Acuerdos de parís y calentamiento global: aumentar los sumideros de carbono

AutorLuis Javier Cuenca López
CargoDoctor en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Granada
Páginas127-150

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1. Cuestiones previas

El día dos de este caluroso mes de agosto que estamos sufriendo, la prensa española publicó una noticia que solo ha sido comentada someramente en los medios y que, de ser verdad, es muy preocupante: según la Organización Global Footprint Network, este día marca la jornada en la que se han consumido todos los recursos naturales disponibles para todo el año. Es la fecha más temprana, desde que en 1970 se comenzó a medir este parámetro.

Todos los recursos que consumamos a partir de ese día son los que corresponderían consumir en 2018. Y esta preocupante noticia se produce sin haber comenzado a implementar los Acuerdos de París sobre el cambio climático y durante el verano más desesperante de calor del que soy capaz de acordarme.

Además, la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, ha vuelto a poner sobre la mesa los problemas referentes al calentamiento global1 y el cambio climático, así como los acuerdos de París respecto a este problema global, su actualidad nos inquieta por lo oído al Presidente Trump de Estados Unidos por su reciente anuncio de desmarcarse de lo firmado en París por Barack Obama y por los nombramientos de los altos cargos de su Administración que se han producido, ha nombrado al Fiscal General de Oklahoma, Scott Pruitt2, para liderar la poderosa Agencia de Protección Ambiental de EE. UU., un negacionista confeso del cambio climático y firme opositor a las leyes reguladoras en materia medioambiental. Aunque, por otro lado ha nombrado a Rick Perry, que fue Gobernador de Texas durante muchos años, como Secretario de Energía (Ministro de Energía), en cuyo perfil hay luces y sombras, como por ejemplo: en aras de la reducción del gasto y del aumento de la eficacia, es partidario de reducir la presencia del Estado en la vida social, ha llegado a proponer la desaparición del Departamento de Energía para cuya dirección ha sido nombrado ahora. Se trata de la filosofía del Small Government que en su día impulsó Ronald Reagan y que forma parte de las esencias del Partido Republicano. Paradójicamente, el mismo Rick Perry que, desde 2005, impulsó la energía eólica en Texas, siendo en ese Estado uno de los pioneros, aprobando una nueva legislación estatal al efecto. Cuando accedió al cargo, la producción de energía eólica en Texas se aproximaba a los 116 Mwat., cuando dejó el cargo, Texas contribuía a la generación de energía eléctrica mediante energía eólica con unos 6.000 Mwat. y, en la actualidad, casi alcanza una producción de 16.000 Mwat., que viene a ser una décima parte de toda la energía eléctrica que se produce en el Estado en el que se encuentran la mayoría de los pozos de petróleo norteamericanos. La izquierda española —con su falsa y solamente supuesta superioridad moral— y los más pesimistas de entre los medios de comunicación temen que el apartamiento de los compromisos adquiridos respecto de los Acuerdos de París firmados por Barack Obama, produzcan un fracaso de las estrategias implementadas por la ONU, especialmente si a esta cuestión se une una Rusia exportadora de petróleo y gas, muy poco fiable, y una China con un crecimiento económico que ya crece menos. Al parecer, Mr. Trump piensa que lo aprobado en los llamados Acuerdos de París no es sino una estrategia inspirada por China para conseguir que el gigante amarillo sobrepase a Estados Unidos como primera potencia económica mundial, obligando a los países industrializados a tener que gastar unos cien mil millones de dólares anuales para destinarlos a que los países en vías de desarrollo cuenten con financiación suficiente para ponerse económicamente a la altura de los países del primer mundo, ralentizando el crecimiento de aquellos.

Aunque no es de mi gusto auto referirme en mis escritos, el número 7 de la Revista R.E.D.S. publicó un artículo- en el que se explicaban los motivos que, a mi juicio, existían para tener una duda razonable sobre la capacidad de influencia directa de los humanos respecto al clima del planeta y la posibilidad de provocar el cambio climático que aparentemente

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comenzamos a padecer. ¿Es que nadie piensa que, aunque realmente se esté produciendo un cambio climático, podría ser que sus motivaciones no fueran la acción humana o, al menos, no solo ella?

Resulta perturbador que, siendo la inteligencia una cualidad tan imprescindible para ser reconocido como humanos, sea tan irreconocible actualmente entre la mayoría de los miembros de unas sociedades como la nuestra.

