La autoeficacia causa de la delincuencia

AutorEugenio Garrido Martín - Jaume Masip Pallejá - Carmen Herrero Alonso
Páginas63-89

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1. Planteamiento del problema

Cuando Bandura estudió el aprendizaje a través de modelos, se centró en la conducta agresiva. Por esta razón es un clásico en teorías de la agresividad. Su libro Aggression (1973) es ampliamente citado en la materia. Pero a nuestro autor no le interesaba la agresividad per se, le preocupaban los procesos que explican las conductas; eligió la conducta agresiva lo mismo que pudo elegir la de altruismo. En cambio, después de descubrir un proceso tan básico como la autoeficacia, con tanto éxito en la Psicología científica, no se ha atrevido a aplicarla a la delincuencia o, simplemente, a la agresividad. Acaso sea más preciso afirmar que le ha dado miedo descubrir la posibilidad de que la autoeficacia sea causa de la conducta delictiva por lo que, desde hace algún tiempo, se acerca a este laberinto con la intención de cerrar la entrada. Así parece han de entenderse textos como este: Cuando la competencias se utilizan para ejecutar una conducta inhumana, los que la ejecutan pueden sentirse eficaces en sus triunfos, pero permanecen descontentos consigo mismos por el dolor que causaron (Bandura, 1997, p. 15).

Pero si se reflexiona sobre el concepto de autoeficacia como el proceso directo o mediador que explica la conducta que elegimos, en la que hacemos el esfuerzo y en la que perseveramos, ¿por qué no decir que la conducta delictiva la ejecutan aquellos que se sienten capaces de ejecutarla, los que se sienten autoeficaces para llevarla a cabo y conseguir con ella unos determinados fines?

Desde el punto de vista teórico, la conducta delictiva se rige por los mismos mecanismos psicológicos básicos que cualquiera otra conducta. Y un mecanismo básico es la autoeficacia. Se debería afirmar que no es delincuente quien quiere sino quien se cree que puede. Vulgarmente hablamos de carrera delictiva. Desde la teoría social cognitiva se debe entender que esta carrera viene determinada por la autoeficacia para delinquir lo mismo que la carrera profesional viene determinada por la autoeficacia para desempeñarla. ¿Existe algún inconveniente para decir que la delincuencia es una profesión para losPage 64delincuentes? Luego si la eligen es porque se sienten capaces de aprenderla y ejercerla lo mismo que se aprende y se ejerce la carrera de ingeniero. El hecho de que socialmente no sea aceptada la carrera delictiva no quiere decir que no sea una carrera. En algún tiempo estuvo prohibido estudiar las leyes que rigen el firmamento y no dejó de ser un conocimiento que sólo los arriesgados consiguieron. Ser delincuente no es ninguna carrera fácil, necesita aprendizaje, destreza y perseverancia. Si se admite este postulado básico, quizás se pueda llegar a explicar mejor la conducta delictiva y, al explicarla, poder prevenirla en los que ya la han abrazado.

Porque delinquir es cometer un acto tipificado por la ley como delito. Aunque aquí lo entendamos también como quebrantamiento de la norma social e incluso la personal. No se trata de coger una llave maestra y abrir una puerta, no se trata de llevar una piedra en el bolsillo y romper el cristal de un coche, no se trata, tampoco, de abrir una puerta y coger lo que hay detrás de ella. Algunas de estas conductas se ejecutan muchas veces al día. El acto de robar, como mis amigos californianos, es coger algo sin pagarlo a sabiendas de que se está privando a su dueño del beneficio legítimo que su venta le proporcionaría. Lo mismo podemos decir de la agresión, de la venta de droga, etc. Hay muchos químicos que saben cómo elaborar una pastilla de éxtasis, pero muy pocos los que se consideran capaces de fabricarla y distribuirla. Y, a lo mejor, el que la fabrica no se siente capaz de distribuirla, y el que la distribuye no se siente capaz para fabricarla aunque posea las habilidades científicas necesarias. Juzgarse personal- mente eficaz para delinquir es ejecutar una acción prohibida; es algo más que ejecutar el acto material.

