Actuación y acompañamiento desde el Trabajo Social con mujeres agredidas sexualmente

AutorAntonia Aretio Romero
Páginas215-238
MANUAL DE ATENCIÓN Y VALORACIÓN PERICIAL EN VIOLENCIA SEXUAL GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS 215
CAPÍTULO 12
ACTUACIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO DESDE EL TRABAJO
SOCIAL CON MUJERES AGREDIDAS SEXUALMENTE
Antonia Aretio Romero
1. INTRODUCCIÓN
Las agresiones sexuales que pueden recibir las mujeres son muy diversas,
tanto por los contextos en los que se pueden realizar (dentro y fuera del domicilio),
como por la habitualidad o puntualidad de las mismas, las diferentes características
de las mujeres que las sufren (edad, clase social, pertenencia o no a grupo étni-
co minoritario, migración, diversidad funcional, situación socioeconómica y/o de
exclusión social, presencia de adicciones, hábitat…), la relación con el agresor, así
como por el impacto que tenga esa agresión en su vida y en su entorno sociofa-
miliar. Hay un rasgo que las unica a todas ellas: se producen en el marco de una
relación de poder desigual entre mujeres y hombres, enraizada culturalmente en
una sociedad patriarcal y machista que legitima el uso de la violencia de género.
En este capítulo se abordará el papel que puede desempeñar la disciplina del
trabajo social en diferentes momentos: tanto ante una agresión sexual puntual a
manos de una persona desconocida, como ante esas agresiones sexuales continuadas,
recientes o pasadas, padecidas en el propio hogar a manos de un familiar directo (1).
No se abordarán aquí las agresiones sexuales de menor gravedad –si es que así se
pueden considerar– tan frecuentes y naturalizadas en nuestra sociedad (chistes y
bromas sexuales, miradas jas irascibles, comentarios desagradables, exhibicionis-
mo, llamadas telefónicas o mensajes ofensivos e intimidatorios recibidos a través de
las redes sociales, propuestas sexuales indeseadas, visionado o participación forzada
ANTONIA ARETIO ROMERO
CAPÍTULO 12 ACTUACIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO DESDE EL TRABAJO SOCIAL CON MUJERES AGREDIDAS SEXUALMENTE
JORGE GONZÁLEZ FERNÁNDEZ COORDINADOR216
en pornografía, tocamientos indeseados...) no porque no sean relevantes, que lo son
y mucho puesto que suponen un sustrato amplio que afecta a la práctica totalidad
de las mujeres, sino en orden a la gravedad de sus consecuencias y a la necesidad de
una intervención profesional individualizada intensiva. Tampoco se abordará aquí
la intervención ante la mutilación genital, la trata de niñas y mujeres con nes de
explotación sexual, también consideradas como violencia sexual (2) ni el turismo
sexual, por precisar otro tipo de actuaciones profesionales diferenciadas.
2. UN POCO DE CONTEXTO
La mayor parte de las agresiones sexuales que sufren las mujeres se produ-
cen a manos de varones que pertenecen a su ámbito familiar (pareja o expareja,
padres, tíos, hermanos, abuelos…) o social (amistades –propias o de la familia–,
vecinos, hombres de su ámbito de relación –escolar, laboral–) (1). Sólo una parte
minoritaria se producen a manos de varones desconocidos por las mujeres, varones
que las «asaltan» una sola vez y las agreden sexualmente. Es decir, en la mayoría
de las situaciones, las mujeres y/o su entorno íntimo tenían una relación previa
con el agresor y, en la mayor parte de los casos, la van a seguir manteniendo. Ade-
más, en estos casos, las agresiones sexuales suelen reiterarse de manera continuada
durante un largo periodo de tiempo. Esta primera constatación es relevante y va a
tener consecuencias directas: va a denir el marco posible de maniobra de la mujer
incluyendo su capacidad de reacción ante la agresión.
Por una parte, es habitual que las mujeres, jóvenes o menores, tengan una
relación afectiva de dependencia con su agresor. Y es más, también este agresor
suele tener una posición de aceptación en su entorno familiar y social. Así, es
frecuente identicar cómo las mujeres se van a sentir en «manos» o a merced de
la voluntad y/o amenaza del agresor. Esta relación afectiva previa al inicio y du-
rante las agresiones sexuales con el agresor juega especialmente en su contra en el
caso de padres, tíos, parejas, hermanos mayores. En las situaciones de las niñas y
adolescentes, es muy improbable que reconozcan en un principio las agresiones se-
xuales como tales, puesto que al ejercerlas los hombres que están llamados a darles
seguridad, protección y amor, el malestar y dolor ante las mismas se entreteje con
la ambivalencia de sentimientos y por el vínculo de dependencia ante el agresor.
El desconcierto, culpabilidad e inseguridad, unidos al temor, son algunos de los
sentimientos que atraviesan a estas niñas y mujeres. Estos rasgos son aplicables
también a las mujeres que son agredidas sexualmente de manera continuada por
su pareja en el transcurso de su relación.
Por otra parte, es pertinente evaluar el papel que juega el agresor en el mar-
co de las relaciones familiares o sociales de estas menores o mujeres. Máxime

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