Capítulo quinto. Las mujeres: Piedra de toque de todos los integrismos y fundamentalismos
Autor | Natividad Senserrich |
Páginas | 149-173 |
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CAPÍTULO QUINTO. LAS MUJERES: PIEDRA DE TOQUE DE TODOS LOS INTEGRISMOS Y FUNDAMENTALISMOS
Antes de empezar este quinto y último capítulo y después de largas reflexiones no puedo obviar el hecho de que yo he sido una mujer maltratada física y psíquicamente; lo he sido durante largos años y he conocido el maltrato desde las formas psicológicas más sutiles pasando por distintos tipos de violencias, hasta la paliza brutal que te lleva al hospital en ambulancia acompañada de la Policía Nacional, es decir, a la paliza en todo el amplio sentido del término.
No puedo obviarlo por honestidad con el lector de estas páginas, ni tampoco por coherencia y honestidad conmigo misma. No hacerlo, olvidarlo, dejarlo de lado, relegarlo, obviarlo sería como si alguien que nos viene a hablar acerca de la violación del derecho a la educación en su país, de un derecho fundamental de todos, o bien por sumergirnos más en este tema del quinto capítulo, alguien viene a hablarnos de la ablación de clítoris y no nos cuenta que ella ha sido víctimas de esta situación; que la conocen por que la han vivido en su propia carne, en su propio transcurrir vital, que la han padecido. Frente a este tipo de violencias, como de muchas otras de las que trataré no existe la menor justificación, no existe ninguna razón que pueda justificar lo brutal de los golpes recibidos, ni
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de ningún tipo de violencia. Por ello es imprescindible decir la verdad acerca de la experiencia propia que la realidad que nuestra vida nos ha hecho vivir. No quisiera dar por terminado este párrafo sin contar la inveterada costumbre repetida hasta la saciedad en la violencia que se da en tu propia casa. Me refiero al hecho de la destrucción sistemática de todas tus cosas. Recuerdo muchos casos que me han contado, a parte del vivido por mí, en el que el violento destruye expedientes académicos, títulos universitarios, libros de familia, fotografías de tus hijos, la música que siempre escuchabas, los libros que más querías, recuerdos de familia, fotografías de familia que son recuerdos que has perdido para siempre, objetos de valor que tus abuelos te legaron, entre otras y otros muchos objetos y cosas. La impotencia que se siente es en todos los casos increíblemente poderosa, la frustración tremenda y la impunidad es total para el que realiza la acción destructora. Todo ello no tendría gran importancia si no fuera porque estos hechos destructores son un sumando más a los golpes, a las bofetadas, a las puertas destrozadas, etc. Sólamente quiero dejar constancia de esta realidad que en muchas ocasiones se obvia porque, supongo, creen que no representa mucho en comparación con la violencia física recibida. La recuperación de todo lo destruido es imposible y aquello que se puede recuperar supone mucho tiempo y también dinero, y al decir tiempo me refiero a años porque hasta que la víctima no se supera, no se cura, aunque sabe que nunca se curará del todo, no cae en la cuenta de que necesita muchos de esos documentos destruidos para poder continuar su vida.
A estas alturas no sería necesario explicar que todo individuo mujer u hombre tiene derecho a la búsqueda de la felicidad. Una búsqueda que es imprescindible cuando el maltrato psíquico o físico conlleva un peligro para la propia salud o la propia vida. Pero en vista de la situación actual sí creo que es necesario que esto quede muy claro porque he leído y he oído cuestionar este tema muchas veces. Es de derecho la búsqueda de la felicidad y ella es un movimiento hacia ade-
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lante. No creo que haya que explicar la legitimidad inherente a todo individuo, mujer u hombre, de buscar la felicidad, más cuando el transcurso continuado del maltrato lleva a la enfermedad. El cambio que implica un movimiento, una voluntad de movimiento hacia la búsqueda de la felicidad, no solamente es comprensible sino que es de derecho que así sea, o pueda llegar a serlo en el momento en que cada una pueda o le dejen; cada uno toma sus decisiones cuando puede o cuando le dejan, insisto. Por lo tanto, nunca puede ser criticable ese movimiento cuando se halla completamente justificado, no solo por ser de derecho inalienable sino porque de no hacerlo es la vida misma, psíquica y física, la que corre riesgo serio y grave. Un cambio solamente significa eso mismo un cambio, y a la vez mucho más: un movimiento hacia adelante asumiendo todas las responsabilidades.
