Alternativas islámicas al Estado

AutorVicente Haya
Cargo del AutorDoctor en Historia, Doctor en Filosofía. Universidad Nacional de Educación a Distancia
Páginas37-47

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ES posible que en las conferencias precedentes, porque así ocurre en la información que habitualmente recibimos, se haya hablado de «Estados islámicos». Lo primero que quiero decir –y lo intentaré demostrar en esta conferencia– es que no hay Estados islámicos.

1. Sociedades «islámicas»

UN Estado islámico es el que hubiera creado una sociedad islámica. Y no hay «sociedades islámicas». El Corán da cuenta de una serie de principios rectores fundamentales para una sociedad islámica:

– libertad religiosa y de conciencia,

– justicia social,

– ausencia de tiranía,

– igualdad ante la ley,

– derecho al asilo y solidaridad con los necesitados.

El Profeta dijo: una sociedad islámica se aquella donde nadie pasa hambre. Con eso creo que está dicho todo.

¿Por qué afirmo que no hay Estados islámicos? Para comprenderlo quizá deberíamos comenzar por el principio.

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2. A remolque

EL Islam entra en el mundo de las instituciones políticas por necesidad. La estructura de gobierno de partida de Muhammad –su hábitat político natural– era la tribu. Todo lo que vino después, durante su vida (la federación de tribus, la comunidad de creyentes, la ciudad-Estado), y las instituciones políticas que se han dado con posterioridad en el mundo islámico son un puro «ir a remolque» de las circunstancias.

– Ni siquiera hemos conseguido encontrar en árabe una palabra con sentido para la idea de «Estado». En árabe se dice dawla, es decir, «aquello que está sometido a una alternancia, a un cambio», ¡justo lo contrario de lo que es el Estado! En realidad, en el vocabulario político mismo se ve esto que digo, de cómo el Islam ha ido a remolque de los acontecimientos.

– Para traducir «patria», concepto esencial para la construcción de todo Estado Moderno, se recurrió al término watan, «aldea natal», que nunca antes del siglo XIX había tenido connotaciones de identidad política.

– Para traducir «nación, nacional», se recurrió al término milla, derivado de «palabra» en arameo, y que hacía referencia al grupo que se regía por una palabra revelada. Una milla es una comunidad religiosa. En el siglo XIX comienza a hablarse de la milla (o millet, en turco) como de «nacionalidades».

– El juramento de obediencia que hacen los súbditos, la bay‘a, originalmente significaba «trueque, compra-venta».

– «Política» por ejemplo, siyâsa, en árabe significa literalmente «el arte de domar caballos», tan extraños eran los árabes al arte de la política, que la confundieron enseguida con la manipulación de las masas, que serían como una fuerza bruta si se desboca.

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3. Desconfianza de la monarquía

LOS beduinos, gente libre, no sólo eran extraños al arte de gobernar a los otros, sino que particularmente aborrecían a los reyes. Los árabes yemeníes habían tenido instituciones monárquicas desde antiguo (recuérdese la reina de Saba, ya en el siglo X a. C.), pero los árabes propiamente dicho, esto es, los del norte y centro de Arabia, desconocían y aborrecían la institución monárquica. Sólo los árabes establecidos en la zona del Creciente Fértil o en su proximidad inmediata, en contacto con los imperios romano-bizantino y parto-persa, estaban organizados en reinos como Petra y Palmira primero, gassâníes y lajmíes más tarde. Pero incluso los gassâníes y los lajmíes eran de origen yemení, emigrados hacia el norte a raíz de la desertización de su país de origen.

Para el común de los árabes la monarquía era una institución odiosa, liberticida, que reducía a los seres humanos a una servidumbre abyecta. Para los árabes, como para los griegos de la época clásica, era un orgullo vivir libres de la sumisión a un rey. El desprecio al «rey de reyes»...

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