El Auschwitz de nuestro tiempo: Las ideologías extremas y la frontera entre ellos y nosotros

AutorJavier Leiva Bustos
Cargo del AutorDoctor en Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid
Páginas65-85
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El Auschwitz de nuestro tiempo: Las ideologías extremas
y la frontera entre ellos y nosotros
Javier Leiva Bustos
Doctor en Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid
1. INTRODUCCIÓN
Cuando hablamos acerca del nacionalsocialismo tendemos –no en vano– a tener
una imagen demoníaca de él. Sus desastres, sus genocidios, sus violaciones agrantes
de la dignidad humana o su intento de un control y dominio total de todos los aspec-
tos de la vida humana –desde la conciencia y los valores morales y políticos, hasta la
propia genética, desarrollo y evolución del hombre– conmocionaron no sólo a la
Europa y al mundo de su época, sino que también siguen hoy afectando y sobreco-
giendo al nuestro. Sin embargo, esta demonización atávica que le solemos conferir al
 Reich no hace ningún bien a la hora de analizarlo en profundidad. Ya autores
como Jaspers y Arendt, poco después de padecer la barbarie nazi, insistían en que su
comprensión –que no su perdón o justicación– pasaba por despojarle de todo com-
ponente diabólico que pudiera haberle sido atribuido. De hecho, en 1946, tan solo un
año después de la claudicación de Alemania en la  Guerra Mundial, en una corres-
pondencia entre ambos a propósito de la obra de Jaspers Die Schuldfrage1, este le dice
a su antigua alumna, y ahora íntima amiga:
You say that what the Nazis did cannot be comprehended as «crime» –I’m not
altogether comfortable with your view, because a guilt that goes beyond all criminal
guilt inevitably takes on a streak of «greatness» –of satanic greatness– which is, for
1 Jaspers, K.: El problema de la culpa, Paidós, Barcelona, 1998.
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me, as inappropriate for the Nazis as all the talk about the «demonic» element in Hit-
ler and so forth. It seems to me that we have to see these things in their total banali-
ty [in ihrer ganzen Banalität], in their prosaic triviality, because that’s what truly
characterizes them. Bacteria can cause epidemics that wipe out nations, but they
remain merely bacteria. I regard any hint of myth and legend with horror, and
everything unspecic is just such a hint.2
Y Arendt, por su parte, respondía:
I found what you say about my thoughts on «beyond crime and innocence» in
what the Nazis did half convincing; that is, I realize completely that in the way I’ve
expressed this up to now I come dangerously close to that «satanic greatness» that I,
like you, totally reject.3
Sin lugar a dudas, hubo personas viles, sádicas, crueles y, en una sola palabra,
malvadas, dentro de las las del NSDAP, de las SS, de las SA y demás organizaciones
de la Alemania nazi; pero, no nos engañemos, no fueron mayoría. No todos fueron
Hitler, Himmler, Goebbels, Heydrich, Bormann o Göth, por citar algunos hombres;
la mayoría fueron personas normales, individuos corrientes con una vida común, tan
común como la de cualquiera que conozcamos o que podamos encontrarnos en
nuestra vida cotidiana. Un hecho que, de nuevo, la propia Hannah Arendt anunciaba
ya en 1945, mucho antes de plantearse siquiera la expresión «banalidad del mal»:
[...] el devoto paterfamilias, al que nada preocupa más que su seguridad [de su
esposa e hijos], se transformó bajo la presión de las caóticas condiciones económi-
cas de nuestro tiempo en un aventurero involuntario que, a despecho de toda su
diligencia y cuidado, nunca podía estar seguro de lo que el nuevo día traería consi-
2 Arendt, H. & Jaspers, K.: Correspondence 1926–1969 (Eds. K, L. & S H), Harcourt
Brace Jovanovich, Orlando, 1992, p. 62; el destacado es mío. Encontramos una traducción al castellano
de este fragmento en la obra de Richard Bernstein El mal radical: «Usted dice que lo que los nazis hicie-
ron no se puede entender como un “crimen”. No estoy del todo satisfecho con su opinión, porque una
culpa que va más allá de toda culpa criminal inevitablemente cobra relieves de grandeza”, de grandeza
satánica, lo cual es para mí tan inadecuado en el caso de los nazis como toda esa palabrería sobre el ele-
mento demoníaco” de Hitler y demás. Creo que debemos ver estas cosas en toda su banalidad [in ihrer
ganzen Banalität], en su prosaica trivialidad, porque eso es lo que las caracteriza en realidad. Las bacte-
rias pueden causar epidemias que borran naciones enteras, pero siguen siendo meras bacterias» –Ber-
nstein, R.: El mal radical, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2012, p. 328; el destacado es mío–. Curiosa-
mente, Jaspers proporciona aquí los principales elementos de lo que, casi dos décadas más tarde, Arendt
formulará como la «banalidad del mal».
3 Arendt, H. & Jaspers, K.: op. cit., p. 69; el destacado es mío. También encontramos una traduc-
ción en el citado libro de Bernstein: «Lo que usted dice sobre mi idea de “lo que está más allá del crimen
y de la inocencia” con respecto a los nazis me convence a medias; es decir, me doy cuenta perfectamen-
te de que por la forma en que me expresé hasta ahora, estoy peligrosamente cerca de esa “grandeza satá-
nica» que yo, como usted, rechazo totalmente” –Bernstein, R.: op. cit., p. 329; el destacado es mío–.

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