El aborto

AutorJosé Carlos de Bartolomé Cenzano
Cargo del AutorLicenciado en Derecho en la Universidad de Valencia con Premio Extraordinario de Licenciatura y Doctor en Derecho por esa misma institución
Páginas141-196
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VIII
El aborto
1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS EN LA ANTIGÜEDAD Y
PROTODESARROLLO
El aborto constituye seguramente una de las prácticas que presentan ma-
yor diversidad en su tratamiento jurídico, ya sea en forma de reproche moral,
represión penal o actuación libre, expresión del ámbito privado o familiar de
la mujer; en la historia de la humanidad.
En ciertas épocas y países se consideró como una práctica impune desde
sus inicios, pues se entendió como un asunto de carácter puramente familiar
que, a lo más, originó algunas consecuencias de Derecho privado. En otros
momentos de la historia y en otros pueblos con características culturales di-
ferentes, por el contrario, se castigó duramente, con frecuencia con la pena
capital. Tampoco faltó en la historia legislaciones que lo penaron de modo
suave y mitigado.
De los pueblos antiguos se tienen muy vagas referencias, escasas e impre-
cisas121. En Grecia, el aborto y la exposición de niños eran muy frecuentes,
especialmente entre las prostitutas.
121 Al chamanismo como institución arcaica siguió la medicina sacerdotal, como fue
la practicada en el Egipto faraónico desde Imhotep (3.000 a. C), primer nombre de médico
José Carlos de Bartolomé Cenzano
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Aristóteles admitió el aborto cuando el número de nacimientos excediere
el término marcado a la población, e Hipócrates122 en sus obras se refiere a los
medios empleados para practicarlo y los peligros que de él podían derivarse123.
que se conoce en el Egipto antiguo. Por lo que los papiros hallados nos permiten estudiar, el
médico-sacerdote estaba sometido a una serie de reglas o códigos que limitaban su actuación
dentro de unos principios religioso-morales.
Posterior y simultáneamente con la cultura egipcia, surge la civilización asirio-babilónica
y sumeria (2.000 a. C) en la región de Mesopotamia entre los ríos Eúfrates y Tigris que se rige
por el famoso Código de Hammurabi, cuyo texto íntegro fue encontrado en las excavaciones
de Susa, grabado en varias columnas de piedra y que al ser traducido, reveló su contenido: una
serie de leyes que posiblemente recogían una tradición más antigua, buena parte de las cuales
se referían al ejercicio de la Medicina.
En el Código de Hammurabi se establecen penalidades para el fallo terapéutico, así como
la regulación de los honorarios médicos.
En los más antiguos libros de la medicina china, en los que se hace alusión al emperador
mítico Chen-Nung (3.000 a. C.), y en otros posteriores, se citan casos suficientes para poder
comprender que el médico en China tenía responsabilidades ante el enfermo y si fracasaba,
le podía suceder lo que al famoso cirujano Hua-To, que fue decapitado al intentar una
trepanación craneal con objeto de curar al emperador.
Lo mismo en los libros sagrados del hinduismo, Rig-Veda, Ayur-Veda, Atarva-Veda (1.500-
700 a. C.) observamos que impera la ética y la moral como fórmula de mantener una buena salud.
En la antigua Grecia, existió junto a las prácticas chamánicas más primitivas, la medicina
sacerdotal, practicada en los templos generalmente de Esculapio o Asclepio (asklepieia),
donde después de una serie de rituales, purificaciones, dietas, baños y ejercicios, el enfermo
era sometido a la” incubatio” o sueño en el templo durante el cual se le aparecía Asclepio o
bien le curaba en ese momento con ayuda de sus auxiliares, la serpiente o el perro, o bien le
indicaba la terapéutica que debía seguir, la cual era interpretada por los médicos-sacerdotes al
día siguiente llevando consigo la prescripción adecuada para su mal.
Los más famosos templos de Asclepio fueron los de Epidauro, Cos, Pérgamo, Atenas.
Cuenta la mitología griega que Asclepio fue castigado por su propio padre Apolo con la muerte
fulminándolo con un rayo. Véase este interesante estudio: Reverte Coma, J. M., “Las fronteras de la
medicina, límites éticos, científicos y jurídicos”, Díaz de Santos, Madrid-Barcelona, 1983, pág. 36.
