África: avances, desafíos y su alianza estratégica con la Unión Europea

AutorJesús Diez Alcalde
CargoTeniente Coronel (Artillería). Diplomado de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de España y del Ejército de Tierra de Chile. Analista Principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Ministerio de Defensa de España
Páginas30-44

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1. Introducción

África es una región emergente, y su importancia en el escenario geopolítico internacional es hoy incuestionable. Hacia el exterior, se ha convertido en el epicentro de la reorientación estratégica mundial; y, dentro de sus fronteras continentales, cobra fuerza el movimiento y la narrativa “AfricaRising” 1que, desde muy diversos foros africanos e internacionales, subraya los grandes avances registrados en los últimas décadas, en especial económicos y sociales, como principal fundamento de un futuro más próspero y estable para el continente. Sin embargo, y frente aquellos que destacan el auge africano, se sitúan otros muchos –tanto dentro como fuera de la región– que denuncian que, sin minusvalorar los significativos avances en algunos ámbitos, la desigualdad social, la mala gobernanza o la conflictividad siguen dinamitando la estabilidad, la seguridad y el desarrollo africanos.

En el ámbito económico, su crecimiento continuado en los últimos diez años y su ingente riqueza natural están llamados a garantizar el progreso social de sus poblaciones. En la esfera política, la democracia gana fuerza en muchos países africanos, y están previstos más de 30 procesos electorales hasta finales de 2015. Sin embargo, estos parámetros positivos no consiguen esconder, ni frenar, los numerosos conflictos y amenazas que asolan muchos regiones de África; ni tampoco el auge económico o de los procesos democráticos se ha traducido en una reducción notable de las desigualdades sociales o de los niveles de pobreza, que siguen situando al continente africano como la región del mundo con menores índices de desarrollo humano2.

En este escenario de contrastes, la conflictividad también adquiere un dramático protagonismo, y sigue lastrando el progreso y la paz de África. Hoy, muchos países se ahogan en la violencia, los conflictos armados y el mal gobierno, lo que provoca elevadas cifras de muerte y destrucción, y obliga a cientos de miles de africanos a emigrar, tanto dentro del Continente como hacia Europa. Otros países sucumben ante el crimen organizado y la sinrazón yihadista, que se expanden sin freno por los “agujeros de soberanía”, donde el poder del Estado no ha podido o nunca ha pretendido llegar; o transitan libremente por las porosas fronteras nacionales, que están fuera del control de las precarias fuerzas de seguridad y defensa de muchas naciones africanas. Consecuencia de todos estos factores, y según el Índice de Paz Global 20143, la seguridad en la región subsahariana se ha deteriorado de forma alarmante en los últimos años y, entre otros aspectos negativos, este informe señala que los países del Sahel y norte de África se encuentran hoy entre las 50 naciones con más incidencia del terrorismo yihadista a nivel mundial.

Desde Europa, los altos índices de conflictividad en África preocupan cada vez más, y ya pocos dudan de que la seguridad, la mala gobernanza y el subdesarrollo africanos sean también problemas europeos. De hecho, sus consecuencias son cada vez más evidentes: desde el incremento de la inmigración irregular hasta la creciente captación de yihadistas en suelo europeo. La realidad es que, desde su fundación, la Unión Europea (UE) ha

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destinado importantes ayudas económicas para África, dentro de la iniciativa de los Fondos Europeos al Desarrollo. Sin embargo, parece que esta financiación, a tenor de los niveles actuales de desarrollo, no ha cumplido, al menos de forma generalizada, con el objetivo esperado: elevar el bienestar social y económico de los pueblos africanos. Por ese motivo, en los albores del siglo XXI, comenzó a gestarse una nueva relación intercontinental –marcada por el desarrollo de la Estrategia Conjunta UE-África, aprobada en la Cumbre de Lisboa de 2007–, y que hoy se centra en el asociacionismo y la cooperación como base para consolidar un futuro común de prosperidad y estabilidad.

La última Cumbre Unión Europa-África, celebrada en Bruselas el pasado mes de abril, ha supuesto un hito importante para buscar soluciones que permitan adaptar la alianza estratégica a los nuevos desafíos, pero también a las nuevas oportunidades. Ahora, el nuevo Parlamento Europeo, salido de las últimas elecciones de mayo, deberá reconsiderar y redefinir las relaciones de la Unión Europea con África, para que estas se asienten sobre nuevos proyectos políticos, económicos y de seguridad. No obstante, el esfuerzo europeo desplegado en el terreno –en el momento actual, nueves misiones civiles y militares en el marco de la Política Común de Seguridad y Defensa– seguirá constituyendo la aportación más firme para la estabilidad, la paz y el desarrollo del continente africano.

