Prólogo a la edición española

AutorFrancisco Ramos Fernández-Torrecilla
Cargo del AutorDirector del Instituto Nacional de Administración Pública
Páginas3-6

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La ética ha pasado a ocupar un lugar destacado en las reflexiones del siglo XXI. Empezando por la misma gestión pública, el éxito en los procesos de modernización y reformas en los servicios públicos como condición para el buen gobierno dependerá de que la gestión pública tome en consideración aspectos éticos, se dote de un "infraestructura ética", adopte un comportamiento ético como compromiso político, un marco legal eficaz, mecanismos eficaces de rendición de cuentas, códigos de conducta efectivos, etc. De igual modo, todas las ciencias sociales están siendo examinadas y abordadas desde el prisma de los principios éticos, todas están siendo redefinidas en sus objetivos y reformuladas sus técnicas, y para todas se reclama una inserción de valores éticos como medio para hacer frente a la realidad social del nuevo siglo.

La pregunta que enseguida nos hacemos es por qué hay interés en estos asuntos ahora, a qué obedece esta revisión ética del presente y el futuro. La respuesta no puede dejar de enmarcarse en el proceso de globalización y los nuevos retos que el mismo plantea en lo relativo a las obligaciones y responsabilidades con respecto a la sociedad. Más concretamente, cabría conectar la importancia que viene adquiriendo la ética en este momento con el modelo de desarrollo que estamos construyendo, un modelo basado en la economía, en sus principios de eficiencia y eficacia, donde las decisiones globales que se toman tienen consecuencias inmediatas en la organización de la sociedad. Ahondando más en estos postulados, cabe constatar que esta visión sesgada del desarrollo, centrada en el crecimiento económico, no ha llevado a resolver los grandes problemas que pesan en la actualidad sobre la sociedad y los gobiernos del mundo actual: el fortalecimiento de las democracias, la necesidad de justicia social, pero, sobre todo, el aumento de la desigualdad y la pobreza.

Las ineficiencias de las técnicas económicas tradicionales para solucionar estas dos lacras ha generado, en los últimos años, una línea de pensamiento sustentada en la idea de reformular la concepción económica convencional; se ha pasado, paulatinamente, a la necesidad de una reflexión ética en torno a la economía misma, a los modelos que ella propone y a las decisiones que se toman, se ha plan-teado la necesidad de superar la escisión entre ética y economía y de alcanzar una economía orientada por la ética. Se trata ahora de pensar éticamente el desarrollo, un...

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