Recuerdo ahora tantas historias contadas de mujeres y hombres que han hecho ese movimiento esperando encontrar una vida mejor para sus hijos, para todos los suyos. En ese sentido, ese cambio, ese movimiento hacia adelante no implica nunca un olvido, un abandono, un desamparo, sino muy al contrario una esperanza en un encuentro con la felicidad tan anhelada y un rompimiento con el dolor, los golpes y el sufrimiento y ni que decir tiene de tantas y tantas lágrimas derramadas frente a la impotencia de una fuerza que es mayor que la tuya. No hay olvido, abandono o desamparo, únicamente hay búsqueda de algo mejor, no solo para la que lo busca sino y sobre todo para poder compartir la felicidad hallada, si se encuentra, con los que quieres. Y frente a eso no hay nada más que decir, y aquel que aún crea que tiene que hablar, criticar decisiones o por decirlo llanamente abrir la boca, porque en definitiva lo que hacen es abrir la boca para emitir sonidos sin sentido ninguno, nada que tenga que ver con la pura y dura realidad de la víctima. A esos más le valdría callar, porque el mismo derecho le quita de forma radical la razón, aunque claro, como decía hace poco en un artículo Arturo Pérez Reverte si pudiéramos “exportar tontos y tontas seriamos la primera potencia mundial” y de
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esos hay tantos. Y sigo recordando a este escritor, cuando nos recuerda que “da más miedo un ignorante, que un malvado”. Y no quisiera que se me malinterpretara cuando utilizo la palabra tonto o tonta no es con desprecio sino en el sentido del que se niega a ver la realidad, el que se niega a sí mismo la posibilidad de acercarse a la verdad o más exactamente a la certeza y a la evidencia.
No permitáis nunca bajo ningún concepto que aquellos que supuestamente os quieren padres, hijos, familia os tiren hacia atrás en vuestro proceso de recuperación, no os quieren si lo hacen y frente a ello muchas veces hay que tomar decisiones radicales. Nadie puede tiraros hacia atrás en un recuerdo casi superado, casi porque es posible que siempre quede ahí un pequeña herida, justificándose en su propio padecimiento. Es diabólico todo aquel que con la justificación de que os quiere, no hace más que retrotraeros a los momentos de dolor, de incertidumbres, de críticas; diabólico, si, porque rompe el símbolo de vuestro proceso de avanzar, un proceso que ya en sí mismo requiere de mucha voluntad y que es en sí mismo magnífico y maravilloso porque es el paso imprescindible hacia la curación y la superación del dolor sufrido. Es diabólico porque asegurando que lo hacen por amor no os permite avanzar porque os mantienen continuamente colgados de un pasado odioso y doloroso. No lo permitáis bajo ningún concepto, quien así actúa no os quiere de verdad o bien no sabe amar, lo cual continua sin ser tu problema así que no lo asumas, o más bien quieren que estéis donde ellos, que desean mantenerse en el pasado de dolor y sufrimiento, pero esto no es vuestro proceso, es el suyo y cada uno tiene que responsabilizarse de su proceso de avance.
Todos aquellos que intentan justificarlo, explicarlo o incluso hallarle una motivación a la violencia no son más que meros coautores de las mismas violencias; son ya cómplices del mismo delito porque en su intento vano y mezquino de dar razón de la violencia son ya por ello participes, imputados y
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culpables del mismo acto de violencia aun más cuando los que lo hacen pertenecen al mismos círculo íntimo de la víctima. Hasta que no tengamos esto muy claro habiendo llegado a ello por la reflexión serena, nunca seremos totalmente capaces de educar en la no violencia. Trataré más delante de poder profundizar un poco más en esta aproximación. Por tanto, no se trata de el por qué de los golpes, de tantas y tantas violencias psíquicas y físicas que anulan tu ser y tu salud. No hay por qué, simplemente la violencia no tiene justificación, ni coartada, ni defensa, ni excusa, ni nunca, y en ningún caso, apología.
Quebrantamiento es aquí la violación y la transgresión histórica y sistemática de los derechos más fundamentales de las mujeres en todo el mundo, en todas las culturas y en todas las religiones. Y vuelvo en esta reflexión a toparme con los fundamentalismos y los integrismos ya que ellos tienen y así lo manifiestan públicamente algunos, más sutilmente otros, unas tendencias claramente machistas, misóginas y sexistas.
Estas tendencias refuerzan la estructura patriarcal de las sociedades históricamente y todavía hoy de las instituciones religiosas y también las que pertenecen a otros ámbitos. El fundamentalismo cultural y social que bebiendo de esas fuentes termina por convertirse en el motivo mayor, la excusa para ejercer la violencia contra las mujeres. La excusa que les autojustifica su acción, su acto violento e injusto.
Constituye un quebrantamiento también la ostentación de sumisión y de servidumbre hacia el varón, la negación sistemática de su igualdad, la de las mujeres que se cubren ya sea con el burka o con otros medios. Mujeres que viven en países en los que las mujeres después siglos de luchas han conseguido sus derechos fundamentales. En Afganistán, que es el país
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del burka por excelencia, sólo fue en el siglo XX cundo se hizo obligatorio su uso y fue introducida esa obligatoriedad por...
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