Lo que resulta más sospechoso de esta situación es que, en la ONU, ninguno de los diversos países que intervienen en este asunto haya estudiado y redactado un «Plan B» ante una situación de incertidumbre como la que se acaba de presentarse con la retirada anunciada por Donald Trump como Presidente de los EE UU. Entre la mayoría de los países del primer, segundo y tercer mundo no parece que haya existido alguien que plantee una alternativa al plan inicialmente previsto para impedir el aumento de la temperatura global del planeta por emisiones antropógenas de efecto invernadero que, ante cualquier eventualidad, pudiera entorpecer las expectativas puestas en el Acuerdo de París.

Si, en realidad, la estrategia política se fundamenta en estudios científicos serios y verdaderos, no parece creíble que la comisión científica sobre cuyos informes se han fundamentado los repetidos Acuerdos de París, no haya previsto un Plan i? para el caso de que, por cualquier circunstancia, fallara el Plan A, con las soluciones previstas en una primera instancia. No es verosímil que ante cuestiones tan delicadas y tan difíciles de implementar al tener que contar con la voluntad de tantos países, los científicos de la correspondiente comisión de las Naciones Unidas, no hayan pensado en otra estrategia que no consista en prohibir las emisiones provenientes del uso de combustibles fósiles y crear un fondo de cien mil millones de dólares, a costa de los ciudadanos de los países del primer mundo, para evitar que los países en vías de desarrollo tengan que realizar emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Porque, se trata de científicos serios, no de políticos de los que ya conocemos su escasa perspectiva ante los problemas y su excesivo sentido de la oportunidad para ganar a rio revuelto haciendo que parezcan serios sus planteamientos.

Alguna que otra vez se ha podido leer en algunos medios de comunicación los intentos de poner en práctica ciertos sistemas que puedan servir de sumidero de carbono o algún dispositivo, más o menos fantástico, para recoger el exceso del CO2 vertido a la atmósfera. Métodos y dispositivos que parecen servir más para rellenar páginas de periódicos con pocas noticias interesantes en verano, que para acometer con visos de viabilidad la reducción de las emisiones de anhídrido carbónico a la atmósfera.

En España, en 2012 se creó un grupo de trabajo -constituido dentro del Comité Técnico de Normalización de AENOR de Energías Renovables y Cambio Climático- que realizará el seguimiento de los trabajos internacionales y canalizará la voz de los expertos españoles, permitiendo que la tecnología española esté presente en las futuras normas internacionales. El Comité internacional ISO/TC 265 sobre "Captura, Transporte y Almacenamiento Geológico de CO2" (CCS por sus siglas en inglés) se creó en junio de 2012, y en él participan cerca de 30 países de todo el mundo.

Sin embargo, uno de los casos más flagrantes de deforestación lo constituye la Amazonia. La selva Amazónica está desapareciendo de forma alarmante, lo que también se puede aplicar a la totalidad de las selvas tropicales existentes en el mundo. Con un total de 2'5 millones de millas cuadradas, la Amazonia abarca nueve países o el equivalente a 2/3 de Sudamérica, extinguiéndose a razón de 200.000 millas cuadradas anuales, cuyas principales causas son: el talado comercial de maderas exóticas, la cría de ganado, el cultivo de las áreas deforestadas, la construcción de carreteras, la construcción de presas hidroeléctricas y la minería (oro y otros minerales nobles y piedras). Todos los países que han estado de acuerdo en París y aquellos a los que les va a costar unos 100.000.000.000 $ USA, debería tomar medidas y amenazar a los países amazónicos que, al dejar que la Amazonia se desforeste, están comprometiendo el resultado de las acciones contra el cambio climático, al constituir esta zona del planeta su pulmón fundamental.

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Y no es que, en España, no se conozca el papel fundamental de los bosques y la agricultura en la mitigación del efecto invernadero que producen las emisiones de CO2 y otros gases a la atmósfera, todo lo contrario, se sabe que es esencial y es, tal vez, la única solución razonable. Sin necesidad de ir más lejos, España cuenta con un Plan Forestal Nacional complementario de la Planificación Autonómica, ya que las competencias se encuentran totalmente transferidas a las Comunidades Autónomas. La intención de la Administración del Estado, junto con las de las distintas Administraciones Autonómicas es muy loable, pero, si el calentamiento global es tan grave como se pregona, ninguno de estos Planes pone su acento en disponer, como solución principal al problema del cambio climático, la masiva y general reforestación de España para contribuir de forma adecuada a la reducción sustancial de gases de efecto invernadero vertidos a la atmósfera, oponiéndoles miles de hectáreas de sumideros de carbono, limpio, eficaz y que mejoraría el clima local de la nación española y protegería su extremo suroriental de la desertización que ya se ha producido.

Sin embargo, a final de agosto lo que...

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