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| Autor | Miguel Ángel Loriente Rojo |
| Páginas | 159-178 |
DICCIONARIO PARA OPOSITORES
—159—
TEMAS
«Para conocer el origen y la calidad del vino no hay
necesidad de beber todo el barril»
(Oscar Wilde)
Toda oposición conlleva un programa, bien identificado y
dividido en capítulos o temas, debidamente publicado en el
Boletín Oficial del Estado (o Boletines autonómicos) para ga-
rantizar el conocimiento por igual de todos los ciudadanos
que pretendan acceder a la función pública.
Si estamos ante una oposición de Derecho (Judicaturas,
Notarías, Registros, Letrado de la Seguridad Social…) dichos
temas deberán ser actualizados cada cierto tiempo, al irse
produciendo reformas legales que afectan a dichos temas (el
legislador propenso a la diarrea –legislativa– es el gran enemi-
go de los opositores). Es un aspecto que deprime un tanto al
opositor que lleva ya cierto tiempo de preparación, ya que ve
que, respecto al tema afectado, vuelve a partir de cero.
Un aspecto importante a tener en cuenta es el de la pro-
fundización y estudio pormenorizado de los temas que suele
realizar el opositor exigente consigo mismo, que aspira a la
perfección absoluta en cada uno de los temas de su oposi-
ción. De primeras, que una persona no se conforme con el
manual básico de la oposición, y pretenda consultar, anali-
zar y estudiar otros manuales complementarios, es de todo
punto loable. Pero cuidado. Ello no se puede llevar al extre-
mo. Y lo digo por propia experiencia. Sobre todo en los ini-
cios de la oposición, uno se siente con grandes cotas de ilu-
sión, de esperanza, de energías. Y es capaz de ponerse a leer
sobre libros y más libros que desarrollen un tema, que a su
juicio, requiere de un mayor estudio. Su sueño más repetido
es aquel en el que entra en la Biblioteca Nacional y se apode-
ra de todos los libros habidos y por haber de la materia en
cuestión.
MIGUEL ÁNGEL LORIENTE ROJO
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El saber no ocupa lugar. Cierto. El problema está en que de-
terminadas oposiciones hay exámenes orales, donde el examina-
do sólo cuenta con un tiempo determinado para exponer sus
conocimientos, de manera que tanto puede suspender por falta
de los mismos, como por no saber ajustar la exposición al tiem-
po de que dispone. Habrá perdido horas enteras en la lectura de
una bibliografía complementaria, para, siendo generosos, poder
mencionar un par de referencias en unos veinte o treinta segun-
dos. No compensa tanto esfuerzo para tan poco resultado.
Otra cosa es preparar un examen de desarrollo, donde uno
se puede explayar más en el tiempo, al hacerse por escrito, o
en pruebas de tipo práctico, donde cualquier conocimiento
teórico puede ser de utilidad. Pero ojo. Que ciertos exámenes
escritos también tienen acotadas las posibles respuestas. Es
decir, el aspirante recibe uno o varios folios que contienen las
preguntas, pero a las cuales sólo se podrá responder en un
tasado espacio en blanco. Estaríamos en las mismas que en
los exámenes orales con tiempo limitado. Por consiguiente,
mucho cuidado con pretender hacer un Doctorado sobre cada
tema del programa. Queda dicho.
No obstante, otro punto a resolver bien es que no se debe
intentar profundizar en un tema, accediendo a manuales
complementarios, cuando ni tan siquiera se domina dicho
tema a la perfección. Moraleja: primero saberse cada tema
del programa como el Padrenuestro, y después, y si queda
tiempo, ya se podrá investigar lo que se quiera.
Por último, merece que les dedique unas pocas líneas a las
llamadas notas al margen o notas al pie de los folios que cons-
tituyan nuestro material de estudio. Cualquier parecido entre
los temas originarios, aquellos que tomamos blancos e inma-
culados, y que empezamos a leer, releer y subrayar en los albo-
res de la oposición, y los que poseeremos al tiempo de exami-
narnos, es pura casualidad. Y lo será por mor de esas famosas
notas a las que antes aludí. No aparecerán en los primeros
meses de estudio, donde el opositor está como desubicado,
amoldando su cuerpo y alma a la nueva oposición, pero pasa-
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