Ollero Tassara, Andrés, Derecho a la verdad. Valores para una sociedad pluralista. Eunsa, Pamplona 2005, 226 pp.

AutorAurelio De Prada García
CargoUniversidad Rey Juan Carlos de Madrid
Páginas501-506

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Bajo tan llamativo, y provocador título, el profesor Ollero ha reunido ocho trabajos que vieron la luz a lo largo de un dilatado período, -diecisiete años-, en los que disfrutó de la «envidiable experiencia» de llevar a cabo una actividad parlamentaria y política sin perder contacto con la actividad académica. Y en efecto, tan «anfibia» condición de filósofo del derecho y político en ejercicio, así como sus convicciones religiosas, católicas, tienen fiel reflejo no sólo en dichos trabajos sino también en los dos apartados bajo los que, con cierto desequilibrio cuantitativo, los agrupa.

Desde luego, el autor es plenamente consciente de lo provocador de su propuesta y ello hasta el punto de dedicar unas páginas introductorias, -con el mismo título del libro, Derecho a la verdad-, a dejar meridianamente claro el hilo conductor de los ocho trabajos. Y así, tras constatar la «inflación de derechos» característica, al parecer, de nuestra época, se asombra de que no se haya aún esgrimido el reconocimiento de un derecho a la verdad, aventurando al respecto la hipótesis de que quizás ello se deba a una presunta incompatibilidad entre libertad y verdad. Frente a quienes defienden que existe una «verdad del hombre», que permite calificar como inhumanos determinados comportamientos e incluso fundamentar los derechos humanos, estarían aquéllos para quienes toda apelación a «la verdad» aboca a un autoritarismo negador de la libertad: la verdad, en todo caso, vendría determinada por la mayoría o sería variable según los diversos equilibrios políticos.

Esta última postura resulta ser, al parecer, la consagrada en nuestro «politeísta altar civil», -el artículo 1.1 de la Constitución-, que ciertamente no incluye, expresamente, la verdad entre los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico. Ahora bien, según el autor, la verdad «encontraría acogida» tanto en el valor «pluralismo político» como en el valor «justicia». Aquél, el pluralismo político, implicaría la verdad en la medida en que es procedimental y metodológico. Y, así, al exigir que sean plurales las vías para configurar soluciones «razonables» en aras de objetivos razonables, resulta obvio que esos objetivos, que condicionan el procedimiento, no pueden recibir tal calificativo, «razonables», a partir del procedimiento mismo, con lo cual la verdad entraría en juego revestida de imperativo práctico. Se articula un procedimiento que salve tanto del autoritarismo de la verdad impuesta por un iluminado cuanto de la paralizante perplejidad de una sociedad relativista: un hombre, una verdad...

El valor justicia, por su parte, también acogería el valor «verdad»en la medida en que, una vez diseñadas razonablemente las vías del pluralismo político, no todo resultado obtenido a través de ellas habría de ser considerado razonable. Si una ley, elaborada de acuerdo al procedimiento, afecta al contenido esencial de un derecho, en virtud del artículo 51.1 de la Constitución, se verá anulada por irrazonable. La justicia no se entendería, pues, sin la verdad y el presunto dilema entre libertad y verdad resultaría «caprichoso».

Así las cosas, la libertad merece protección jurídica y cobra legitimidad política en la medida, en que a través de los obligados vericuetos de la práctica enlaza con lo verdadero. El reconocimiento de la verdad y de su razonable argumentación en contextos prácticos, lejos de convertirse en una amenaza, fundamentaría la exigencia de cauces para poder buscarla con libertad. Habría llegado, pues, el momento de ejercer el derecho a la verdad. Un ejer- Page 502 cicio que, si ciertamente supone una contemplación teórica, no se limita a ella, sino que exige la acción. Exige Hacer realidad la verdad del hombre, por decirlo con el rótulo que agrupa los seis primeros capítulos del libro.

Y, en efecto, el primero de esos capítulos, Expertos en humanidad. Convicciones religiosas y democracia pluralista., tras caracterizar, siguiendo el magisterio de los últimos pontífices, a los ciudadanos católicos como tales, como «expertos en humanidad», les invita a redefinir el desarrollo ante la «contundente» quiebra económica, cultural y ética del progresismo. Esa redefinición, -entendida como una suerte de «ecologismo moral» que resalte «la evidencia de que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos a leyes no sólo biológicas, sino también morales cuya...

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