Calidad de vida en la tercera edad

AutorÁngel Cuenca Molina
CargoC/ Baños, 1, 3º A 30004-Murcia
Páginas272-291

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Introducción

El tema de la calidad de vida es recurrente. En los últimos cuarenta años se ha venido estudiando desde diversas perspectivas, de modo que es difícil encontrar alguna faceta que no haya sido tratada con profundidad y rigor. Mi aportación quiere ser un paso más en la reflexión sobre el tema, que tenga algo de novedad o, al menos, eso es lo que pretendo. Por ello, la he centrado en una etapa concreta de la persona, la tercera edad o etapa de la jubilación.

Pero, además, la calidad de vida no es una etiqueta ni un emblema que se adhiere a las personas como si fuera un producto manufacturado. Se trata de un quehacer ético de cada uno de los sujetos humanos en pos de una vida digna y realizada. Trataremos de demostrar que esa vida no es cualquier tipo de vida, sino una existencia humanizada, plena y feliz, donde la personalidad vaya haciéndose con autonomía y libertad, pero también con exigencias y con respeto a los otros. No es humano quien se cree único, sino quien se siente relacionado vitalmente con los demás humanos, especialmente los más cercanos.

Una vida digna y de calidad es, a mi juicio, el objetivo de la ética desde los griegos hasta nuestros días. La dignidad humana, los derechos y la justicia son los peldaños que ha ido construyendo la humanidad para ascender desde una vida meramente instintiva hasta una vida inteligente y de convivencia pacífica. Cuando la convivencia humana se asienta en el respeto, la beneficencia y la justicia, ya no es una convivencia impuesta desde el servilismo o la minoría de edad, sino que es una convivencia querida, elegida y basada en la libertad. Aquí está el fundamento ético de la calidad de vida, no como un título o una etiqueta, sino como un modo de vivir verdaderamente humanizado. Y esto es lo que queremos para todas las personas, especialmente para nuestros mayores y ancianos.

El trabajo se va a desarrollar en los siguientes términos:

1) Fundamentos de una ética de vida realizada.

2) Descripción y análisis de las características definitorias de la calidad de vida.

3) Condiciones que favorecerían una vida digna y de calidad en las personas pertenecientes a la tercera edad.

1. Fundamentos de una ética de vida realizada

Partimos de un hecho evidente: la persona humana es un ser que piensa y actúa, o mejor, que actúa conscientemente. En esa actuación el ser humano realiza sus aspiraciones y cubre sus necesidades. Es verdad que el animal también actúa para satisfacer sus necesidades. Pero, existen diferencias. El animal está programado por medio del instinto para poder compaginar los estímulos medioambientales y sus necesidades biológicas. El ser humano es también un ser instintivo, aunque su programación no está cerrada, sino que tiene poder de decisión electiva. Posee un plus que Page 273 le permite elegir los medios y los fines. Aranguren expresa esta realidad humana del siguiente modo: «La indeterminación (humana) es propiamente sobre determinación porque el hombre es una «esencia abierta» que está sobre sí, sobrepuesto a su naturaleza, a sus tendencias, proyectando sus posibilidades y definiendo el contenido de su felicidad y la figura de su personalidad».1 Esta apertura fundamental del hombre conlleva una falta de especialización. Los animales se han ido especializando para poder adaptarse al medio ambiente. El hombre no se ha especializado para competir con ellos. Esta carencia de especialización hace que el ser humano pueda adaptarse mejor a cualquier nicho ecológico.

Gracias a una complejificación extraordinariamente superior, el sujeto humano posee una capacidad que le permite racionalizar sus acciones, distanciándose del comportamiento animal. Es capaz de superar a los demás animales en iniciativa, creatividad y autonomía para responder con una inteligencia simbólica a las insinuaciones provenientes del entorno. Así, el hombre se está rehaciendo constantemente y está recreando y definiendo su personalidad, como decía Aranguren. Lo que ocurre es que el saber humano es un saber deliberativo y, por ende, limitado y con posibilidad de error. Cuando decidimos obrar conscientemente, lo hacemos creyendo que es lo mejor, pero eso no nos garantiza inmediatamente el éxito. En esa línea podemos interpretar la invitación délfica: conócete a ti mismo, conoce tus limitaciones. Se trata de una fórmula prudencial por la que tomamos conciencia de nuestra finitud.2 Así, la acción humana no es un comportamiento determinado y prefijado, como en los animales, sino una acción deliberada y elegida por el sujeto, que puede ser exitosa o errónea.