2. Africa avanza, con importantes desafíos

África es un continente plural y diverso, formado por 54 naciones con sus singularidades específicas y con realidades muy distintas en todos los ámbitos, desde el político hasta el económico y social. Todo ello hace que, a pesar de los mensajes que se extienden dentro y fuera de África, no sea adecuado hablar de un continente homogéneo, y cualquier reduccionismo puede llevarnos a cometer importantes errores. Por el contrario, para analizar la situación actual con exactitud, resultaría imprescindible abordar cada realidad nacional, con sus avances y desafíos específicos, algo que se escapa del propósito de este trabajo. Hoy, las cifras globales nos presentan un escenario que, en muchos ámbitos, permiten referirse a África con cierto optimismo y, sin duda, como un continente emergente y determinante en el contexto internacional. Sin embargo, debe afrontar muchas y sustanciales transformaciones estructurales –desde reformas económicas hasta la mejora generalizada de la gobernanza democrática–, para consolidar un futuro estable y pacífico, del que pueda disfrutar, aún a largo plazo, toda la población africana.

En su conjunto, África es un continente extremadamente rico. Algunas de esas riquezas –en especial, sus recursos naturales– han impulsado el rápido crecimiento económico, que ha ascendido a un 5% de media anual en la última década y que sitúa al continente como la región del mundo más próspera en la actualidad. Una destacada progresión económica que –según el AfricaProgressReport2014, elaborado por el Panel para el Progreso de África 4– «ha estado impulsado por la demanda interna, la inversión extranjera, el alza de los precios de las materias primas y la mejora de la gobernanza económica». En este ámbito, destaca la creciente irrupción de potencias emergentes en África –en especial, China, Brasil, India y Sudáfrica–, cuyas relaciones comerciales con los países de esta región son cada vez más importantes y tienen una impronta determinante en el desarrollo económico continental5.

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Otras cifras macro económicas también subrayan el auge africano. Así, entre otras, la renta per cápita se ha incrementado en más de un 30% en los últimos diez años, mientras que en los 20 años anteriores se había reducido en casi un 10%. Y, aunque esta ola de prosperidad es innegable, las principales críticas se basan en que todo el comercio se ha concentrado en sectores como la minería y el petróleo, que tienen poco efecto en el desarrollo de las zonas rurales, donde vive la mayoría de la población pobre de África. Por ello, son necesarias reformas profundas de los sistemas económicos: por un lado, para diversificar la explotación de las fuentes de riqueza –con especial atención al sector primario: agricultura, pesca y ganadería–; y, por otro, para asentar y extender la industria manufacturera y las nuevas tecnologías, con el objetivo de reducir la actual dependencia del exterior, que en el continente africano alcanza a la mayoría de los bienes de consumo.

En cuanto al desarrollo social, el Banco Africano para el Desarrollo6 también refleja una evolución positiva. La esperanza de vida en África ha aumentado en un 10% y las tasas de mortalidad infantil han descendido de forma muy significativa. Además, el acceso a la educación ha experimentado un destacado ascenso, y han disminuido bruscamente las muertes provocadas por la malaria y las infecciones por VIH. Por otro lado, registra el crecimiento de la clase media más rápido del mundo, la cual actualmente representa un 34% de la población; y la proporción de personas que viven en la pobreza (por debajo del umbral de1,25 dólares al día) se ha reducido de más de50% en 1981a menos del45% en 2012.

Por último, el avance en el terreno político es igualmente significativo, aunque los procesos electorales sean, por lo general, frecuentemente cuestionados. Como señala el diplomático español Sánchez-Benedito7, «Tan sólo en 2012, se celebraron 22 elecciones multipartidistas en el continente africano, pero rara vez se desarrollan sin incidentes y de manera completamente pacífica (…)».Sin embargo, y como también subraya Sánchez-Benedito, aún permanece una «vieja guardia de dirigentes» aferrados al poder, o «la enfermedad crónica de los golpes de estado» (Madagascar, Guinea Bissau, Mauritania, Mali y República Centroafricana) sigue muy presente. En el horizonte, y hasta 2015, más de 30 procesos electorales volverán a poner a prueba la estabilidad política y la gobernanza democrática en África, que es el sustento ineludible para la consolidación del progreso africano.

Sin duda, todos estos índices económicos, sociales y políticos dibujan un panorama esperanzador para el...

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