Admitido que la autoeficacia es una de las causas finales que explican la conducta delictiva, puede entenderse que en torno a este concepto y, más generalmente, en torno a los postulados de la teoría cognitivo social, comienzan a tener sentido y coordinarse conocimientos aparentemente dispersos entre distintos autores de la criminología. Por ejemplo, comienza a tener sentido que se hable de perfiles delictivos, porque la carrera delictiva es algo que se aprende de una determinada manera y tal como la aprende, uno se siente capaz de ejecutarla. De ahí que haya un perfil de la persona que roba pisos utilizando una estrategia específica, porque es la que él sabe, la que él se juzga capaz de llevar a cabo y no otra. De esta manera podemos hablar del modus operandi que permite a la policía seguir laPage 65senda del delito. Por poner otro ejemplo, es casi imposible no encontrar una teoría que directa o indirectamente no mencione la asociación diferencial, las condiciones de marginalidad, los grandes barrios urbanos como variables que influyen en la delincuencia; tanto, que a los jóvenes que viven en esos barrios se les considera como sujetos de alto riesgo. Lo que en realidad están aprendiendo esos sujetos no es solamente modelos agresivos, lo que están aprendiendo son modelos que les inducen a hacer la deducción lógica tan sencilla como: «si él puede, yo también».

Invariablemente aparecen en todas las estadísticas de delincuencia dos variables que se admiten rutinariamente y a las que no se ha dado solución. La primera, es la diferencia entre sexos (Caprara et al., Manuscrito; Chung y Elias, 1996; Ludwig y Pittman, 1999). Los hombres cometen más delitos que las mujeres. Cuando se trata de la juventud esto aparece en los delitos violentos o contra la propiedad (Junger-Tas, 2004). En el informe del FBI publicado en octubre de este mismo año (Federal Bureau of Investigation, 2007), muestran que el número de arrestados varones, durante los últimos cinco años, son el 72,2 por ciento. Lo demuestra, también, el estudio longitudinal (de 11 a 18 años) publicado por Guo, Hill, Hawkins, Catalano y Abbot (2002). ¿Se debe esto a variables biológicas? En la teoría cognitivo social la biología facilita o impide, por ejemplo, pensar, pero nunca puede predecir si yo creeré en dios o en el diablo (Bandura, 2003a; 1974b). Desde la hipótesis de la autoeficacia para delinquir como variable directa o mediadora que decide el acto final de ejecutar la conducta delictiva, esta diferencia entre sexos se fundamenta en la idea de que desde pequeñas se les dice a las mujeres que «eso no es para ti». De la misma manera hace años se les decía que no era para ellas la carrera universitaria, y, si la hacían, podían ser maestras o enfermeras. Sí era para ellas saber cocinar, planchar y coser. ¿Se nos ha olvidado aquella canción de los payasos de la tele que decía lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar, coser, cocinar, lavar? La explicación de esta diferencia de sexos respecto a la delincuencia, se halla en que a los hombres se les enseña que deben ser valientes y dirimir sus conflictos utilizando la fuerza o las armas, mientras que eso no les está permitido a las mujeres. Antes, tampoco fumaban, ni bebían, ni trasnochaban. «No era para ellas». No lo ejercitaban, no tenían modelos, nadie les impulsaba a ello y cuando lo hacían se les amedrentaba y se les inter-Page 66pretaba su sensación de excitación como de incapacidad tal como lo explicara experimental y repetidamente Daryl Bem con su teoría de la auto percepción (Bem, 1972). Teoría que otros aplicaron a la percepción diferenciada de las emociones cuando, en realidad, todas tienen en común el mismo arousal fisiológico (Schachter y Singer, 1962).

Resulta interesante señalar cómo, en el campo de las organizaciones, muy distinto al de la delincuencia, hay autores que apliquen este mismo razonamiento para explicar cómo las personas mayores de cuarenta y cinco años estén perdiendo la confianza en sus propias capacidades laborales porque, a partir de esa edad, ya no se les recicla en las nuevas tecnologías, no tienen modelos de su edad con los que compararse, nadie les estimula; al contrario, se les desaconseja y les hacen sentir cada vez más inútiles en sus puestos de trabajo (Maurer, 2001). Una vez más, si los argumentos de la autoeficacia valen para la elección de carrera o para su abandono ¿por qué no van a ser útiles referidos a la conducta delictiva? Aunque, a medida que la mujer se va incorporando a los puestos de trabajo y su nivel de educción también es semejante a la del hombre, parece que se está planteando el problema de que el siglo XXI, a la vez que será el siglo de la plena incorporación de la mujer a la vida social y laboral, en criminología, será también el siglo de la delincuencia femenina (Junger-Tas, 2004). Sin que esto deba explicarse necesariamente por la teoría de la oportunidad de Clarke (Cornish y Clarke, 1986). Los mismos autores del informe de Helsinki, en la página 29, expresan claramente que sus hipótesis basadas en la teoría del control no se cumplen, al no hallar diferencia entre una sociedad más avanzada como la holandesa, o la más conservadora y controladora como la española. Hay que buscar otras explicaciones. Barberet, Bowling et al (2004) en el estudio sobre la delincuencia juvenil lo exponen así de claro: «... la pregunta por qué existe tanta...

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