José M.a Blanco White. Un proyecto liberal en la revolución española

AutorJosé Martínez de Pisón
CargoUniversidad de La Rioja
Páginas221-234

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1. La figura de blanco white

Está muy extendida la opinión de que en España no ha habido un genuina doctrina liberal, como la hubo en otras latitudes1. O, que, al menos, nunca llegó a la altura de otros países que constituyen el modelo de evolución política, de progreso y de modernidad. El objetivo de estas páginas es doble. Por un lado, mostrar que dentro de los límites hispanos también floreció un liberalismo, aunque, eso sí, marcado por los complejos procesos históricos que se sucedieron en las primeras décadas del XIX. Por otro lado, pretendo esbozar unas líneas y unas ideas de un autor, como es el del sevillano José María Blanco y Crespo, que desmonten la imagen y las opiniones que durante décadas han perdurado en el mundo académico sobre su figura. Pocos analistas tan lúcidos y tan comprometidos por la situación de su país como Blanco White han sido sometidos a una estigmatización tan radical e injusta. Page 222

Cierto es que la trayectoria vital de Blanco White tuvo y tiene una influencia determinante en el silencio y en el juicio posterior sobre su obra. Y es que, en efecto, su biografía está marcada por su exilio en Inglaterra producido en 1810 y por la actividad periodística e intelectual que desplegó a partir de ese momento. Pronto, los conservadores no tardaron en etiquetarlo de antiespañol, y los liberales nunca aceptaron su visión de los acontecimientos de la llamada ´revolución españolaª, ni entendieron sus consignas, ni su empeño en importar el modelo político inglés, ni, en suma, su peculiar y original lectura de la teoría liberal. El mismo hecho de que su obra más interesante, salvo quizás su labor de editor del periódico El Español, fuese escrita en inglés no facilitó el conocimiento ni la propagación de sus ideas entre sus contemporáneos. Cierto es también que alguna de sus ideas, adelantadas en cierto modo a su tiempo, no le granjearon tampoco las simpatías de uno y otro bando, como, por ejemplo, su apoyo explícito a la posición de los insurgentes de las colonias americanas. Con el tiempo, su nombre desapareció de la memoria de los autores españoles a pesar de la riqueza de su pensamiento. Ya al final del siglo XIX, el injusto juicio que vertió Menéndez Pelayo sobre su figura y su personalidad lo condenó al silencio más sonoro. Todavía más de siglo y medio después de su muerte tales opiniones son una pesada losa sobre su figura y su obra. La pereza académica no parece dispuesta a cuestionar este legado y el silencio al que le condenó la opinión sesgada del polígrafo santanderino, salvadas las honrosas excepciones de V. Llorens, J. Goytisolo, A. Garnica y M. Moreno.

En realidad, Blanco White es un hombre de su tiempo sometido a los cambios y conflictos de un mundo en transformación. En efecto, en una época de profundos cambios en Europa y en España, donde el tránsito del siglo XVIII al XIX fue traumático, la figura y la personalidad de Blanco White se nos presenta atravesada por los conflictos y las incertidumbres de su tiempo. Por la tensión entre tradición y modernización, entre religión y razón; por la lucha entre quienes se aferran al estado de cosas del Antiguo Régimen y sus privilegios y quienes buscan la apertura a los nuevos aires y al logro de los ideales de la Ilustración. Y esta tensión fue, sin duda, desgarradora para las mentes sensibles e ilustradas. Puede decirse que Blanco White es un ejemplo (el primer ejemplo) del desgarro y ruptura interior tan extendidos durante el siglo XIX entre los intelectuales españoles. Su Autobiografía es probablemente una de sus mejores obras por su prosa y su estilo, pero especialmente porque expone con crudeza el proceso interior que sufrió un espíritu inquieto y sensible en el seno de un ambiente de decadencia política como era la España de Carlos IV.

