En el centenario de la implantación del divorcio en México

AutorJosé Luis Soberanes Fernández
Páginas673-680

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A Pepe García Marín, mi amigo hace 42 años.

En el presente año de 2015 se cumplen cien años de que se implantó en México el divorcio vinculante, efeméride que hemos quedo aprovechar para la realización del presente, aunque modesto, trabajo que con mucho gusto hemos realizado para participar en el homenaje a uno de los más distinguido historiadores del derecho de España, el hispalense profesor José María García Martín.

Para ello nos tenemos que trasladar al principio del movimiento armado iniciado en México por Francisco Madero el 20 de noviembre de 1910 el cual no planteaba prácticamente ninguna renovación social, simple y sencillamente dos postulados: “sufragio efectivo” y “no reelección”, después de 34 años de dictadura encabezada por el general Porfirio Díaz, en que la democracia brilló por su ausencia; exigiendo obviamente la renuncia del viejo dictador y la realización de elecciones legítimas.

Habiendo logrado ambos propósitos, fue electo presidente de la República el propio Madero, mismo que fue arteramente asesinado el 23 de febrero de 1913 por quien cuatro días antes había ascendido al poder de manera total-mente ilegítima, el general Victoriano Huerta. Ambos acontecimientos dieron causa para reiniciar el conflicto armado, entonces de manera mucho más cruenta, en lo que se consideró la continuación del movimiento maderista, principal-mente en los estados de Coahuila, Durango y Sonora; va a ser el gobernador del primero de esas entidades federativas, Venustiano Carranza, quien logrará la sinergia de esos levantamientos, institucionalizados a través del Plan de Guadalupe, y a quien se le diera el mano de esta nueva etapa de la Revolución, con el título de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

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A partir del triunfo de la fuerzas revolucionarias en la Batalla de Zacatecas, el 23 de junio de 1914, la suerte estaba echada, Huerta renunció a la presidencia de la República el 15 de julio siguiente, para ello, el día 10 del mismo mes había nombrado secretario de Relaciones Exteriores a Francisco Carbajal, quien por lo mismo asumió la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, pocos días después, el 13 de agosto dimitió al cargo, fecha en que sus representantes, encabezados por el gobernador del Distrito Federal, Eduardo Iturbide, firmaron un armisticio con los representantes del Ejercito Constitucionalista, presididos por el general Álvaro Obregón, en lo que se conoce como Tratado de Teoloyucan, lo que ponía punto final a toda una época. El 15 de agosto entró Obregón en la ciudad de México y cinco días después el primer jefe Venustiano Carranza hizo lo propio.

Aparentemente la Revolución había triunfado, pero ¿cuál revolución? Si lo que hasta entonces era supuestamente un frente consolidado, en ese momento se desmoronó, por un lado las fuerzas de Francisco “Pancho” Villa, aliados con las de Emiliano Zapata y por otro los leales a Venustiano Carranza; todos los cuales, previamente, habían procurado limar asperezas, como se había acordado en los Pactos de Torreón1, a través de una Convención Revolucionaria, que tenía que iniciar sus trabajos en la ciudad de México el 1 de octubre de 1914, pero al no acudir villistas ni zapatistas, se citaron nuevamente, diez días después, en Aguascalientes, ahora con el título de “soberana”, en la cual se comenzó desconociendo el liderazgo de Carranza, nombrando como encargado del Poder Ejecutivo, con título de presidente al general Eulalio Gutiérrez, quien después fue sustituido por Roque González Garza y a su vez este por Francisco Lagos Cházaro. Ello constituyó un nuevo rompimiento entre carrancistas y villistas-zapatistas; Carranza abandonó la ciudad de México y se retiró al puerto de Veracruz (ocupado por marines norteamericanos, quienes se retiraron al llegar don Venustiano).

Finalmente, como era de esperarse, el conflicto de las diversas facciones revolucionarias, se resolvió por la vía armada, triunfando las fuerzas carrancistas, al mando del general Álvaro Obregón, en la batalla de Celaya entre el 6 y el 15 de abril de 1915, quedando como jefe incuestionado de la Revolución Mexicana Venustiano Carranza y dando fin a la etapa más cruenta de dicho movimiento armado, lo cual no significó que el país entrara en una época de paz, sino que se cambio el derrotero del mismo.

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Regresemos a la Convención Revolucionaria citada en la ciudad de México. En el mensaje de Venustiano Carranza, ente otras cosas decía2:

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