Ayllon, Manuel: La dictadura de los urbanistas.

AutorRicardo Cubero

Coincidiendo con el treinta aniversario de la muerte de LE CORBUSIER, artífice de la geometría de la ciudad moderna, y de su ortogonal trazado («la calle curva es el camino de los asnos, la calle recta es el camino de los hombres», sale a la luz este libro que aborda el gran tema de la ciudad bajo el punto de vista del humanismo, o lo que es lo mismo, colocando a la persona en el centro de toda consideración.

Y es que, en efecto, la ciudad, sin retórica, es cosa de todos. Y además, importante: en ellas vive y convive - con lo que eso supone - la gran mayoría de la población

Una interpretación filosófica de la historia del urbanismo, salpicada con oportunas citas de abundantes autores que el regusto orteguiano del autor pone como cimiento de su punto de partida, que no es otro que la insatisfacción universal, por no decir fracaso - que lo dice - del urbanismo moderno. Habla por si solo el ejemplo que trae en su prólogo: «la foto aérea del lago Ontario donde la industria americana desarrolla la producción automovilística, o del lago Baikal donde la extinta URSS concentra sus industrias pesadas para la transformación del acero. Estas fotografías manifiestan la contaminación medioambiental de esos lagos, la común degradación de sus riberas, el hacinamiento poblacional de los ciudadanos que habitan en su proximidad. Es indiferente, a estos efectos, la condición de modelo político y económico, aunque ciertamente hay diferencias en la respectiva manifestación de los problemas que no se resuelven».

La pérdida de la referencia protagórica de «el hombre como medida de todas las cosas» no significa para el autor, claro está, la regresión a la ciudad geocéntrica medieval, sino la integración con lo inmediato, con el territorio en que se habita, que los desafueros de la ciudad industrial y los excesos de la ciudad moderna han dado la espalda. Con lamento emotivo el gran jefe indio se lo reprochaba a sus hermanos rostros pálidos en la ceremonia de entrega por los EE. UU. de la reserva enmarcada en la Seattle de hoy. Bellísima estampa que vendría a la memoria en la reciente ubicación de un cementerio radioactivo en el reducto de lo que es territorio actual de aquel pueblo. Y ni que decir tiene que tales desajustes tampoco tienen su corrección en la utopía renacentista de la ciudad ilusoria (la ciudad del Sol, del dominico CAMPANELLA) con su desalmado ordenancismo que hace subordinar todo, el hombre incluido, a las figuras geométricas entonces de moda...

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