políticas de los hechos científicos.

Federico Neresini es doctor en Sociología e Investigación Social (Trento, 1992) y es profesor de Metodología de la Investigación Social y de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Universidad de Padua, Italia. Su principal área de investigación es la sociología de la ciencia, en particular la comprensión de la ciencia por parte de la sociedad. En los últimos años se ha especializado en temas de biotecnología, con un interés especial en la fertilización in vitro y en la clonación.

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