Una acción verdaderamente humana nace del planteamiento consciente del sujeto que busca lo conveniente y oportuno para él y la elige entre otras opciones. La elección consciente nace a partir del conocimiento, la imaginación y la decisión. Lo que ocurre es que, a veces, alguna de estas cualidades se encuentra viciada o disminuida y, en consecuencia, la voluntariedad de la acción queda mermada. No siempre el sujeto conoce todas las opciones. Incluso puede ocurrir que, en ciertas circunstancias, la voluntad se incline por un extremo y en otras situaciones su inclinación sea la contraria o levemente diferente. Esto quiere decir que existen unos atenuantes en la voluntariedad que merman la acción consciente. A pesar de todo, la acción humana puede catalogarse como una acción consciente y libre.

Teniendo como base la acción humana en tanto que consciente e intencional, trataremos de diseñar el quehacer ético como una búsqueda de la vida realizada. Para ello, nos centraremos en el pensamiento de Paul Ricoeur, para quien la Ética es: «Intencionalidad (aspirar) de la vida buena, con y para los otros, en Page 274 instituciones justas».3 ¿Qué se entiende por vida buena? Se trata de una vida realizada, donde el sujeto no se conforma con alcanzar cosas agradables simplemente, sino, como afirma Aristóteles en la Ética a Nicómaco, actuar rectamente para alcanzar el fin de la vida buena y sabia.4 La vida buena consiste en unir a los planes de vida las acciones concretas que llevan a ellos. Los planes de vida en cada cultura o sociedad corresponden a los modelos de evaluación del grupo, de modo que una vida realizada será una síntesis intencional y estimativa de los planes de vida individuales y los modelos de evaluación sociales.

Por vida buena entendemos el conjunto de ideales y ansias de realización, por las que cada individuo se esfuerza en alcanzar y trata de adecuar cada acción suya que realiza intencionalmente. Como afirma el propio Ricoeur: «En un lenguaje más moderno, diríamos que es un trabajo incesante de interpretación de la acción y de sí mismo donde se prosigue la búsqueda de adecuación entre lo que nos parece lo mejor para el conjunto de nuestra vida y las elecciones preferenciales que rigen nuestras prácticas».5 En este trabajo de autointerpretación, el hombre, al intentar unir sus acciones concretas a los ideales de vida, realiza un quehacer judiciario y consciente que embarga su propia convicción y le constituye un sujeto sabio y prudente. El sujeto se reconoce como autor de su propio discurso y de su propia obra, siente que juzga y obra bien, lo que se entiende como una pretensión de vivir bien.

Siguiendo con la definición de Ricoeur, no es posible concebir una vida realizada sin una relación afectiva. En efecto, la convivencia es el complemento indispensable de una vida buena y feliz. Para fundamentar este razonamiento, recurre de nuevo al pensamiento aristotélico. Aristóteles no ve posible que el hombre llegue a la plenitud de una vida realizada sin el concepto y la vivencia de philía: «Sin ninguna duda, es absurdo querer hacer del hombre feliz un solitario. Nadie aceptaría disponer por sí solo de todos los bienes. El hombre, en efecto, es un ser social y naturalmente hecho para la vida en sociedad. Esta cualidad se aplica también al hombre feliz, ya que él posee todos los bienes de la naturaleza. Además, vale más convivir con los amigos y los hombres buenos que con los extraños y los advenedizos. Así, pues, es necesario que el hombre feliz tenga amigos».6 Pero, la amistad se puede apoyar en tres supuestos: en lo bueno, en lo útil y en lo placentero. En los tres casos existe reciprocidad. Pero es la amistad que ama al otro, por ser quien es, y no por utilidad o placer, la que cumple con todos los requisitos del nivel ético, porque en ella se ama el bien del amigo que, a su vez, redunda en bien propio. Page 275

El tercer extremo de la definición ricoeuriana es: en instituciones justas. ¿Por qué enlaza Ricoeur la amistad con la justicia? Porque la amistad no es un simple sentimiento, sino también una actitud constructiva, es reciprocidad, respeto e igualdad. El verdadero amigo quiere ser feliz, pero también que su amigo lo sea (igualdad). Quiere además que exista intercambio de bienes y ayuda (reciprocidad). Especialmente, quiere que el amigo se sienta persona igual a él mismo (respeto). Todo ello exige que la vida feliz se desenvuelva en un ambiente de justicia. El concepto institución, utilizado por Ricoeur, posee un sentido de convivencia en una comunidad histórica, bien sea familia, pueblo o nación, donde se comparten hábitos y costumbres y, en menor medida, el recurso a las leyes. Entiende Ricoeur el término institución en el sentido que le da Hannah Arendt, como un «vivir juntos» con un poder en común7, del que se desprenden dos condiciones innegables: la pluralidad y la concertación. La pluralidad requiere el reconocimiento de los demás de forma incondicional. La concertación consiste en la necesidad del diálogo y el pacto entre iguales para decidir y mediar en los conflictos verdaderamente importantes. Es así como se fundamenta para Ricoeur una ética de la...

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