Más allá de la democracia

AutorSabino Cassese
Páginas105-124
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Un grupo de estudiosos y amigos nos encontramos una decena
de veces al año para discutir sobre la Unión Europea y las cuestio-
nes que le afectan. Lo que más escucho son críticas, juicios preocu-
pados, algún que otro gimoteo. Expongo casi siempre opiniones
optimistas. Lo hago porque pienso que hemos entrado en un pro-
ceso que podría ralentizarse, no detenerse; porque el optimismo
ha dado medio siglo de paz a Europa, atravesada en la mitad del
siglo anterior por dos graves conflictos; pero sobre todo porque de
la Unión descienden condicionamientos o límites para los Estados
nacionales, en cuyo seno la democracia “interna” no basta. Si, en
efecto, este es uno de los medios para frenar el poder y llevarlo a
su dirección correcta, no es suficiente un único pueblo-guardián,
sino que serán necesarios también otros pueblos, que a través de
sus Gobiernos, miren asimismo por sus propios intereses y vigilen
las democracias nacionales.
I. EL CONTEXTO NACIONAL. WALK OUT Y
SECESIÓN
La democracia moderna ha crecido y se ha desarrollado
dentro del Estado-nación. ¿Qué ocurre si éste pierde
peso e importancia, bien sea por desunión, por secesión
interna, o bien por su participación en uniones más am-
plias a las que les transfiere parte de su soberanía? ¿Qué
consecuencias tiene la circunstancia de que la sede de la
democracia se vacíe?
La secesión reduce el pluralismo y la solidaridad en el seno
de una nación, mientras aumenta la necesidad de coordinación
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entre Estados. Muchas Constituciones prohíben la secesión y
proclaman y protegen la unidad del Estado. Los movimientos
secesionistas y las secesiones aumentan, hasta el punto de que
la palabra “secesión” no parece capaz de cubrir la multiforme
variedad de realidades: algunos casos, de hecho, se puede decir
que son de disolución (como en el caso de Yugoslavia), otros
de “des-asociación” (como en el caso de Eritrea).
A veces, los movimientos secesionistas se ven favorecidos por la
pertenencia a unidades supraestatales, como sucede en Escocia, en la
medida en que su salida de Reino Unido no traería consigo un im-
portante cambio de régimen, si Escocia mantuviera su pertenencia a
la Unión Europea. El efecto desestabilizador de las regionalizaciones
supraestatales para los Estados y para la democracia, en estos casos,
opera desde dentro, favoreciendo la secesión, y desde fuera, con unio-
nes más amplias.
Las secesiones, por otra parte, corren el riesgo de generar terri-
torios no gobernados, que no constituyen sólo un problema para la
democracia, sino también para las Naciones Unidas, habida cuenta
de que han sido fundadas por los Estados (arts. 3-6 de la Carta de las
Naciones Unidas).
En definitiva, organizaciones como las Naciones Unidas
y la Unión Europea, en la medida en que promueven el res-
peto del Derecho y de la democracia, operan como fuerzas
anti-secesionistas porque el Estado-nación es un instrumen-
to en favor del progreso de la democracia, siendo el locus en
el que se ha insertado y desarrollado, como se ha puesto de
manifiesto tantas veces.
De estos impulsos y tendencias supranacionales se deri-
va una paradoja: el crecimiento de las organizaciones supra-
nacionales debilita la soberanía estatal y facilita la secesión,
aunque, al mismo tiempo, esas organizaciones se fundan en

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