122 Una importante obra deontológica del Corpus Hippocraticum es “Sobre la decencia”.
Contiene pautas, ideas y reglas morales. Expone cómo el médico no debe ocuparse de otra cosa
que de hacer el bien, cómo debe rechazar cuanto suponga fasto en su aspecto o su conversación,
nunca debe faltar a la verdad, las mejores lecciones deben ser los hechos, no razonamientos y
debe conocer profundamente la Materia Médica.
En esta obra se hace mención del conocimiento religioso del médico y cómo debe
preocuparse por esto mismo en su propio paciente. Aconseja la forma y la frecuencia de
las visitas médicas, así como la instrucción a que debe someter el médico a sus discípulos y
practicantes, cómo debe infundir confianza y valor a sus enfermos, huir del lujo como de los
discursos pomposos, y la importancia que tiene aprender desde joven para tener más tiempo y
adquirir una buena experiencia. Ididem.
123 Hipócrates ejerció y enseñó medicina en la antigua Grecia, aproximadamente hace
400 años a.C. y tanto Platón como Aristóteles elogiaron su actividad por rescatar el arte de curar
El derecho a la vida: nuevos retos jurídicos para su disfrute con dignidad y sostenibilidad en tiempos de crisis
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Además, se afirma que Licurgo y Solón lo castigaron probablemente con
una pena pecuniaria, impuesta como reparación de los daños que en la fami-
lia originaba.
También existen algunas crónicas sobre su represión en las ciudades grie-
gas; en Gortyna el aborto provocado por la mujer, sobre sí misma, se castigaba
como ofensa a la potestad del padre; en Atenas, hasta la época de Lysias, no se
conoce ninguna ley que lo castigara con la pena pública.
Hasta época tardía no aparece una decidida represión del aborto. Tebas lo
castigó de manera muy dura y Mileto con pena capital. Cicerón en su “oración
pro Cluentio” recuerda que una mujer de Mileto, que causó su propio aborto,
fue condenada a muerte, y “ciertamente, añade, con arreglo a Derecho, pues
aniquiló la esperanza del padre, el recuerdo del nombre, el apoyo de los fami-
liares, el heredero de la familia, y el ciudadano que estaba destinado al Estado”.
En Grecia y Roma, durante largo tiempo se mantuvo su impunidad, pues
considerándose el feto como “portio viscerum matris”, la mujer que provoca-
ba el aborto disponía de su propio cuerpo, por lo que no fue objeto de castigo.
Únicamente se castigaba si era casada, toda vez que su aborto se consideraba
como una verdadera ofensa al marido.
Además, algunos hombres de Estado entre los que se encontraba el empe-
rador Augusto, reconocieron el peligro de la disminución de la población que
los numerosos abortos podía originar; sin duda influidos por algunas teorías
de la época. No obstante, como dominaba la idea de que el feto era parte del
vientre de la madre, se estimó que su castigo constituiría una grave intrusión
en la esfera jurídica del individuo y de este modo se mantuvo su impunidad.
En Roma cuentan las crónicas que la represión del aborto comenzó con
el castigo por la preparación de venenos y medios mágicos empleados para la
elaboración de filtros amorosos y de abortivos (“pocula abortionis”).
de las manos del chamanismo religioso y filosófico. Se trató de un cambio de paradigma al
atribuirle una base algo empírica, si se nos permite esta expresión.
Se le atribuyen entre cincuenta a setenta ensayos y textos que han sido aceptados como
la base de la medicina occidental. Estos contienen una gran cantidad de información médica,
pero lo que es más importante, mostraron una nueva actitud hacia la práctica de la medicina:
una que enfatiza la naturaleza y la ciencia primigenia sobre la filosofía, la observación sobre la
teoría y el paciente sobre el propio interés del médico.
Sus seguidores redactaron el Juramento Hipocrático, y fue modificándose a lo largo de
la historia. El primero se encontró en los “papiros de Oxyrhynchus”, que fue escrito alrededor
del 270 a.C. Luego fue modificado por la iglesia católica en la Edad Media, el cual es conocido
como el Manuscrito Bizantino, actualmente exhibido en la biblioteca del Vaticano.

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