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AutorMiguel Ángel Loriente Rojo
Páginas66-67
MIGUEL ÁNGEL LORIENTE ROJO
66
GAFAS
«La vida es fascinante: sólo hay que mirarla a través de
las gafas correctas»
(Alejandro Dumas)
Algún buen samaritano (que en todas partes los hay), a
poco que se entere de que vas a opositar durante años, te de-
jará caer una frase del tipo «pufff, ya verás, ya verás, con el
tiempo perderás mucha vista y tendrás que usar gafas para leer
de cerca…». ¿Qué majo él, verdad? Para comérselo… previo
paso por la trituradora. Lo malo es que, en algunos casos, esa
profecía maldita sí se cumple.
De todos modos, al final hay cierta tendencia a achacarle
todos los males de nuestro particular universo a la oposición.
Es posible que una persona, por antecedentes familiares y ge-
néticos, ya sea candidato a usar gafas para leer, tarde o tem-
prano. O que, aunque no hubiera opositado, se hubiera dedi-
cado a otros menesteres que le hubieran llevado al mismo
resultado (auxiliar administrativo en una oficina, cuyo princi-
pal cometido sea colocarse delante de un monitor durante ho-
ras y más horas…).
Si sirve de algo mi propia experiencia personal, puedo de-
cir (toquemos madera) que tras todos los años que dediqué a
la Licenciatura de Derecho (hoy Grado, qué viejo soy…) y des-
pués a la oposición, no aprecié pérdida alguna de vista. De
hecho, a día de hoy recién pasados los cuarenta, sigo sabo-
reando el incomparable placer que me da la lectura de cual-
quier libro, sin usar anteojos quevedescos.
Un dato a tener en cuenta ante esta posibilidad de pérdida
paulatina de vista por mor de pegarse muchas horas diarias
leyendo un texto, está en dotarse de un adecuado material de
estudio. Me explico. En la medida de lo posible, habrá que
intentar alejarse, cual plaga bíblica, de los libros o apuntes
cuya letra esté impresa en talla XXS. Por favor, editores de

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