Blanco White es, sobre todo, un ilustrado nacido en una Sevilla que todavía disfrutaba de una posición privilegiada por sus relaciones con las colonias americanas, pero que, al mismo tiempo, se dejaba arrastrar por las inercias provincianas. En su niñez leyó con avidez a Feijoo, lo que despertó en él el afán de la crítica. Un ilustrado que Page 223 vivió como algo propio y personal la crisis de la España de primeros del siglo XIX. Tan es así que, una vez en su exilio voluntario hacia el que partió el 23 de febrero de 1810, no volvería a su país en el que había nacido el 11 de julio de 1775 falleciendo en Liverpool el 20 de mayo de 1841. En Inglaterra, donde se convirtió al anglicanismo, conocería los honores intelectuales y literarios que rara vez se conceden a un extranjero.

La figura de Blanco White presenta diferentes facetas literarias y ensayística. La menos conocida es la de teólogo y de polemista contra las religiones dogmáticas e intolerantes. Su búsqueda del cristianismo original le llevó a cambiar y a repudiar las creencias religiosas que asumió como propias. Sin duda, su labor más relevante para un historia del pensamiento fue la de periodista y la de ensayista. Ya en España, en la Sevilla asediada por los franceses fue encargado por el poeta M. J. Quintana, junto con el aragonés I, de Antillón, de la edición del Semanario Patriótico. Fue una experiencia breve, pues duró de mayo a agosto de 1809, pero, sin duda, relevante para la vida política del momento: analizó, describió, comentó y criticó los acontecimiento políticos de un período difícil. La finalidad de su empresa era, sobre todo, pedagógica, como lo fue siempre: formar una opinión pública que apoyase el proceso de reforma.

La experiencia de editor la continuó en Inglaterra, pues al poco de llegar fue encargado de la dirección de El Español. El objetivo de un periódico que duró hasta la vuelta de Fernando VII (1814) era divulgar los hechos de la revolución española, explicarlos y analizarlos e, incluso, orientar a los dirigentes la dirección que debían seguir. Tamaña empresa le acarrearía no pocos problemas y críticas en España, incluso, entre sus amigos. Llegaría a ser condenado por las Cortes de Cádiz como un enemigo del país, a la altura de Napoleón.

Analizar, denunciar y explicar sintetizan del proyecto filosóficopolítico de Blanco. Sus obras posteriores son también un ejemplo de esta actitud pedagógica: las Letters from Spain en las que, como si fuera un viajero por las tierras de su país, describió las costumbres españolas; aquellas otras cartas en las que hace lo contrario, esto es, describir las costumbres inglesas a los lectores hispanoamericanos y que fueron recopiladas con el título de Cartas de Inglaterra; sus escritos sobre la revolución española, la actividad de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, publicados en El Español con el seudónimo de ´Juan Sintierraª. Todos ellos muestran la misma pasión y la misma obsesión.

Las Cartas de España, escritas en 1821 y publicadas poco más tarde, componen un libro delicioso sobre su país natal. Aun escritas para un público inglés, forman sin embargo un interesante estudio de un español sobre los españoles que, vistas desde la distancia temporal, lo son también para los españoles. Pues, en ellas, encontramos un brillante y desapasionado relato sobre las costumbres españolas, sobre aspectos de la vida cotidiana y sobre acontecimientos históricos de la Page 224 España tradicional en el tránsito del siglo XVIII y XIX. Su relato estaba preferentemente basado en experiencias vividas u observadas personalmente. De ahí que especialmente se circunscriba a las ciudades de Sevilla, donde nació, Cádiz y Madrid. En cuanto a las referencias a hechos históricos, procuró estar bien informado.

Resulta así que las Cartas de España contienen una información preciosa. Pues, en ellas, se refiere a aspectos tan diversos como la Universidad, los toros, los estamentos sociales, los linajes y la limpieza de sangre, el tan genuino machismo ibérico, el papel de la religión y la formación de los sacerdotes, la siesta, las fiestas sevillanas, la fiebre amarilla que azotó Sevilla en 1800, la Cádiz esplendorosa y festiva de finales del XVIII, la corte de Carlos IV, Godoy, el motín de Aranjuez. øAcaso no se percibe en los Episodios Nacionales de Galdós un eco de la crónica de las intrigas de la corte borbónica y de la indolencia de Carlos IV, del poder del valido Godoy, de los sucesos de Aranjuez o del 2 de mayo realizada en las Cartas de España de Blanco? Su narración así trasciende lo meramente costumbrista para...

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