La capacidad de acogida

AutorMiguel Becerra Domínguez; Salvador Iglesias Machado
Páginas21-22

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Cuando S.M. el Rey de España llamó por teléfono al presidente del Gobierno de Canarias el 20 de mayo de 2006, Adán Martín, para interesarse por la situación de las Islas después de haber sufrido la mayor oleada masiva de cayucos, en esos días del mes habían entrado más de 7.000 inmigrantes irregulares en Canarias, en España entera y en Europa se disparaban todas las alarmas.

El presidente de Canarias expuso al monarca la gravedad de la situación y la compleja red de medidas de tipo diplomático, legislativo, asistencial, policial, de información, coordinación, etc., que creía precisas para atajar las oleadas de inmigración ilegal. Medidas que son competencia exclusiva del gobierno central, no del gobierno de Canarias.

¡Aquí no caben más! Fue la frase más pronunciada por los políticos y los ciudadanos de Canarias desde que las oleadas de pateras primero y cayucos después desembarcaban por miles a inmigrantes en situación irregular procedentes de las costas africanas. Paulino Rivero, presidente de Coalición Canaria, acusó al gobierno de España de "actuar a golpe de avalanchas" y afirmó que "si la Unión Europea no es solidaría, hay que llevar los ilegales al corazón de Europa"1.

En emisoras de radio y televisión se escucharon a personalidades de la política canaria decir frases como estas: "Estamos ante una emergencia humanitaria que desborda ya las fronteras españolas, ante una emergencia humanitaria internacional"; "Es un tráfico humano reprobable y sangrante"; "Cuando se transporta ganado a Canarias no llega así. Por no hablar de los centenares que no llegan... ¿O miles en los últimos tiempos?... Nadie lo sabe"; "Si España y la comunidad internacional no le ponen rápido freno a este fenómeno estaremos ante la primera gran vergüenza de la democracia española en el siglo XXI".

A pocas millas, en las costas mauritanas, en la ciudad senegalesa de San Luis y otras, hombres ayudados por niños se afanaban en construir artesanalmente los cayucos de 22 ó 23 metros de eslora, incluso alguno de 30 metros, donde pueden ser trasladados unos cien inmigrantes con un único destino: cualquiera de las Islas Canarias. Por estos núcleos urbanos deambulan miles de jóvenes subsaharianos esperando turnoPage 22 y una mar calma, guardando celosamente en sus bolsillos poco más de 700 euros que es lo que le cuesta el viaje, cantidad recaudada con el esfuerzo de familiares y amigos.

Unas semanas atrás, en Conakry, un grupo de guineanos vio por primera vez un...

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